La comida de entierro en diversas localidades

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Los datos ofrecidos hasta ahora pueden hacernos perder, por su fragmentación, la significación que guardaba la comida de entierro en el conjunto de las celebraciones funerarias. Por esta razón se ofrecen seguidamente las descripciones completas de estos ágapes tal como figuran en las encuestas llevadas a cabo en trece localidades de Vasconia. En esta muestra están representadas todas las regiones del territorio encuestado.

Beskoitze (L)

En esta localidad de Lapurdi, después de la misa la parentela estricta y el primer vecino volvían a la casa del muerto para tomar parte en la comida, enterramenduko bazkaria. No eran invitados a ella ni el cura ni el chantre; a los portadores del féretro la familia les pagaba una comida en un restaurante.

El menú más característico era: oilosalda (sopa de gallina), oiloa errisarekin (gallina con arroz), aratxikia ilhartxiarekin (asado de ternera con guisantes), gasna eta kafia (queso y café). Todos estos productos provenían de la casa mortuoria y en su preparación intervenía la familia ayudada por los vecinos.

La comida se servía en la sala de la planta baja, ezkaratza. Los convidados se sentaban sin guardar un orden particular, pero los hombres, todos ellos, formaban un grupo y las mujeres otro. Al finalizar la comida se recitaba el salmo De profundis.

A raíz de la reforma del Concilio Vaticano II los funerales pasaron a celebrarse por la tarde y se abandonó la costumbre de la comida de entierro.

Izpura (BN)

En esta población de Behe-Nafarroa, la comida de entierro se preparaba en la casa del difunto. Para ello se contrataba una cocinera de la villa (Donibane-Garazi) a la que ayudaba una vecina, que tuviera el hábito de cocinar y dispusiera de tiempo. La cocinera contratada acudía de víspera para desplumar las gallinas y preparar las legumbres.

Al comienzo de la comida se hacía la señal de la cruz y, si estaba presente un sacerdote, bendecía la mesa.

El menú habitual comprendía oilo-salda (caldo de gallina), haragia tomatiarekin (carne cocida con tomate); ahatxiki errakia (asado de ternera) o oiloa irrisarekin (gallina con arroz), el asado se servía acompañado de lursahar fritakiekin eta ensalada (patatas fritas y ensalada); gasna eta irrisa esnean (queso y arroz con leche). Hacia 1920 se introdujo la crema, esne-opila. Se terminaba con café y un licor digestivo: aguerdienta, aguardiente o ron.

Normalmente se consumía carne salvo que el día de la comida de entierro cayera en viernes o en los días de ayuno de Semana Santa (miércoles, jueves, viernes y sábado santos). En tales fechas, el menú consistía en ilhar-salda (sopa de legumbres), arroltziak ilhar salsa edo tomatiarekin (huevos con guarnición de alubias blancas o con tomate), o sardinas en aceite; crema o arroz con leche; café y copa de licor.

Terminada la comida, un hombre se levantaba y decía las oraciones juntamente con todos los asistentes: Aita gurea, Agur Maria y Requiero. Después recogía de los comensales dinero para misas. Todavía se sigue haciendo esta colecta aun cuando la comida tenga lugar en el restaurante. En otros tiempos era el sacristán quien dirigía la oración.

Aquéllos que estaban poco afectados por el duelo, sobre todo las personas de cierta edad, continuaban en la mesa.

Ezpeize-Ündüreiñe (Z)

En esta localidad suletina se regresaba a la casa mortuoria para la comida llamada kolazionea o ehortzeko aphaila; la primera de estas denominaciones estaba reservada para designar la comida funeraria.

Tomaban parte en ella: la familia, los cuatro vecinos, el carpintero, el cura, el chantre y los cantores. Si además se quería mostrar agradecimiento a alguna otra persona, se le invitaba particularmente; esta participación la hacía un hombre o una mujer de la casa.

La comida consistía en gallina, que las vecinas habían desplumado de víspera, y tomate; no se servían legumbres; el cocido llegó más tarde. Después de la guerra (1945), se introdujo el asado de carne, róti. El plato de gallina estaba precedido de sopa de fideo y seguido de queso y café. Se bebía vino.

Estas comidas de entierro, a pesar del dolor de la familia, eran pequeñas fiestas que a menudo acababan en cierto ambiente de euforia. Una vez concluida, el sacerdote o un vecino decía una oración y abandonaba la mesa pero los convidados permanecían en ella. En otros tiempos, estas colaciones atraían a mucha más gente que hoy y, por el contrario, actualmente son más los que acuden a las exequias por los medios de transporte con que se cuenta.

