Asistencia al cementerio
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País Vasco peninsular
Son bastantes las localidades del País Vasco peninsular donde no ha existido costumbre de visitar el cementerio hasta tiempos relativamente recientes; pero esto no ha significado que en las mismas se desatendiera la memoria de los difuntos, bien al contrario eran frecuentes las ofrendas en las sepulturas simbólicas de la iglesia. Como ya se ha indicado con anterioridad este desapego al camposanto quizá sea herencia de la antigua costumbre de efectuar los enterramientos en el interior de las iglesias. Cuando a principios del siglo XIX se implantó la prohibición de esta práctica y se construyeron nuevos cementerios alejados de las poblaciones, fue general el rechazo popular a la misma hasta el punto de que en algunas localidades pasaron varias décadas hasta que pudo ser cumplida. En estas localidades la asistencia al cementerio siempre ha sido reducida, limitada a algunas familias en las que había costumbre de hacerlo; ni siquiera con motivo de la festividad de Todos los Santos o la de Difuntos se acudía junto a las tumbas de los familiares difuntos, bastaba con los actos y las ofrendas que en su memoria se realizaban en la iglesia.
En Obanos (N) recuerdan que la afluencia al cementerio comenzó a ser importante una vez finalizada la guerra civil; en Monreal (N) entre los años cincuenta y sesenta; y en Allo (N) a partir de la década de los sesenta.
Esto no obsta para que en algunos lugares la práctica de visitar el cementerio haya existido desde antiguo, como así lo atestiguan los datos que se recogen más adelante.
Con motivo de esta festividad y del desplazamiento al camposanto ha existido la tradición de llevar ofrendas de luz y colocarlas sobre las tumbas de forma similar a como se hacía en la iglesia. Sólo se ha constatado esta práctica en algunas localidades aunque es de suponer que se hallaba extendida.
Con el transcurso del tiempo la ofrenda de luz fue sustituida por flores y hoy en día son mayoría quienes las llevan por Todos los Santos. Sirva de ejemplo la evolución que han experimentado estas costumbres en Durango (B). Hasta los años sesenta se colocaban luces en las sepulturas y panteones del cementerio, en concreto faroles más o menos suntuosos. A partir de esta década además de luces se llevaban flores y plantas. En la actualidad las flores han desplazado a las luces, si bien todavía se observan éstas en algunos panteones.
Aunque en un buen número de localidades la costumbre de llevar flores a las tumbas data de hace pocas décadas, se registran casos en los que ya se hacía antiguamente.
En cuanto a la costumbre de rezar junto a las sepulturas de los familiares difuntos, siempre que se ha acudido al cementerio se les ha dedicado alguna oración. En tiempos pasados, en las poblaciones donde el cura se desplazaba hasta el cementerio, solía rezar un responso común por todos los allí enterrados, incluso se ha registrado algún caso en que lo hacía tumba por tumba como en la iglesia. Hoy en día es habitual que cada persona rece ante la sepultura de sus familiares.
A continuación se detallan los datos obtenidos a partir de las encuestas, en el mismo orden que las anteriores consideraciones. En general la información de las primeras localidades hace referencia a tiempos antiguos, siendo la del final la correspondiente a la época actual; aunque como ya se ha comentado en los párrafos anteriores, prácticas que parecen recientes se practicaban antaño en algunos lugares y otras que en principio son más antiguas han perdurado localmente hasta hace poco e incluso hasta nuestros días. Esta mezcolanza se complica aún más si se tiene en cuenta que dentro de una población existen costumbres particulares correspondientes a una o muy pocas familias que no se ajustan a lo general, unas veces porque estas personas son innovadoras de nuevos comportamientos, otras porque son las únicas que conservan ritos de tiempos pasados.
En primer lugar se hace referencia a la costumbre de llevar luces al cementerio. Además de en la localidad vizcaina de Durango, antes citada, en Aria (N) era tradición que después de rezar sobre la sepultura de la iglesia, a la que se llevaba la cesta funeraria, txestua, se dirigiesen todos al cementerio, las mujeres con la cesta, donde rezaban un responso.
En Aoiz (N), el día de Todos los Santos se visitaban las tumbas por la mañana. Se iba a primera hora para poner faroles y flores. Los faroles podían ser de aceite con mecha o bien con una vela en su interior. Si se utilizaban los segundos se avisaba al guarda del cementerio para que cuidase de que no se apagaran. Los más antiguos tenían la forma propia de un farol pero con el transcurso del tiempo fueron cambiando y diversificándose. Ahora sólo los utilizan las personas de raza gitana. También se ponían velas o hachas junto a los retratos de los difuntos, que según recuerdan los ancianos se situaban en las tumbas, y se rezaban responsos.
En Obanos (N) hasta la guerra civil casi no se visitó el cementerio, a partir de entonces se empezó a acudir al mismo sobre todo este primer día de noviembre y a poner faroles y flores.
