Vasconia continental. Eleizbideak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Heleta (BN) el camino utilizado para llevar el difunto desde la casa a la iglesia era el camino de la iglesia, elizabidia. Era el mismo que recorría el sacerdote cuando iba a administrar los últimos sacramentos al moribundo y cuando acudía al levantamiento del cadáver. Cada casa tenía el suyo propio. Para ir a misa, para los entierros y otras ceremonias religiosas, la gente y la caja mortuoria marchaban por un camino, campo a través, cruzando sobre un arroyo. El paso hollado por la gente, se había convertido en un sendero donde la hierba no crecía. Aunque atravesaban propiedades privadas, sus dueños sabían que debían aceptar dicho tránsito; la gente era conocedora de que después debía volver a cerrar los cercados. Existía un cierto derecho de paso. El cura, el portador de la cruz y los anderos no tenían necesidad de pedir permiso para hacer uso del camino trazado a través de los prados.

En Baigorri (BN) el camino funerario por el que discurría el cortejo fúnebre se llamaba elizabidia. Era el camino que unía la casa con la iglesia y por él se llevaba el cuerpo del difunto tanto a la iglesia como al cementerio. Aunque había caminos carretiles o para otros usos, antaño no se utilizaban para el traslado del cadáver, era forzoso hacerlo por el elizabidia y no por ningún otro. En el barrio de Baigorri se ha constatado que también las rogativas y otras procesiones religiosas debían transcurrir necesariamente por dichos caminos. Según un informante de esta localidad, el camino funerario, elizabidia, era el camino más corto desde la casa a la iglesia. Era distinto del camino carretil, orgabidia, que hacía rodeos y evitaba los pasos dificultosos como lo hará más tarde el camino real, erregebidia. Recuerda haber oído que en otros tiempos el féretro se bajaba a lomos de burro.

En Hazparne (L) el camino por el que discurría el cortejo funerario recibe los nombres de hilbidia y elizabidea. Iniciaba en la casa para desembocar en el camino más frecuentado, donde convergían igualmente hilbidiak de otras casas. Aunque en principio cada casa tenía el suyo, a veces varias casas de un barrio podían compartirlo en su totalidad. Según algunos informantes, era el camino más directo, bide xuxena, de la casa al núcleo.

El camino funerario o hilbidea de una casa no era de su propiedad. Pasaba entre los setos que delimitaban las praderas y cada casa cuidaba el suyo. No hacía falta cercar estos caminos[1]. El hecho de que también se le denomine elizabidea además de hilbidea se debe a que además de servir de camino funerario era el que se tomaba ordinariamente para ir a misa.

El día del entierro, algún miembro de la familia del difunto o un vecino, hombre o mujer, hacía una alfombra con elementos vegetales desde la puerta de la casa hasta la barrera. Este alfombrado se hacía con hojas, no con yerba ni con flores. Algunas casas del vecindario por las que pasaba el recorrido del cortejo, como detalle de atención para con él, colocaban también un pequeño alfombrado delante de sus puertas.

En Beskoitze (L) el camino empleado habitualmente para ir a la iglesia, 'denominado elizabidia, es el que se utilizaba también para la conducción de los muertos. En principio cada casa tenía su camino propio, aunque había casas como las de Etchaldia y Garatia que lo compartían. El camino nacía prácticamente delante de cada casa y el cortejo fúnebre transitaba por estos caminos, no por senderos ni campos.

En Lekunberri (BN) el féretro se llevaba por el camino habitual que unía la casa con la iglesia, llamado elizabidia. Se solía alfombrar el camino para el paso del cadáver de forma similar a como se hacía para la fiesta del Corpus Christi.

En Gamarte (BN) cada casa no contaba con un camino particular o elizabidia por donde discurriera el cortejo fúnebre. Era el mismo camino para todos tanto en el núcleo como en los barrios. En Goizueta (N) por contra, cada casa tenía su propio camino para la conducción del cadáver llamado eleizpidea.

En Izpura (BN) cada casa tenía un camino específico para la conducción del cadáver a la iglesia, denominado elizabidea. Muchos de estos caminos no coincidían siempre con los caminos carretiles o con los más cómodos. No era únicamente el cortejo fúnebre el que discurría por él, también lo hacían otras procesiones religiosas como las rogativas. Si por alguna razón la comitiva fúnebre se veía obligada a modificar la ruta y el cadáver atravesaba una propiedad privada, no se creaba servidumbre de paso.

En Armendaritze (BN) existió un camino mortuorio específico para la conducción del féretro, llamado hilbidea, que se respetó hasta la época en que la caja comenzó a llevarse en coche. Las familias mantenedoras de estas tradiciones todavía lo utilizaban en el año 1965. Las casas entornaban los postigos de las ventanas y colocaban al paso del cadáver una pequeña alfombra hecha con hojas.

En Sara (L), al camino por el que transitaba el cortejo fúnebre se le denominaba elizabidia y era distinto de la calzada municipal o kalastrabidia. Cada barrio tenía el suyo y, por tratarse de la ruta por donde se llevaba el cadáver, se le conocía también como hilbidia.

Cuatro folios del Libro de Aniversarios y Memorias de Zerain (G) indicando los caminos de la cruz a la iglesia.

En Arberatze-Zilhekoa[2] y Iholdi (BN), el cortejo fúnebre siempre tomaba el camino funerario, hilbidia, de la casa, nunca se iba campo a través o se invadía una propiedad ajena.

