Paradas del cortejo fúnebre. Itxoinaldiak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En el camino que se recorría desde la casa mortuoria a la iglesia, sobre todo en las localidades de población dispersa en las que el trayecto era largo, fue común el que la comitiva realizara una o varias paradas. Algunas, como ya se ha descrito en el levantamiento del cadáver, tenían lugar en las casas de acogida o puntos de encuentro donde el clero, familiares y vecinos recibían a la pequeña comitiva proveniente de la casa del difunto y se organizaba el cortejo completo hasta la parroquia.

Las paradas que se describen en este apartado son las que se hacían en las encrucijadas del camino para rezar responsos por el difunto. Se aprovechaban también para que descansara la comitiva, sobre todo los anderos que con frecuencia se relevaban. Servían asimismo para que las personas de las casas próximas afluyeran a dichos puntos y se agregaran al cortejo.

Estos descansos se hacían preferentemente en los cruces de los caminos y en las encrucijadas en que el camino funerario desembocaba en el camino vecinal al que accedían las rutas de otros barrios y desde donde la vía a la iglesia era ya única. En estos cruceros había a menudo erigidas cruces•de piedra, madera o hierro.

En algunas localidades también existió la tradición de realizar paradas al pasar junto a una ermita o una cruz. Lo mismo ocurría cuando la comitiva se encontraba a la altura de las parroquias de otros barrios.

A veces, en el lugar en que se efectuaba la parada, se colocaba una mesa donde se hacía descansar el féretro. De no ser así, se dejaba el ataúd posado en el suelo.

Fue común en el medio rural el realizar una parada cerca de la parroquia y aprovecharla para cambiarse de ropa y calzado. Generalmente, la última parada tenía lugar en la puerta de la iglesia donde, previo el rezo del responso, se procedía, según los tiempos y las costumbres, a trasladar el cadáver al cementerio, a dejarlo en el pórtico mientras duraran las exequias fúnebres o se introducía en el templo para celebrar el funeral de cuerpo presente.

En la mayoría de las localidades de poblamiento concentrado o donde las casas no estuvieran alejadas del casco urbano, los informantes no recuerdan que se realizaran paradas durante la conducción.

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Para el agrupamiento de localidades se ha tenido en cuenta dónde se realizaban las paradas y lo que se hacía durante las mismas, para acabar con los lugares en que no se llevaban a cabo.

En Artziniega, Aramaio, Llodio (A); Abadiano, Amorebieta-Etxano, Barakaldo, Bedia, Bermeo, si la comitiva procedía de zona rural, Berriz, Busturia, Carranza, la comarca de Encartaciones[1], Gorozika, Kortezubi, Lezama, Murelaga, Meñaka, Marga, Muskiz, Orozko, Trapagaran, Zeberio, Ziortza (B); Aia, Garagarza-Arrasate, Gatzaga[2], Elgoibar, si el cortejo provenía de zona rural, Oiartzun, Zegama, Zerain, Zumaia (G); y Goizueta (N), se ha constatado que la comitiva paraba en los cruces de los caminos, aprovechando el descanso para decir responsos y rezar. Además, en las localidades de Aramaio, Berriz, Barakaldo y Elgoibar, en algunas encrucijadas de los caminos había cruces donde la parada era obligatoria y se rezaban responsos.

En Abadiano (B), Amezketa, Bidegoian, Elosua y Garagarza-Arrasate (G) se ha recogido que si el camino a recorrer era mucho por estar la casa alejada, las paradas tenían lugar en caseríos o puntos concretos del recorrido donde se decían responsos. En Ezkio y Urnieta (G) además, aprovechaban el alto en el camino para relevar a los anderos.

En Aoiz (N) se hacían paradas para el cambio de anderos que servían a la vez para el rezo de responsos y en Ribera Alta (A) ocurría lo mismo sólo cuando el ataúd era transportado de un pueblo a otro.

En Allo y San Adrián (N), localidades de población concentrada, se hacían paradas en el recorrido por las calles y durante ellas se rezaban responsos.

En Amézaga de Zuya, si la casa mortuoria estaba alejada, Gamboa, Llodio, Moreda (A); Portugalete (B); Beasain, (G); Eugi, Monreal, Murchante, Sangüesa (N) y Azkaine (L), las paradas de la comitiva tenían como única finalidad relevar a los anderos.

En Galarreta, Mendiola, Ribera Alta (A); Lemoiz (B); Berastegi, Elgoibar (G); Aria, Artajona, Garde, Izal, Lekunberri, Melida (N); Armendaritze, Gamarte, Heleta, Lekunberri (BN); Hazparne (L); Ezpeize-Undüreiñe y Urdiñarbe (Z) no se realizaban paradas durante la conducción del cadáver.