A los gitanos, bohemiens, que venían a mendigar se les daba de comer generosamente este día.

Antiguamente, la comida de entierro, kolazionea, tenía lugar en el zaguán, ezkaratzian, de la misma casa, es decir en el caserío o en la borda, cuyos muros se cubrían con sábanas blancas sin decoración vegetal, a diferencia de las comidas de boda. Posteriormente pasaron a celebrarse en un restaurante del pueblo. Actualmente se ha vuelto a la casa pero el ágape que ofrece la familia es mucho más sencillo; consiste en salchichón, paté casero, vino, queso y café.

Basabüria (Haute Soule)

En la década de los años treinta, el Dr. Jauréguiberry describía así la comida funeraria de la casa Etchebestia ubicada en la mensajería (= demarcación territorial) de Basabüria en el Alto Zuberoa[1].

Después de las exequias fúnebres, en pequeños grupos los invitados se encaminaban hacia Etchebestia donde les aguardaba la comida funeraria. En la sala, ezkatza, sobre unos caballetes el carpintero había dispuesto dos mesas largas. Los hombres se colocaban a un lado y las mujeres al otro.

Habían sacrificado un cordero para la ocasión; el menú clásico se componía de sopa de cordero (aharki-salda) y cordero cocido (aharki egosia), con tomate (comida preferida de los pastores en nuestro país). Si fuera día de abstinencia se serviría bacalao en salsa blanca y sopa de cocido de alubia. Una comida frugal en suma, como para desmentir el viejo dicho: Hila lurpera, biziak asera (El muerto al hoyo y el vivo al bollo).

Sin embargo, el vino se servía a discreción. Los vecinos recorrían las mesas atentos a reponer las botellas vacías. De cuando en cuando se les oía estimular a los poco bebedores: Edazie! (Bebed). Los ánimos se iban caldeando un poco. No obstante, la conversación se mantenía en un tono comedido y moderado que giraba en torno al difunto. Circulaban las anécdotas en las que había sido protagonista, muchas de ellas divertidas o sensatas. El difunto dejaba una reputación de haber sido un hombre recto y de trato agradable, zuhur eta xothil.

Pasadas unas dos horas, se servía el café. En ese momento el chantre se levantaba, se santiguaba y cuando los asistentes también lo hacían, anunciaba: «Por el reposo del alma del que nos ha acompañado hasta su última morada vamos a rezar dos Pater Noster, dos Ave Maria y un Requiem».

Estas oraciones eran recitadas a media voz y el chantre proseguía: «Por el descanso de las almas de todos aquéllos que han salido de esta casa: dos Pater Noster, dos Ave Maria y un Requiem».

«Por las almas del Purgatorio: un De Profundis...»

«En honor de la Santa Trinidad: tres Gloria».

«Por aquél de entre nosotros que vaya primero: Un Pater Noster, un Ave Maria y un Gloria».

Las oraciones eran rezadas por todos los convidados, sirvientes y cocineras. Para terminar, el chantre añadía: «Que Dios nos conceda la gracia de reunirnos todos un día en la gloria celestial».

Era la señal para que las mujeres se retiraran tras despedirse de la familia. A los hombres se les rogaba que volvieran a sentarse y que continuaran haciendo los honores al excelente vino de la casa. En un ambiente agradable y algo acalorado se retomaban las conversaciones cuyo tema principal era los asuntos del pastoreo propios de Basabüria.

Aria (N)

En Aria, hasta finales de los años sesenta, los familiares solían agasajar a los parientes y amigos venidos de fuera con un espléndido ágape. La razón de la comida de entierro, hilarioko bazkaria, era que los funerales se celebraban por la mañana. Se ofrecía en la casa del difunto y para la ocasión la mayoría solía contratar los servicios de una cocinera.

El menú era siempre parecido, aunque se introducían pequeñas variaciones acordes con las posibilidades económicas de cada familia. He aquí algunos ejemplos: sopa de fideo; una ración de gallina o pollo; queso y fruta; café y copa. Otra variante podía consistir en sopa de cocido; verduras o garbanzos; carne de cocido; cordero u oveja en menestra (al chilindrón); natillas; café y copa. O también: sopa; estofado de oveja con ensalada; bizcochada; café y copa.

La comida se prolongaba hasta el atardecer y se consideraba un buen motivo para reunir a la familia en sentido amplio.

