Lavado y amortajamiento

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En la sociedad vasca han sido los vecinos, auzokideak, los responsables de atender a la familia en la que se producía una muerte. Actualmente se ofrecen en tales circunstancias pero tímidamente «por respeto y por no molestar». Cuando se solicita su presencia nadie rehúsa.

En los caseríos de Elgoibar (G) eran los primeros vecinos quienes se ocupaban de todo lo relacionado con el fallecimiento mientras que en la zona urbana esta obligación se diluía y tenía que hacer frente a tales menesteres principalmente la familia. En Elosua (G) la primera vecina, etxekona, asumía su papel de papel de vecindad ante la muerte.

Por norma general el amortajamiento ha sido labor de mujeres. La primera vecina requería en muchas ocasiones la ayuda de algún hombre o de otras vecinas para moverlo y acondicionarlo adecuadamente.

En el País Vasco continental, de ordinario, era la primera vecina, lehen auzo, la que se ocupó hasta la segunda guerra mundial aproximadamente, de lavar el cadáver, hilen garbitzia (Arberatze-Zilhekoa-BN), y de amortajarlo, hilen beztitzea.

En Liginaga (Z), al morir una persona sus familiares suspenden los trabajos, cierran las ventanas de la casa y comunican la noticia al vecino más próximo auzolehena, el cual viene a amortajar al difunto[1].

No siempre la lehen auzo tenía valor para cumplir con esta tarea. Frases como «denek ez dute balio» (Aria-N) o el equivalente «no vale cualquiera», o «hace falta valer y valor» reconocen que amortajar es de valientes, de personas con coraje y «maña» especiales. Se ha visto por ello con comprensión que la primera vecina delegase su obligación o se dejase ayudar por las amortajadoras, hil beztitzale o habilleuses de la mort. Así se constata en Gamarte y Lekunberri (BN), Bidarte, Beskoitze, Ziburu, Hazparne, Sara (L) y Zunharreta (Z).

Amortajamiento con hábito blanco. Elosua (G), 1990. Fuente: Miren Goñi, Grupos Etniker Euskalerria.

En Etxebarre (Z) el lavado del cadáver estaba al cuidado de las vecinas, generalmente la primera y la segunda. Algún familiar podía estar presente pero sin que tocara el cadáver.

En Izpura (BN) la figura de la amortajadora, hil-beztitzalia, se mantuvo hasta los años cincuenta. Un informante de la localidad, que ejerció el oficio de carpintero durante muchos años y en su condición de tal fabricó féretros, recuerda que una de estas mujeres al realizar su labor de amortajamiento depositaba siempre tres gotas del cirio bendecido alrededor del ombligo del difunto.

En otras localidades donde las obligaciones de vecindad estaban más diluidas, se recurría directamente a las amortajadoras. Es el caso de Amézaga de Zuya, Berganzo, Ribera Alta, Salvatierra, Valdegovía (A); Bermeo, Soscaño-Carranza, Durango (B); Allo, Artajona, Monreal y San Martín de Unx (N). También en Altza (G) había personas especializadas en amortajar. A esta labor se llamaba illa bestitu / beztitu (Honda rribia, Oiartzun-G, Aria, Goizueta-N), illa jantzi (Kortezubi-B, Altza, Arrasate-G). En Meñaka (B) se denomina illek jaztea a tal operación.

En Ezkurra (N), en la década de los años treinta, se ocupaba de amortajar, beztittu, siempre una mujer que recibía a cambio una camisa del difunto y 2 pesetas[2]. En Ziortza (B) la amortajadora, bestizalea, cobraba dos pesetas y el mantenido del día[3]. En Aramaio (A), en la década de los años veinte, se pagaba una peseta a la que limpiaba el cádaver, ille-jartzailea.

No faltan casos en que el amortajamiento lo realizaba la misma comadrona, emagina. Por ejemplo en Baigorri (BN); en San Román de San Millán (A) hasta 1940; en Durango (B); en Arrasate (B) y en Otxagabia (N).

También se ha ocupado del amortajamiento y lavado, como sigue ocurriendo en la actualidad, alguna vecina del barrio, normalmente la más habilidosa y valiente sin que sea la primera vecina necesariamente (Azkaine-L, Abadiano-B, Beasain, Berastegi-G, Mélida, Obanos-N). En Soscaño-Carranza (B) existían las llamadas personas entendidas para amortajar. En Oiartzun (G) en la vecindad había personas que gustosas se prestaban a la caritativa obra de amortajar; se les llamaba bestitzaliik.

En Murelaga (B) una mujer de la propia casa si tenía valor, o una vecina que se hubiera ofrecido, se encargaban de amortajar el cadáver[4].

También eran de la familia los que amortajaban en Aduna (G) si no se prestaba otro: «besteik ezian, etxekuak aritzen Jira»[5]. En Lekunberri (N), amortajaban al difunto los de su casa, etxekoak.

En Alava es donde tradicionalmente ha intervenido más la familia en la preparación del cadáver, ayudados a veces -como queda dicho- por amortajadoras o vecinas. En Apodaca se solía hacer cargo algún familiar religioso, ayudado por los mozos quienes asumían un papel muy importante en estas circunstancias.

En ocasiones los de la casa seguirán de cerca los movimientos de estas «expertas» (Ziburu, Sara-L Barkoxe--Z, Pipaón A, Carranza B, Aoiz, Eugi, Izal, Monreal, Sangüesa y Viana N). Dichas personas expertas, en el caso de Plentzia (B) Elgoibar (G) y Obanos (N), pueden ser hombres independientemente del sexo del difunto.

Donde se tenía en cuenta el sexo del difunto era en algunas localidades del País Vasco continental ya que «si es varón son los hombres los que se ocupan de ello y si es mujer, las mujeres». En Oragarre (BN) se ha recogido que era el primer vecino el encargado. También en Artziniega (A) era el carpintero o su mujer -según el sexo del difunto- quien llevaba a cabo la tarea. Y en Amorebieta-Etxano (B) donde si se trataba de un hombre eran los porteadores, andariak, quienes se ocupaban de amortajarlo. En Zugarramurdi (N) si el muerto era hombre lo amortajaba un hombre acompañado de alguna mujer y si era mujer, lo hacían las mujeres.

Como excepcional se pueden citar los casos de Amezketa (G), donde el amortajamiento beztitu se ha considerado propio de hombres y lo hacían los vecinos, auzokoak, ayudados por los familiares del difunto y Ullíbarri-Gamboa (A) donde también era un hombre el que amortajaba.

Actualmente puede decirse que son las familias las que hacen frente a las labores de amortajamiento sirviéndose de profesionales sanitarios o funerarios sin que el vecindario se retraiga cuando se requiere su ayuda.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: en Liginaga (Laguinge)” in Ikuska, III (1949) p. 33.
  2. José Miguel de BARANDIARAN. “Contribución al estudio etnográfico del pueblo de Ezkurra. Notas iniciales” in AEF, XXXV (1988-1989) pp. 59-60.
  3. AEF, III (1923) p. 23.
  4. William A. DOUGLASS. Muerte en Murélaga. Barcelona, 1973, p. 40.
  5. AEF, III (1923) p. 74.