En las poblaciones siguientes aún perdura la costumbre de ofrendar luces. En Viana (N) las tumbas son visitadas sobre todo este día. Las adornan con flores, encienden velas y recitan oraciones por los difuntos. En Sangüesa (N) hoy la decoración del pequeño espacio del nicho se reduce a alguna vela y unas pocas flores más sofisticadas que las de antaño y que se suelen adquirir en el comercio. En Goizueta (N) todas las sepulturas se ven adornadas con flores y luces.
En algunas poblaciones se recuerda que la visita al cementerio data de antiguo, a veces se acudía al mismo en procesión y las menos se llevaban flores.
En Murelaga (B), terminada la misa mayor, los asistentes formaban una procesión que se dirigía al cementerio; hasta los años sesenta iba encabezada por un abanderado que llevaba el emblema de la Cofradía de las Animas: una bandera blanca con la imagen de San Miguel aplastando la cabeza de una serpiente. El abanderado llevaba junto a sí dos hombres con hacheros, atxak. La procesión entraba en este recinto y se rezaba por las almas de todos los allí enterrados. Después se dispersaba y los familiares de los fallecidos recientemente colocaban crisantemos sobre la tumba[1].
En San Martín de Unx (N) este día y el siguiente de Almas se acudía al camposanto a «responsear» y se hacía un Vía Crucis sólo para hombres que discurría desde la iglesia parroquial al cementerio y que a juicio de los informantes resultaba interminable.
En Elosua (G), terminados los responsos en las sepulturas de la iglesia, feligreses y sacerdotes acudían al cementerio y allí se rezaba un nuevo responso.
El día de Todos los Santos era la única ocasión en la que el cura y los feligreses de Amézaga de Zuya (A) visitaban las tumbas. Por la mañana acudían a misa y tras concluir iban al cementerio, donde el sacerdote rezaba un responso por todos los difuntos. Luego la gente continuaba yendo durante el resto del día para orar delante de las sepulturas de los familiares fallecidos. No se adornaban como en la actualidad ni se llevaban flores ni otros motivos. Se recordaba especialmente a los difuntos fallecidos durante ese año.
En Gamboa (A) el día de Todos los Santos se acudía tras la celebración de la misa y allí el cura rezaba un responso. Actualmente se sigue yendo después de misa y cada familia realiza una ofrenda floral a sus difuntos y reza alguna oración.
En Sangüesa (N) han sido y siguen siendo masivas las visitas al cementerio. En tiempos pasados se cultivaba gran cantidad de crisantemos y de ciertas flores amarillas para esta ocasión. Se colocaban en el suelo alrededor de la sepultura o se confeccionaba una cruz central también en el suelo.
En Pipaón (A) el día de Todos los Santos, al igual que el día siguiente o de Animas, se visitaban las sepulturas.
En Abadiano (B) las familias se congregan ante las tumbas de sus familiares difuntos y rezan algunas oraciones o parte de un rosario. Antaño se reunían para esto en la capilla del cementerio al anochecer y era allí donde se rezaba el rosario.
Antaño en Moreda (A) el día de Todos los Santos no se acudía al camposanto ya que la visita se dejaba para el día siguiente, el de Animas. Con posterioridad se comenzó a ir el primero de noviembre y a rezar responsos particulares tumba por tumba a quien así lo solicitase. Un monacillo pasaba la bandeja cobrando un tanto por cada responso. Hoy el párroco cita a los feligreses por la tarde en este recinto y dice un responso comunitario. También ha sido costumbre reunir a los fieles en la iglesia para rezar el rosario y luego ir en procesión hasta el cementerio.
En Monreal (N) no había costumbre de ir si bien algunos adecentaban la sepultura, pero no era frecuente. A partir de los años cincuenta y principios de los sesenta se comenzaron a limpiar las tumbas durante los días anteriores a Todos los Santos y se llevaban flores. Ese día, después de la misa mayor, se cantaba un responso en el cementerio.
En Lezaun (N), donde no ha habido costumbre de visitarlo, actualmente se acude al mismo el día de Todos los Santos y hay quien deja algunas flores sobre la sepultura donde reposan sus parientes.
En Bernedo (A) antaño no iba nadie, sólo cuando había un entierro. En la actualidad se adorna con flores para la festividad de Todos los Santos.
En Aramaio (A) se visita el cementerio y tras hacer una ofrenda floral se reza ante la tumba. Previamente la familia se ha encargado de limpiarla y prepararla.
En Lezama (B) cuando llega el día de Todos los Santos los parientes asisten a la misa mayor en la iglesia parroquial y después visitan el camposanto. En ocasiones llevan flores a las tumbas de sus familiares si bien esta costumbre es relativamente reciente. Por último rezan un responso en memoria de los parientes fallecidos.
En Carranza y Orozko (B) el día de Todos los Santos se acude a rezar junto a las sepulturas, sobre las que se colocan coronas y ramos de flores.