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En Berriz (B), en tiempos pasados, el cortejo se detenía en todas las encrucijadas que encontraba en su camino de la casa a la iglesia. El cura rezaba el responso Memento mei, .peos. El presidente del duelo besaba el pie del crucifijo que llevaba el sacristán y la mano del sacerdote al final del paternóster de cada responso. En casi todas las encrucijadas de la localidad existían cruces, bien de piedra o más pequeñas, de hierro, sostenidas por columnas de piedra[3].

En Aramaio (A), además de la costumbre de hacer paradas, acompañadas de rezos, en los cruces de los caminos del recorrido entre la casa y la iglesia, se hacía un alto para rezar en el punto convenido para hacer el intercambio de cruces. Este lugar era una encrucijada concreta del camino donde había una cruz de cemento o de madera sobre base sólida, de unos dos metros de altura. Consistía el acto en que el sacristán que presidía el cortejo llevando la cruz pequeña, kurtze txikixe, intercambiaba con el monaguillo otra más grande.

En Carranza (B), antiguamente, en los lugares acostumbrados se rezaban varios responsos que consistían en un paternóster recibiendo el sacerdote de los fieles algunos ochavos. A la vez se aprovechaba para dar un descanso a los que conducían el cadáver y a la comitiva. Más tarde, hasta entrados los años sesenta, se mantuvo en el Valle la costumbre de hacer paradas, generalmente en los cruces de caminos. Dependiendo de la distancia que hubiera de la casa a la parroquia se hacían dos, tres y hasta cuatro paradas. El cortejo se detenía también a la altura de las iglesias de las parroquias vecinas. Cuando se hacía el alto, el sacerdote rezaba un responso y los portadores de la caja descansaban o aprovechaban la ocasión para turnarse. Si lo llevaban en andas, lo dejaban en el suelo y, si el féretro era llevado a hombros, a veces los monaguillos cargaban con dos sillas de la iglesia para apoyar el ataúd durante la parada. En el barrio de San Esteban existió la costumbre de colocar sendas velas encendidas a cada lado de la caja, durante el tiempo que durara la parada.

En Orozko (B), la comitiva se detenía en las encrucijadas de los caminos, bidekurtzea, para rezar un responso, paternosterra errezetearren. En estos puntos algunas personas se iban incorporando al cortejo fúnebre. Se hacían paradas similares al pasar por delante de las ermitas.

En Trapagaran y Ziortza (B), en otro tiempo, la comitiva se detenía en todos los cruces de camino existentes entre la casa del difunto y la iglesia y, mientras se hacía dicha pausa, se rezaba un paternóster. También en Bedia (B), el cortejo se paraba en las encrucijadas. El cuerpo era bajado al suelo y se rezaba un paternóster. En Oiartzun (G), además de las paradas obligatorias en los cruces, al llegar la comitiva a la calle se aprovechaba para rezar por el alma del difunto.

En Kortezubi (B), antiguamente, el cortejo fúnebre paraba en el camino siempre que tropezaba con una persona que pidiera el rezo de un responso. Se detenía también en todas las encrucijadas y bifurcaciones de los caminos en los que también se rezaban responsos y descansaban los anderos[4].

En Llodio (A), en los cruces de los caminos, al tiempo que paraba la comitiva para que los anderos descansaran, algunos vecinos depositaban dinero en el bonete del sacerdote para que rezara responsos. Al pasar junto a una ermita, el encargado de ella tocaba las campanas hasta que el cortejo desapareciera de su vista.

En Abadiano (B), el primer responso se rezaba en la casa del difunto. Después, el cortejo se detenía en todas las cruces que encontraba por el camino así como en las ermitas y el sacerdote rezaba un paternóster mientras los anderos mantenían el féretro a hombros. Si la casa del fallecido quedaba lejos de la iglesia, se designaba otra más próxima a ella que preparaba una mesa a la entrada donde se colocaba el ataúd. En este punto el sacerdote rezaba un paternóster y la comitiva descansaba unos instantes. Según el lugar de procedencia, la casa asignada desde antiguo era una u otra. Así, los de Urkiola hacían la parada en Olondo y los de Sagasta en Bidekoetxebarri.

En Amezketa (G), si el recorrido era largo, la comitiva se paraba en uno o varios caseríos. Los que vivían en estas casas colocaban una mesa en el exterior para depositar el féretro. Tras descansar un rato, se rezaba el responso y se continuaba la marcha. La única parada fija se hacía cerca de la iglesia para que la gente se cambiara de calzado.