Actualmente la comida se prepara solamente para la familia doméstica y algunos parientes. En ocasiones, se invita a los vecinos que han ayudado en los actos fúnebres. Si la familia recibe visitas por la tarde, se prepara una pequeña merienda consistente en café, pastas y licores.

Allo (N)

En Allo, en la actualidad (1990), los entierros se celebran por la tarde -entre cuatro y siete, según la estación-; pero hasta hace veinticinco años la costumbre era celebrarlos por la mañana, alrededor de las once. En estos casos, a los familiares que llegaban de fuera se les obsequiaba con una comida.

El banquete tenía lugar en la casa del difunto y lo preparaba alguna vecina o allegada a la familia. El menú consistía en ensalada, menestra de verduras, sopa de cocido con garbanzos y pollo, conejo o cordero asado, además de los postres, cafés y licores.

La sobremesa se prolongaba porque, al ser tan escasos los medios de transporte, muchos familiares no se veían más que en estas ocasiones aquí conocidas como «la novedá de tu padre», «del abuelo», etc. Al despedirse, se solía decir: «Hasta otro, que Dios quiera que tarde mucho en llegar». Si las personas eran mayores se despedían «Hasta el Valle de Josafat», que era como despedirse hasta la otra vida.

A esta comida, que nunca se servía fuera de la casa mortuoria, se invitaba a los sacerdotes que habían tomado parte en el funeral; con frecuencia también al sacristán y a la señora encargada de los preparativos del entierro; pero estos últimos comían en la cocina.

Mezkiriz (N)

En Mezkiriz, la celebración de la comida funeraria, ileri-bazkaria, se hacía en este contexto descrito por la informante Perpetua Saragueta:

«Orduen juaten da ilaren etxera eta ematen zute bazkaltzera; ni ez naiz egundeiño bazkaltzen gelditu neure erri berean baiño. Ilerie bertze erri batean balin baze eta aideak eta dei egin bazigute juaten nitze, eta nik uste izen dut arront berdina zela bazkaria.

Deitzen ze ileri-bazkaria eta ianariak ebek zire: fideo-zopa, aragi saldarekin egina, txitxirioa ongi egosi eta egina. Aragi egosia ateratzen zute pla ter batean eta tomate frexitue bertze batean, naasi gabe, bakotxak egin zezan nai zuena. Eta gero tzikiro enea, eta gero arroza esnearekin egosia, bazkalondokoa edo postrea. Eta gero aketa edo kafea anis edo koñak nai zutenendako.

Errea ian baiño leen egiten zire otoitz batzuk: leenik, orduko ilarendako, gero aren aita eta amarendako, gero etxe artako il ziren animendako, erri artan il ziren guziendako eta ondar [rean] aite gurea gindeudenetan leemexiko il bear zuenarendako.

Otoitz ebek ematen zitue apez bat balin baze arek eta bertzelaz gizonen artean aiderik urbilenak. Nere etxeko aitatxik egin ornen zitue bere goiñatu baten ilari-bazkarian eta bera il omen ze urbilena, eta laister gaiñera alborengo edo pulmonia deitzen den eritasunaikin. Eta nere aitari ere bertze ainbertze: bere arreba baten senarra, gaiñera barridea, il ze eta nere aitak eginaalak egin zio bere arrebari. Berak egin zitue egiten ziren otoitz guziak eta utzi gabe ondar aitegurea an ziren guzietan leenik il bear zuenain animarendako eta bera juan ze leemexiko. Egun ura ze azaroain amalauean eta abenduaren amalauean il ze. Erri ebetako oitura delakoz errezatzen da»[2].

(Después de la inhumación se regresaba a la casa mortuoria donde habían preparado una comida. Yo no he participado en ninguna comida fuera de mi propio pueblo, si bien solía acudir a los funerales de otros pueblos si nos lo comunicaban los parientes. Creo, con todo, que esta comida era siempre muy parecida.

Recibía el nombre de ileri-bazkaria y estaba compuesta de estos alimentos: sopa de fideo hecha con caldo de carne, garbanzo bien cocido; la carne cocida se servía en una fuente y el tomate frito en otra, sin mezclarlos, para que cada uno se sirviera a su gusto; después carnero asado y, de postre, arroz con leche. Por fin café y anís o coñac para los que lo deseasen.

Antes de comer el asado se rezaban varias oraciones; en primer lugar por el recién fallecido, después por los padres del difunto, a continuación por las almas de los muertos de la casa y por todos los fallecidos del pueblo; para terminar se decía un padrenuestro por el primero que fuera a morir de los presentes.