En Murchante (N) el día principal es el de Todos los Santos, que es cuando se visita y se realiza la ofrenda de flores, sobre todo por la mañana después de la misa mayor. En Izal (N) acuden las familias al completo y llevan flores y rezan sobre las tumbas.
En Plentzia (B) el día de Todos los Santos, Domisanture, acuden al cementerio todos los miembros de la familia, vivan o no en la casa. Primero rezan en la capilla y a continuación visitan el panteón familiar y otros de personas vinculadas a la familia. En todos rezan lo mismo.
En Apodaca (A) desde hace pocos años el día de Todos los Santos los asistentes a misa, una vez concluida ésta, acuden al camposanto presididos por el cura y rezan un responso.
País Vasco continental
En el País Vasco continental la tradición de visitar los cementerios se halla extendida desde tiempos pasados. Como se ha comentado al inicio de este capítulo esta costumbre quizá se haya visto favorecida por la proximidad e incluso anexidad de los mismos a las iglesias.
Al ser habitual visitar las tumbas los domingos, antes o después de asistir a misa, así como en ciertas festividades importantes del año que se detallarán en un apartado posterior, el día de Todos los Santos no ha destacado tanto como en el área peninsular; aún así, en algunas localidades comentan que la de esta jornada es la ceremonia que registra mayor asistencia de todas las del año. Es el caso de Senpere (L), donde después de las vísperas se celebra una ceremonia religiosa en la iglesia seguida de una procesión hasta el cementerio. En este último recinto tiene lugar una oración en común y a continuación una alocución del sacerdote. Cada familia va después a su tumba.
Una costumbre particular de Vasconia continental relacionada con la festividad de Todos los Santos consistía en dar pequeñas cantidades de dinero a niños para que rezasen junto a la tumba familiar.
En Liginaga (Z) la gente acudía a rezar a sus respectivas sepulturas familiares situadas alrededor de la iglesia. Los hijos que vivían fuera del pueblo regresaban a orar sobre la tumba de sus antepasados. Era costumbre rezar en tal ocasión rosarios, De Profundis y Requiem. Algunos pagaban dinero a los niños a cambio de que rezasen sobre la sepultura de su familia los siete salmos penitenciales. El cura se trasladaba al cementerio después de misa y allí cantaba Absolve. Los rollos de candelilla ardían sobre las sepulturas adornadas con flores mientras la gente oraba alrededor de éstas después de la misa y de las vísperas[2].
En Zunharreta (Z) de todos los niños que acudían al cementerio por Todos los Santos, tras elegir a uno entraban con él en la iglesia y rezaban un misterio del rosario. Después le daban dinero para que fuese a rezar sobre la tumba familiar.
En Barkoxe (Z) a la salida de misa del día de Todos los Santos era costumbre que los monaguillos (hacia los años treinta, cuatro y fijos), fuesen a rezar tumba por tumba con las familias que les daban dos o tres sous.
En Izpura (BN), por Todos los Santos, se encargaban al cura misas por los difuntos de la familia. En esta festividad así como al día siguiente los niños solían decir a las familias del pueblo o a las que vivían fuera si querían que les recitaran oraciones por sus muertos delante de las tumbas respectivas. La pregunta se formulaba de la siguiente forma: «Hea dominoea behartzea? Sos baten dominoea, bi sosen dominoea... (A ver, ¿quién necesita el rezo de un salmo? Salmo de un sous, salmo de dos sous...). A cambio recibían unas monedas, de los que residían fuera de la localidad algunas más. Correspondía hacer esto a los niños de edades comprendidas entre los 7 y 11 años, hasta que adquirían uso de razón. A partir de ese momento, bainan zentzia jin eta..., sólo se les permitía hacerlo si querían obtener algunas monedas, pero nunca con más de 13 años. Esta costumbre estuvo vigente hasta 1910 aproximadamente.
En Itsasu (L) el día de Todos los Santos por la mañana, después de hacer una visita al cementerio, también se daba dinero a los niños para que fueran a rezar a las tumbas que se les indicaba.
También existe constancia en Arraioz, población del norte de Navarra, de que antaño, el día de Todos los Santos, después de las vísperas de difuntos, los chicos iban de sepultura en sepultura pidiendo dinero: «Izua maitto bat», esto es, «Izeba marabeditxo bat». (Señora [lit. tía] un maravedí) y rezando un padrenuestro por cada maravedí que recibían[3].
- ↑ William A. DOUGLASS. Muerte en Murélaga. Barcelona, 1973, p. 86. Cuando Douglass recogió estos datos, la costumbre de adornar las tumbas con flores se había implantado hacía poco pero ya había alcanzado gran difusión.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: en Liginaga (Laguinge)” in Ikuska, III (1949) p. 44.
- ↑ APD. Cuad. nº 3, ficha 347.