En Garagarza-Arrasate (G), si en el camino por el que se hacía la conducción había alguna casa, en ella paraba la comitiva y descansaban los anderos, mientras el sacerdote rezaba las preces. Para ello, los que vivían en los caseríos que se encontraban en la ruta, con antelación se preocupaban de preparar una mesa cubierta de un paño negro, un vaso con agua bendita y un ramo de laurel para asperjar el cadáver. También se paraban en los cruces de caminos, mientras rezaban un padrenuestro.

En Urnieta (G), las paradas tenían lugar siempre en los mismos caseríos según la ruta que se tomara, que dependía de la casa en que se hubiera producido la defunción. Durante este tiempo se rezaba un padrenuestro y los anderos descansaban o eran relevados. A los que vivían en las casas donde se iban a hacer las paradas se les avisaba anticipadamente para que tuvieran preparada la mesa sobre la que colocar el féretro. La mesa solía revestirse con un paño negro ribeteado de amarillo.

En Elosua (G), si el cadáver era transportado desde un lugar lejano como el barrio Nordia, debajo del caserío Agerre se ponía una mesa donde se colocaba la caja para que descansaran los que la transportaban. Se rezaban varios padrenuestros y la comitiva se detenía durante unos diez minutos. El barrio de Aizpurutxo[5] dependió eclesiásticamente de esta localidad hasta los años cuarenta en que se erigió en parroquia y construyó su propio cementerio. Hasta entonces los habitantes de este barrio debían subir en funerales y entierros hasta Elosua, siguiendo para ello un penoso y pendiente camino. Posaban la caja en una mesa de piedra conocida como il-arria, la piedra de los muertos, que todavía se conserva junto a la iglesia de San Andrés de Elosua. Las mujeres y los hombres que habían acompañado la conducción del cadáver descansaban y aprovechaban la pausa para arreglarse y cambiarse de calzado.

En Bidegoian (G), según el barrio de procedencia, la comitiva se detenía en unas u otras casas para que descansaran los que cargaban con el ataúd. En ellas se colocaba una mesa que sirviera para depositar la caja. En el recorrido podía haber hasta dos casas de éstas, en cuyo caso a la primera parada se le llamaba aurreneko itxoinaldia y bigarren itxoinaldia a la segunda.

En Ezkio (G), los que venían del barrio de Santa Lucía hacían dos paradas antes de llegar al centro de la localidad. La primera de ellas en Igartu Beiti y la segunda en Karrotxabola. Aprovechando las pausas se rezaba un paternóster y se hacía el relevo de los anderos.

En Aia (G), se paraba en todas las encrucijadas de los caminos funerarios para que descansaran los porteadores. El propietario de los terrenos contiguos al cruce había dispuesto previamente una mesa en dicho lugar donde se depositaba el féretro y allí se rezaba un padrenuestro[6].

En Gorozika (B), las paradas tenían lugar también en los cruces de caminos. En estos puntos se colocaban mesas donde depositar la caja y durante el receso se rezaba un paternóster. Los informantes recuerdan que las conducciones que venían de Esturo, Pagai, Pardiñeurre y Mintziari hacían la parada en Zitze.

En Amorebieta Etxano (B), según estuviera más o menos alejado de la parroquia el barrio de procedencia del cadáver, se realizaban una o dos paradas. Generalmente tenían lugar en la intersección del camino particular o vecinal, normalmente en mal estado de conservación, con la carretera pavimentada o con el piso mejor conformado. El sacerdote, durante el descanso, rezaba alguna oración. La pausa era aprovechada también por la gente para cambiarse de calzado.

En Bermeo (B), las conducciones provenientes de los barrios rurales depositaban el cadáver en el gorpuetxea situado en la casa colindante a la muralla del Arco de San Juan. Los cortejos que, por venir de lugares distantes, hacían un largo camino, se detenían a rezar en las encrucijadas o a solicitud de quien entregara una limosna para el responso.

En Meñaka (B), antiguamente, la comitiva fúnebre se paraba en todas las encrucijadas del camino y rezaba un paternóster. En los años veinte ya sólo se detenía donde salía al encuentro alguna persona encargando al cura que rezara en el acto un responso. En otras localidades como Morga (B), por esa época todavía se conservaba la costumbre de rezar en todas las encrucijadas y por ello la comitiva tardaba muchísimo en llegar a la iglesia[7]. También en Lezama (B) existió la tradición de que el cortejo fúnebre, al llegar a los cruces de los caminos, se detuviera mientras se rezaba un paternóster.

