Vasconia peninsular

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Las descripciones del regreso del cortejo a la casa mortuoria en Galarreta (A) Beasain (G) Ezkurra (N) y Zeanuri (B) que hemos transcrito al inicio del capítulo nos ofrecen un primer testimonio de la extensión que tenía esta práctica en Euskalerria peninsular.

A ellas se pueden agregar otras costumbres que han recogido nuestras encuestas en diversas localidades. En Aramaio (A), al finalizar el entierro, los miembros de la familia juntamente con algunos allegados solían ir al cruce de caminos próximo a la casa y allí rezaban un Paternoster / Aita gurea. También en Elosua (G) los que habían asistido al funeral y estaban invitados a la comida en la casa mortuoria, de regreso de la iglesia rezaban en los cruces de caminos, bidekurutzetan.

En Arrasate (G), Amorebieta-Etxano y Busturia (B) el cortejo de familiares rezaba en el portal de la casa antes de entrar en ella para la comida de entierro.

En otras localidades, sobre todo de Navarra, acudían a la casa mortuoria todos los participantes en el entierro y tras una oración en el portal daban el pésame a los familiares del difunto.

En Allo (N), los asistentes al entierro regresaban en grupos -desde la iglesia o desde el cementerio- hasta la casa mortuoria. Al entrar en ella rezaban tres Padrenuestros y una oración del Santo Sudario que decía: «Señor Dios, que nos dejaste la señal de tu Pasión en la Sábana Santa, con la cual fue envuelto tu cuerpo cuando por José fuisteis bajado de la Cruz. Concedednos Señor que por tu muerte y sepultura sea llevada el alma de tu siervo a la gloria de la Resurrección; donde vives y reinas con Dios Padre, en el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén». El duelo masculino formado por los hombres más vinculados al difunto recibía el pésame de los asistentes; mientras que el femenino se instalaba en alguna sala de la planta superior de la casa, hasta donde sólo se acercaban los más allegados.

En Izal (N), el cura junto con el sacristán que portaba la cruz seguido de los asistentes al funeral acudían a la casa mortuoria a cuya entrada se rezaba el último responso. Luego se daba el pésame a la familia con esta fórmula «Te acompaño con el sentimiento». Desde la década de los años setenta ya no se vuelve a la casa en comitiva después del entierro. El duelo se despide en la iglesia al finalizar el funeral dando el sacerdote las gracias a los asistentes por su presencia y oraciones.

En Aoiz y Garde (N), antiguamente, toda la comitiva iba a a la casa del difunto; allí se rezaba una oración y se daba el pésame a la familia. Ahora se da el pésame en la puerta del cementerio.

En Elorz (N), después del entierro se regresaba sin guardar un orden a la casa mortuoria y en el zaguán de la casa se rezaban dos responsos en sufragio del finado ante dos cirios encendidos, en dos turnos; uno de los sacerdotes rezaba un responso con los hombres y otro sacerdote, con las mujeres. En 1963 esta costumbre ya no se practicaba en Elorz pero estaba aún vigente en Irurozki (Urraul Alto)[1].

En San Martín de Unx (N), del cementerio se volvía en grupos sin guardar un orden, reuniéndose todos en el zaguán de la casa para que el cura rezase un nuevo responso. Luego tenía lugar el duelo de hombres y el de mujeres. El primero en la parte exterior de la casa, donde se ponían los hombres de la familia para recibir el pésame de los hombres del pueblo. Estos pasaban en fila apretando la mano de los familiares y diciéndoles «te acompaño en el sentimiento» o «lo mismo digo». El duelo de mujeres se realizaba en una habitación de la casa. La familia ofrecía un refrigerio que se tomaba en la intimidad. Actualmente, el duelo se despide en la iglesia, dando el sacerdote las gracias a los asistentes por su presencia y oraciones.

En Lekunberri (N), en tiempos pasados, todos los asistentes al entierro acudían a la casa del fallecido para rezar el rosario. Desde 1970, aproximadamente, lo rezan en la iglesia. Hoy día los parientes acuden a la casa mortuoria con el ánimo de hacer compañía a los familiares del difunto.

En Moreda (A), en otros tiempos, finalizado el entierro iban todos a la casa mortuoria y en su entrada o en el portal se rezaba. También era costumbre acudir al domicilio del finado para dar el pésame ya que los familiares más allegados no solían asistir al entierro. Hoy en día, los parientes y amigos permanecen algún tiempo en conversación con la familia del difunto.

En Bermeo (B), después del entierro muchos asistentes solían acudir antaño a la casa mortuoria a dar el pésame a la familia que volvía de la iglesia. Después de la función religiosa se despiden de los familiares en el pórtico de la iglesia dándoles el pésame.

En Aria (N), hasta la década de los años sesenta, el acto de dar el pésame a la familia tenía lugar en el mismo cementerio. Los integrantes del duelo se situaban cerca de la puerta y todos los asistentes desfilaban delante de ellos dándoles la mano y en algunos casos un abrazo. Era el momento de presentar los respetos a la familia y darle el pésame. La fórmula empleada era: «Osasuna hilaren enkomendatzeko» o «Osasuna enkomendatzeko», salud para encomendar al difunto. Se contestaba: «Esker mila», muchas gracias. De esta manera iban saliendo, primero el cura. y los monaguillos, luego los vecinos, amigos y, por último, la familia y sus parientes. Los familiares y los amigos venidos de fuera regresaban a la casa mortuoria donde eran obsequiados con una comida, hilarioko bazkaria. Actualmente, aunque ya no se colocan en fila, se dicen las fórmulas de pésame indicadas anteriormente, antes de salir del cementerio. Sólo la familia con sus parientes regresa a la casa mortuoria donde se les ofrece un refrigerio.

En Artajona (N), por su parte, existe actualmente la prescripción general de no acudir el día del funeral al domicilio del fallecido para no molestar a la familia. Es frecuente dejar esta visita para días posteriores. A la casa mortuoria acuden ese día únicamente los parientes que han venido de otras localidades así como algunas personas allegadas. En la casa se les ofrece un pequeño refrigerio.

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En la mayoría de las localidades encuestadas, hoy en día únicamente acuden a la casa mortuoria los parientes y personas más allegadas con el ánimo de hacer compañía a los familiares del difunto. Así se constata en Carranza, Durango, Gorozika, Muskiz y Zeanuri (B), Izurdiaga, Lezaun, Monreal, Murchante, Obanos, Sangüesa y Viana (N). Esta práctica es general y los refrigerios que la familia ofrece a este grupo familiar han suplido la antigua costumbre de la comida de entierro que describiremos más tarde.


 
  1. Javier LARRAYOZ. “Encuesta etnográfica del valle de Elorz” in CEEN, VI (1974) p. 85.