La inhumación junto a la iglesia

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El enterramiento en torno a la iglesia data de antiguo y es previo al efectuado en el interior de la misma. El pensamiento de asegurarse una eficaz tutela contra el peligro de la violación del sepulcro o, mejor todavía, el deseo de beneficiarse más allá de la tumba con la intercesión de los santos, hizo surgir la práctica de sepultar los muertos junto a la tumba de un mártir ilustre. En el siglo IV era ya común, si bien reservada a los difuntos de categoría, la sepultura ad sanctos[1].

Durante la Alta Edad Media (siglos VII y VIII) en la Península Ibérica eran muy pocas las personas que gozaban del privilegio de ser sepultadas dentro de las iglesias Cuando esto ocurría se debía a la financiación del templo por la propia monarquía o por alguna casa ilustre (patronos). En esta época las necrópolis se encontraban alrededor de las iglesias, junto a sus muros.

Progresivamente se operó una transición en las costumbres que acabó desplazando los enterramientos del exterior al interior de las iglesias: «Con el tiempo reclamaron para sí el mismo derecho los emperadores, y pronto se otorgó el mismo favor a los obispos y sacerdotes y aun a los simples fieles. Los documentos de varios concilios confirman que hasta el siglo XII la sepultura en los templos estaba reservada solamente a los obispos, abades, dignis presbyteris, laicis fidelibus omnino pietate commendabilibus. Desde el pontificado de Gregorio IX (1227-1241) se dio más libertad para enterrar, sin distinción, a los legos en las iglesias»[2].

Santa-Grazi (Z). Fuente: Boissel, W. Le Pays Basque. Sites, Arts et Coutumes. Paris, A. Calavas edit.

Una vez se generalizó la costumbre de efectuar inhumaciones en el interior, en muchas localidades no desapareció por completo el uso del cementerio aledaño ya que se siguió enterrando en él a las personas más humildes incapaces de pagar el privilegio de ser sepultadas dentro de la iglesia. En el apartado siguiente se constatan varios casos[3].

Sirva de ejemplo sobre la persistencia de los enterramientos en torno a las iglesias el siguiente caso: En Oiartzun (G) en el siglo XVI se enterraba en lo que hoy todavía se llama el cimitorio (zimitoiva, zimitiva), que es un terreno elevado sobre el nivel de las calles, que rodea a la parroquia y al que dan acceso cuatro escalinatas de piedra y una quinta escalera hecha de barras de hierro. El pavimento de este terreno está cubierto por losas de las que alguna ostenta todavía inscripciones funerarias. Apenas se observan adornos. En el exterior de la pared de la parroquia hay a los dos lados de la puerta llamada de la Piedad, dos nichos en donde se enterraba a los beneficiados de la misma[4].


 
  1. Mario RIGHETTI. Historia de la Liturgia. Tomo I. Madrid, 1955, p. 972.
  2. Eugeniusz FRANKOWSKI. Estelas discoideas de la Península Ibérica. Madrid, 1989, p. 223.
  3. En el Diccionario de Autoridades, al definir la voz cementerio, queda patente la costumbre de seguir sepultando en el entorno de la iglesia aún cuando ya estaban generalizadas las inhumaciones en el interior: “Lugar sagrado, que hai en todas las Parrochias, y otros Templos, fuera de las puertas de la Iglesia, en que se enterraban antiguamente todos los Fieles; pero oy solo se entierran en él los pobres de limosna, y los que por su devoción, y humildad eligen esta sepultúra”. Vide Diccionario de Autaridades. Madrid, 1984 (facsímil de la edición de 1726).
  4. AEF, III (1923) p. 85.