Estas oraciones las recitaba un sacerdote si estaba presente y en su defecto el pariente varón más cercano al difunto. Mi abuelo de casa las recitó en la comida de funeral de un cuñado suyo y él fue el primero que murió y bien pronto, por cierto, a causa de una pulmonía. Lo mismo le ocurrió a mi padre; murió el marido de una hermana suya que además era vecino y mi padre hizo lo imposible por ayudar a su hermana. Ofreció todas las oraciones acostumbradas sin omitir el padrenuestro final por el alma del que hubiera de morir primero de entre los presentes y también resultó ser él el primero en morir. Aquel día era un 14 de noviembre y murió el 14 de diciembre. Estas oraciones se hacen según la costumbre de este pueblo).

Berastegi (G)

En Berastegi, antaño, cuando los funerales se celebraban a media mañana y no había las facilidades de comunicación actuales, los parientes que desde otros pueblos llegaban a tomar parte en el funeral, eran invitados a comer por la familia del finado. Junto a estos familiares forasteros acudían también los familiares que vivían en los caseríos del pueblo.

La mayoría de estos ágapes se efectuaban en la fonda del pueblo y los presidía el viudo, hijo, hermano o principal deudo. Antes de comer, todos puestos en pie, rezaban un Padrenuestro, Aita gurea, por el alma del finado. El menú era corriente: sopa, potaje, casi siempre de garbanzos y carne; postre, café y copa. La cuenta corría íntegramente a cargo de la familia del difunto.

Existía una segunda comida, la de los clérigos que procedentes de las parroquias circundantes de Elduaien, Berrobi, Belaunza, Ibarra y Leaburu llegaban a Berastegi a celebrar una de las misas de «a tiempo». Estos sacerdotes, junto con el párroco y el coadjutor, comían en la casa rectoral. El plato obligado era pollo asado, ollasko errea. En ocasiones, el «simonero» mayor, esto es, el jefe de los monaguillos parroquiales, también tomaba asiento en esta mesa.

Elosua (G)

El día del entierro, tenía lugar una comida, entierro-bazkaixa, en la casa mortuoria. A ella se invitaba a los familiares del pueblo y a los parientes que habían acudido de fuera, erri ta kanpoko senidiak, así como a los vecinos del barrio y al sacristán. Este, que presidía la mesa, antes de comer rezaba el Pater Noster por el difunto.

La comida consistía en saldia (sopa), azia odolostiakin ta garbantzua (garbanzos con berza y morcilla), okela piperrakin edo tomatiakin (carne con pimientos o tomate), arroz con leche o cuajada, gatzatua. Vino, café y licores.

A los nueve días del entierro tenía lugar «el día de las honras», ondra-eguna. A ellas acudían también los parientes que eran obsequiados con su correspondiente comida, ondra-bazkaixa, en la casa del difunto.

La comida de entierro desapareció hacia 1965 cuando los funerales comenzaron a celebrarse por la tarde.

Abadiano (B)

Por lo que recuerdan los informantes, la comida de entierro, entierro-bezkeijje, tenía lugar en una taberna del pueblo.

En ella tomaban parte aquellos parientes y vecinos a quienes correspondía sacar la misa, mezako zirenak, además de los portadores del féretro, anderuak, y el porteador de la cruz, kurutzerue.

Tras el funeral, uno o dos vecinos se situaban en la puerta de la sacristía para comunicar a los que acudían allí a depositar el estipendio para la misa, el lugar donde se iba a celebrar la comida.

El menú consistía normalmente en un cocido de garbanzos servido con berza; carne con tomate o bacalao y fruta. No estaba prohibido consumir carne.

Tanto al comenzar como al terminar la comida se rezaba alguna oración, generalmente un Pater Noster. Era más frecuente hacer el rezo al inicio del banquete.

La mayoría de las familias organizaban la comida de entierro pero había quienes prescindían de ella; en estos casos, preparaban una comida para los porteadores del féretro y de la cruz.

Actualmente, los funerales se celebran por la tarde, de forma que la gente pueda acudir después del trabajo. En ocasiones tienen lugar al mediodía de los domingos y días festivos. En estos casos, así como en la misa de salida que se celebra al domingo siguiente al entierro, la familia invita a los parientes a tomar un refrigerio en una taberna del pueblo. Esta costumbre es reciente y no es general.

