Generalización de ramos y coronas
En muchas localidades se ha constatado que en tiempos pasados no hubo costumbre de llevar flores ni coronas en el cortejo fúnebre y que, según los lugares, se comenzaron a introducir a partir de los años cuarenta. En los pueblos de Vasconia continental estuvo extendida la tradición de llevar coronas de perlas compradas.
En Baigorri, Heleta (BN) y Bidarte (L) se ha recogido que, antaño, no había flores en el cortejo o si las había, eran pocas. Se estilaba portar coronas de perlas que durante la ceremonia religiosa permanecían sobre el féretro y luego se dejaban en la sepultura. En Ziburu (L), según los informantes, antiguamente escaseaban los ramos y las flores, la gente sobre todo ofrecía misas en favor del difunto.
En Carranza (B), la costumbre de llevar ramos y coronas de flores naturales comenzó por los años cuarenta a la vez que se establecieron los servicios de la agencia funeraria en la localidad, que es la suministradora. Al principio, las coronas se hacían con flores naturales empleando mimbre, musgo y cuerda y se alquilaban coronas hechas con plumas de gallina y flores de tela. A partir de los años 50, se introdujeron las coronas de plástico y después se ha vuelto a las de flores naturales.
En esta década de los cuarenta se ha constatado también el inicio del uso de ramos y coronas en San Román de San Millán (A), Eugi (N) y Zunharreta (Z), localidad esta última donde precisan que comenzó tras la segunda guerra mundial.
En Gamboa (A), aparecieron por los años cincuenta y en poco tiempo pasaron de desconocer la costumbre a resultar impensable no contar con ramos de flores y coronas en un funeral.
En Orozko (B), la utilización de coronas de flores y ramos en los entierros es más o menos simultánea a la implantación de la agencia fúnebre que tuvo lugar en la década de los años cincuenta. Ella proporciona las coronas y los ramos haciendo de intermediaria entre la floristería y los familiares.
En Apodaca (A) se ha recogido también que las coronas y los ramos en el cortejo fúnebre se introdujeron coincidiendo con la puesta en funcionamiento de las compañías de seguros y después se generalizó su uso. En Abadiano y Amorebieta-Etxano (B) recuerdan igualmente que las flores en la conducción comenzaron a llevarse casi al tiempo en que los coches fúnebres iniciaron su andadura en el traslado de cadáveres.
En Aramaio, Bernedo, Narvaja (A), Murchante y Viana (N) hay constancia ya en la década de los sesenta de su presencia generalizada. En Durango (B), aunque algunas familias recurrieran al uso de coronas con anterioridad, su extensión se constata también por los años sesenta. En Mélida (N) señalan que siempre se han llevado ramos de flores de casa para colocar en la tumba familiar, pero la costumbre de llevar flores y ramos en el cortejo fúnebre se generalizó en la década de los sesenta.
En Laguardia (A), Aoiz y Garde (N), si bien se empiezan a utilizar ramos y coronas de flores en la década de los sesenta, su generalización tardará en producirse diez o quince años más. Los informantes recuerdan que las primeras coronas fueron traídas de la ciudad por personas del pueblo que habían emigrado a ella y trataban de imitar en este aspecto lo que veían que ya se hacía en la capital. En Sangüesa (N), la información recogida es coincidente pero fueron las personas pudientes de la localidad las que comenzaron a traer de Pamplona coronas de flores naturales, cosa que después la gente comenzó a emular.
En la década de los sesenta y en la siguiente, el recurrir a los ramos y las coronas de flores naturales para entierros y funerales ha adquirido carta de naturaleza en todos los territorios.
Se ha prodigado su uso en Amézaga de Zuya, Berganzo, y Moreda (A), localidad ésta donde se ha señalado que hoy se ha convertido en algo imprescindible. En Pipaón y Ribera Alta (A), la moda de las coronas se introdujo en estos años puesto que las flores eran ya empleadas con anterioridad.
En los años 70 se generalizan en las localidades de Beasain, Berastegi (G), donde su auge es simultáneo a la publicación de esquelas en la radio y en la prensa, Getaria (G), Aria, Artajona, Izal, Izurdiaga, Lekunberri, Obanos (N) y Gamarte (BN).
En Lezaun (N), la costumbre no ha arraigado como en otros lugares, al menos en lo que al número se refiere y en cada funeral no hay más de una corona y no es infrecuente que en algunos actos fúnebres no se vea ninguna.
En Bermeo (B), con el paso del tiempo y a partir de los 80, se ha convertido en un signo externo, manifestación de la pujanza económica de la familia. También los informantes de Mélida (N) aluden a que, a menudo, la «categoría» del funeral suele medirse en relación al número de coronas que van acompañando al féretro.
En Orozko (B), el mayor número de coronas de flores y ramos del cortejo fúnebre es signo de distinción social. Es raro el funeral que se celebra sin que se lleve ninguna corona. En contraposición a esta postura, hay familias que tienen a gala no encargarlas. En estos casos, el sentimiento que aflora es que prefieren gastar el dinero en ofrecer misas por el difunto que en flores.
En Zeanuri (B), desde hace algunos años, según datos recogidos en los 80, se constata la introducción de la costumbre, desconocida hasta entonces en la localidad, de hacer ofrendas de flores a los muertos. Las coronas de flores se llevan en el cortejo fúnebre y después se depositan sobre la tumba o el panteón en el cementerio.
A partir de los ochenta se propagan las coronas y ramos de flores en Artziniega, Salcedo (A), Zeberio (B) y Urnieta (G). También en Bidegoian (G) donde hicieron su aparición juntamente con los coches fúnebres. En Zerain (G) han arraigado con más fuerza los ramos de flores que las coronas, que tras el sepelio son colocados sobre la tumba.
En Murchante (N), desde finales de los 80 se ha impuesto la costumbre de las coronas y ramos, que en la comitiva van entre el féretro y el duelo. Las primeras se llevan al cementerio para depositarlas sobre la tumba y los ramos se dejan en la iglesia para que sirvan de elemento ornamental.
En Goizueta (N), según algunos informantes, en estos últimos tiempos abundan demasiado hasta el punto de que a veces, al decir de ellos, más que funerales parecen concursos florales y, aún admitiendo las buenas intenciones de los oferentes, ocasionan mucho gasto.
En San Martín de Unx (N), si la muerte ha impresionado mucho al vecindario, las coronas se multiplican. A juicio de algunos de los encuestados, esta clase de acciones consuela mucho a la familia, aunque no faltan los que piensan que a menor práctica religiosa de quienes las obsequian, las flores abundan más.