En Oragarre (BN) el camino por el que se llevaba el cadáver antiguamente se llamaba hilbidia. Después la conducción pasó a hacerse por el camino más corto, lehen bide xuxenetik. Delante de la casa mortuoria se engalanaba con un alfombrado de ramajes para el paso de la comitiva.

En Azkaine (L) el mismo camino que la gente tomaba para ir a la iglesia era el que recorría el cortejo fúnebre. Se denominaba gurutzearen bidea, camino de la cruz, y era un camino específico que unía cada casa con la iglesia. El paso del cadáver por una propiedad particular no creaba servidumbre de camino. Por los caminos mortuorios, gurutzearen bideak, de los barrios alejados discurrían también otras procesiones religiosas con la cruz encabezándolas como las rogativas de San Marcos, las rogativas por motivo de las inclemencias del tiempo u otras rogativas.

En Ziburu (L) el cortejo tomaba el camino de la iglesia que era distinto de unos barrios a otros. Así, a veces la comitiva iba por la carretera general y cuando la conducción provenía de los barrios de Kexilua y Bordagain, el camino seguido era diferente. También en Bidarte (L) la conducción del cadáver tenía lugar por el camino habitual para ir a la iglesia.

En Zuberoa, para designar al camino funerario, se han recogido las denominaciones de zürrünbidia, hilbidea y elizabidea. Este camino lo tomaba también el vecino que iba a la parroquia en busca del sacerdote para que le asistiera al agonizante. Antiguamente el camino funerario debía ser de libre acceso, sin cercado. Por ello la gente tenía buen cuidado de que el cortejo fúnebre no pasara por su propiedad y quedara afectada por servidumbre.

Como testimonio de las precauciones adoptadas para evitar el paso del féretro por una finca particular, Pierre Lafitte[3] recogió en Olhaibi (Z) cómo siendo él monaguillo, beretterra, participó a principios de siglo en un cortejo fúnebre. A consecuencia de las lluvias caídas, un tramo del camino presentaba una profunda hendidura que impedía el paso por dicho lugar. Toda la comitiva fúnebre, el portador de la cruz, kurutzeketaria, el chantre, xantrea, los del duelo, hiltiarrak, y el cura, apheza, se vieron obligados a bordear el camino por el prado colindante. El propietario impidió que el cadáver atravesara sus tierras porque ello hubiera acarreado la servidumbre de paso y, a pesar de las dificultades, el féretro hubo de seguir en aquel trecho el camino funerario obligado, elizabidea.

Un caso parecido que refleja la inmodificabilidad del trazado lo aporta Echegaray[4] dando cuenta de un testimonio recogido en la localidad vizcaína de Bedarona. Durante la marcha de un cortejo fúnebre la comitiva llegó a un punto del camino en que, por razón de la maleza, resultaba imposible continuar y el sacerdote sugirió utilizar otro, pero los presentes se opusieron a abandonar el andabidea. Se dejó el féretro en el suelo por unos momentos y optaron por dejar expedito el camino.

Un informante de la localidad de Bildoze (Z) que no ha conocido personalmente la utilización de los caminos funerarios, hilbidiak, para la conducción del cadáver, atestigua que entre su casa y la de su primer vecino existe un sendero, arteka, que jamás ha estado cercado, lo que evidencia la existencia del camino funerario como un camino de libre acceso, sin cercas.

En Ezpeize-Ündüreiñe (Z) cada casa tenía su propio camino de conducción del cadáver que era el camino ordinario entre la casa y la iglesia, denominado elizabidea. En Santa-Grazi (Z) tenían su camino mortuorio específico por el que discurría el cortejo fúnebre y se denominaba zürrünbidia.

En Liginaga (Z) la conducción del cadáver se hacía por la carretera o por caminos anchos, bide haundiak. No se conocían caminos funerarios propiamente dichos. Algo semejante ocurría en Urdiñarbe (Z) donde en el pequeño barrio encuestado el cortejo fúnebre iba por la carretera. En Zunharreta (Z), por tratarse de población concentrada, las casas se encuentran en torno o cerca de la iglesia y carecen de caminos funerarios.


 
  1. Un informante recuerda que en estos últimos años se produjo un gran enfado entre distintos miembros de una familia a causa de que uno de los caminos funerarios fue cercado de manera imperativa.
  2. Uno de los informantes relató una anécdota ocurrida en Beyrie/Mithiriña (BN). Era invierno. El cortejo tenía que atravesar el río para llegar a la iglesia, pero por la crecida se hacía infranqueable. Había que pasar por un puentecillo que estaba más arriba para lo que se precisaba permiso del propietario para atravesar su campo. Este dio la autorización, sacando los animales y abriendo la puerta del cercado para que pudiera pasar la comitiva. Este acontecimiento era excepcional. En el núcleo urbano donde las casas están agrupadas y los caminos son de fácil acceso no se planteaban esta clase de situaciones.
  3. Pierre LAFITTE. “Atlantika-Pireneetako Sinheste Zaharrak” in Gure Herria, XXXVII (1965) p. 102. Testimonio ampliado oralmente.
  4. Bonifacio de ECHEGARAY. “La vecindad. Relaciones que engendra en el País Vasco” in RIEV, XXIII (1932) p. 395.