Zeanuri (B)

Durante la primera mitad de este siglo, la comida de entierro, intierruko bazkarie, tenía lugar en la casa mortuoria después de la conducción del cadáver y de los funerales que ocupaban toda la mañana. Tras la misa de entierro se celebraban otras dos misas de honra con sus respectivos Nocturnos previos. La comida estaba destinada a los parientes del pueblo o de otros pueblos que habían acudido hasta la casa mortuoria al acto de levantamiento del cadáver y formaban el grupo familiar, senitartea, en la comida fúnebre. Estos parientes juntamente con los vecinos más próximos eran los únicos que asistían a las dos misas de honra.

Una o dos vecinas con algún familiar preparaban la comida que consistía generalmente en sopa, cocido de garbanzos con berza, carne de gallina o pollo y arroz con leche. Se bebía vino. Era similar a las comidas festivas sin que llegara a ser como la de una boda.

No participaban en ella los llevadores de la cruz y del féretro, andariek. La familia solía encargar para éstos en una taberna próxima a la iglesia un refrigerio de higos o queso con pan y vino.

El que presidía la mesa, la bendecía haciendo los rezos habituales, añadiendo «Gaur joan danen alde», por el que se nos ha ido hoy, Aita guria, Agur Maria y Requiem.

A partir de los años cincuenta, y aún antes, algunas familias comenzaron a encargar esta comida en alguna de las fondas o tabernas del pueblo.

La costumbre general de las comidas de entierro desapareció a mediados de la década de los sesenta. Uno de los informantes recuerda que a la muerte de su padre en 1963, los parientes se reunieron a comer en la casa natal de Arraldi; en cambio a la muerte de su madre cuatro años más tarde, en 1967, la casa no celebró ninguna comida.

Actualmente, los entierros y funerales tienen lugar generalmente por la tarde. A los parientes que acuden después del funeral a la casa mortuoria la familia les obsequia con un refrigerio.

Ribera Alta (A)

La comida de entierro se celebraba en la casa del difunto y no se le daba ningún nombre especial. Es uno de los aspectos que, sobre el tema de la muerte, más recuerdan los encuestados. El dicho «el muerto al hoyo y el vivo al bollo» expresa con claridad la realidad de la época.

Todas las familias convidaban a una gran comida a los familiares y amigos que habían llegado para el entierro desde otros pueblos.

El primer plato se componía de sopa y garbanzos; el segundo, gallina o cordero guisado. En algunas familias se tomaba café; en otras estaba prácticamente prohibido. Lo normal era que, a excepción del vino y del café, los alimentos procedieran de la propia casa mortuoria; se solían matar varias gallinas e incluso, en ocasiones, algún cordero.

No era muy habitual la matanza doméstica de animales, a excepción del cerdo. Por esta razón el sacrificio de dos o tres gallinas junto con un cordero, la compra de dos o tres pellejos de vino y la elaboración de muchas otanas de pan (el pan y el vino se destinaba también al reparto de «la caridad» entre todos los asistentes al entierro) suponían un gasto considerable para la familia del difunto.

De todos modos, a partir del momento en que se producía el fallecimiento de un familiar, sus allegados comenzaban a preparar la comida con la que iban a invitar a los familiares que llegaran de fuera.

Antes de comenzar a comer se hacían las mismas plegarias que habitualmente se rezaban en familia pero no se concluía la comida con oraciones.

Salvatierra (A)

Después del funeral tenía lugar en la casa mortuoria una comida sencilla. En ella participaban los de la casa y los familiares venidos de fuera para asistir al entierro. En casos contados se invitaba a la amortajadora.

Antes de empezar a comer se rezaba por el alma del difunto. Los comensales se sentaban en forma familiar sin guardar un orden especial. En las anejas de la villa eran los mozos del pueblo quienes servían la comida.

El menú consistía en sopa, garbanzos con berza, carne con tomate o carne guisada. De postre, pasas y queso. Se bebía vino pero no se servía café ni copas ni cigarros puros.

No se ha estilado hacer comidas de entierro fuera de la casa mortuoria. En algún caso, debido al gran número de asistentes, se ha celebrado en un restaurante.

Actualmente los entierros y funerales son normalmente por la tarde y la comida y los refrigerios han caído en el olvido. No se acostumbró en esta villa dar refrigerios a los asistentes al funeral.


 
  1. D. JAUREGUIBERRY. “Un enterrement en Haute-Soule” in Gure Herria, XIX (1939) pp. 62-63.
  2. Perpetua SARAGÜETA. “Mezkirizko etxe barnea” in AEF, XXXI (1982-1983) p. 48.