Reparto de las ofrendas a los niños

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La asistencia de niños a la iglesia el día de Difuntos solía ser numerosa, al menos así se ha constatado en un buen número de poblaciones encuestadas, ya que había costumbre de realizar un reparto de las ofrendas de pan y a veces del dinero de los responsos en la que los chiquillos siempre se llevaban alguna parte. Esta costumbre también se llevaba a cabo en Todos los Santos.

En Allo (N) terminadas las misas del día de Almas se repartía una parte de los responsos a la chiquillería que solía esperar impaciente en el pórtico a los gritos de «¡Que salgan, que salgan!» Al aparecer los curas en el atrio el regocijo subía de tono, entonces procedían a tirar a la repucha la parte de los ochavos que les había correspondido en la colecta; por esta razón era conocido el día como de los ochavicos.

En Monreal (N) el pan de almas que se llevaba el día de Almas a la iglesia, al finalizar los oficios se regalaba a los chicos.

En Améscoa (N) a principios de este siglo el cura repartía el pan de ofrenda aportado por las familias pudientes el día de Animas a todos los niños del pueblo en la sacristía después de la misa y los responsos. Según un informante «no faltaba a este reparto ni un chico y aquel pan parecía tener algo especial»[1].

En Eugi (N) el día de Animas el ama del cura, txerbitxeri, repartía entre los niños de la escuela durante el recreo, los bollos de pan que habían sido ofrendados por las familias del pueblo.

En Lezaun (N) el día de Animas se troceaban los panes que algunas mujeres habían ofrendado el día anterior, Todos los Santos, para dárselos a los niños y niñas de la escuela. En la década de los años sesenta se abandonó esta práctica.

En Obanos (N) y Zerain (G) el día de Difuntos se repartía el pan entre los niños, que ese día tenían media fiesta en la escuela.

En Gatzaga (G), tanto el día de Difuntos como el de Todos los Santos se repartía el pan de ofrendas entre los niños adultos asistentes a la ceremonia litúrgica[2].

En Aramaio (A) el día de Todos los Santos, el sacerdote distribuía en ocasiones el pan de ofrenda entre los niños de la catequesis.

En Lagrán (A) por Todos los Santos tras la misa mayor se repartían algunas tortas de pan entre los chicos asistentes. Al día siguiente se hacía otro tanto.

En Galarreta (A) era costumbre el día de Animas que los niños del pueblo pasasen a la sacristía después de la función a recibir un pedazo de pan y diez céntimos que el cura les daba a cada uno[3].

En Carranza (B) asistían a misa muchos niños y niñas, desde el hijo del más rico al del más pobre; tras la misa, en el pórtico de la iglesia o a la puerta de la casa del cura, se repartía el pan recogido entre los niños, después de rezar por los pobres del pueblo. La alegría de los niños al recibir las roscas o el zoquete de pan, y el gusto con el que lo comían era extraordinario, sabiéndoles a todos excelente, aunque fuese peor que lo que algunos comían en sus casas[4].

En Alboniga (Bermeo-B) en ocasiones, parte de los panes que se ofrendaban el día de Todos los Santos se repartían entre los niños.


 
  1. Luciano LAPUENTE. “Estudio etnográfico en Améscoa” in CEEN, VIII (1971) p. 123.
  2. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 423.
  3. AEF, III (1923) p. 61.
  4. Nicolás VICARIO DE LA PEÑA. El Noble y Leal Valle de Carranza. Bilbao, 1975, p. 306.