Duración del duelo en la sepultura. Ogi-hastea eta ogi-uztea

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El duelo comenzaba el día del entierro y funeral, continuaba durante las funciones religiosas de honras, novenario, y a lo largo de todo el año, hasta la celebración del aniversario. En algunas casas se prolongaba a dos o más años. Nicolás Vicario de la Peña recogió ya esta antigua tradición en el vizcaino Valle de Carranza: «... a la obra de caridad de acompañar al entierro de los muertos en la localidad se unía esta otra costumbre de concurrir en los primeros domingos siguientes, y hasta el día de la memoria o aniversario, con una vela a alumbrar el Santísimo en honor del alma del fallecido»[1]

A la colocación de la sepultura denominaban en Zeanuri (B) «sepulturia ipini» y cuando por haber finalizado el periodo de luto se retiraba, «sepulturia altzau», levantar la sepultura. Esta costumbre es similar a la recogida en Ataun (G) donde el velo negro permanecía en la sepultura todo el año que durara el luto o según señalan «elizkizune dauken arte» (mientras tienen obligación con la iglesia). En Zerain (G), para expresar lo mismo se decía oial beltza irauten zun bitarten, mientras se mantiene el paño en la sepultura.

En algunas localidades, el periodo de luto de un año daba comienzo el día en cuya misa se hacía la primera ofrenda de luz, denominado argia y finalizaba el día en que concluía la obligación de ofrendar luz, argi-uztea. Otro tanto ocurría con el pan, cuya ofrenda comenzaba el día llamado ogi-hastea y terminaba el día de ogiuztea, quitapán. En Elgoibar (G), al finalizar el año de luto, se decía un nocturno con misa cantada llamada del levantamiento del pan. En ciertos lugares de Alava y Navarra, a este periodo de duelo de un año de duración se le conocía como añal.

En Hazparne (L), el tiempo mínimo para encender las luces era de tres meses, que podían prolongarse a seis o más, dependiendo de familias. En Elosua (G), el aniversario se celebraba a los catorce meses y era en ese momento cuando se quitaba el paño de la sepultura.

En San Martín de Unx (N) era de un año y algunas familias lo prolongaban hasta los 13 meses.

La duración de un año se ha recogido en Lagrán, Moreda (A), Plentzia (B), Alzola-Elgoibar, Amezketa, Arrasate, Ataun, Hondarribia, Oiartzun (G), Améscoa, Garde, Obanos (N), Heleta, Donoztiri (BN), Sara (L) y Altzai-Lakarri (Z).

En el territorio de Zuberoa lo común era que el luto riguroso durara trece meses.

En Aramaio, Bernedo (A) y en Goizueta (N), el luto en la sepultura duraba un año pero podía extenderse a dos. En Monreal (N) era de un año o dos dependiendo de la proximidad del parentesco. En Gorozika (B) y Salvatierra (A) se prolongaba dos años siendo el primero más riguroso por lo que hace al número de velas que se activaban. En Aduna (G) y Urdiñarbe (Z) duraba por lo menos dos años y según familias más tiempo. En Amézaga de Zuya (A), Abadiano (B) y Sera (N) duraba dos años y en Carranza (B) de uno a varios años.

En Zeanuri (B), la obligación de atender la sepultura familiar, sepultureko ardurea, se alargaba tres años después de la muerte de un miembro de la casa. En Busturia (B) el luto riguroso duraba un año y el duelo finalizaba al tercer año.

El luto en la sepultura dependía en ocasiones de la duración de la cera, no siendo inferior a un año. Así, en Amézaga de Zuya (A) el luto duraba dos años pero si la cera se terminaba antes no se reponía. En Izpura (BN), el tiempo mínimo en que debían de permanecer las luces encendidas era de un año, pero podía prolongarse hasta que se consumiese la cera.


 
  1. Nicolás VICARIO DE LA PEÑA. El noble y leal Valle de Carranza. Bilbao, 1975, p. 315.