En Murelaga (B), cuando la procesión llegaba a una encrucijada se paraba en ella y el sacerdote rezaba un padrenuestro. Las personas de los barrios cercanos, sobre todo de aquéllos que están enlazados por el mismo sistema de caminos que unen el bárrio con el núcleo, se iban agregando al cortejo colocándose los hombres y las mujeres en el lugar que les correspondía[8].

En Busturia (B), antiguamente, se hacían las paradas en los cruces de los caminos y las pausas eran aprovechadas para que el sacerdote dijera los responsos. En estos puntos de confluencia nuevos grupos de gente se sumaban al cortejo. Hacia los años cincuenta, alegando que los anderos se cansaban con estas interrupciones, se decidió suprimir las paradas y los responsos se rezaban por el camino. Después, a medida que ha ido menguando el número de los sacerdotes y la comitiva en lugar de desplazarse a pie lo hace en automóvil, todas estas costumbres han desaparecido.

En Muskiz (B), el cortejo se detenía cuando había que cambiar de calle o de camino. La portadora de la ofrenda dirigía el rezo de un padrenuestro que era respondido por los acompañantes y se reemprendía la marcha. La última parada tenía lugar a la puerta de la iglesia donde se rezaba un padrenuestro de igual forma antes de que los asistentes entraran a participar en la misa del funeral. Esta costumbre desapareció a finales de los años 60.

En Elgoibar (G), hasta los años cincuenta, si la comitiva provenía del barrio de San Pedro, hacía altos en el camino para descansar ya que el recorrido desde allí hasta el humilladero de San Salvador es largo. Las paradas se efectuaban tanto en las cruces que había en el trayecto como en las encrucijadas. Se rezaba un paternóster mientras se reposaba. Frente al cementerio de Olaso disponía la gente de un lugar cubierto, adecuado para el cambio de calzado. Si el tiempo era inclemente, esta operación la llevaban a cabo en el mismo humilladero de San Salvador donde también podían cambiarse de ropa. Desde este punto partían hacia la iglesia para la celebración del funeral.

En Zerain (G), la tradición de que la comitiva se dirigiera a la iglesia por el camino de la cruz se mantuvo hasta la década de los sesenta. En algunos cruces de los caminos se realizaban paradas en tanto el sacerdote rezaba un padrenuestro con responso y bendecía el cadáver con el hisopo. Los informantes de más edad conocieron la costumbre de que se hicieran paradas en todos los cruces.

Cuando el camino a recorrer era muy largo ya que algunas casas distaban mucho de la parroquia, durante las pausas los portadores depositaban la caja en el suelo por unos instantes para descansar y a continuación se proseguía el viaje. El cortejo realizaba la parada importante al llegar a la casa de acogida de la Plaza. Los anderos volvían a dejar el féretro en el suelo y los hombres y las mujeres de la comitiva aprovechaban este rato para cambiarse de indumentaria.

En Allo (N), hasta los años 50, existió la costumbre, en los entierros de más categoría, de hacer altos en el recorrido por las calles. Durante las pausas el clero cantaba los salmos responsoriales. En San Adrián (N), antiguamente, en las conducciones del cadáver desde la casa del difunto a la iglesia se hacían paradas para cantar responsos. Las paradas del cortejo eran más numerosas y largas cuanta mayor fuera la categoría del entierro. De aquí el dicho «Hacer más paradas que un funeral de primera»[9].

En Azkaine (L), cuando el cortejo venía de un lugar lejano, se hacía una parada a unos 500 m. de distancia de la iglesia. Allí, el cura que había llevado a cabo el levantamiento del cuerpo detenía la comitiva hasta la llegada del sacerdote que salía al encuentro del cadáver y era quien iba a celebrar el oficio religioso.

En Barkoxe (Z), en el recorrido, antes de llegar a la iglesia, existían unas casas para cambiarse de calzado al igual que lo hacían los domingos. El lugar se denominaba pausagarria, sitio de descanso. A veces, varias familias tenían la misma casa para este fin, sobre todo cuando se trataba de un albergue.


 
  1. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 214.
  2. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 414.
  3. AEF, III (1923) p. 45.
  4. AEF, III (1923) p. 39.
  5. Luis Pedro PEÑA SANTIAGO. “Ritos funerarios de Elosua” in AEF, XXII (1967-1968) p. 186. Vide también p. 184.
  6. Luis MURUGARREN. Universidad de Aya. San Sebastián, 1974, p. 84.
  7. AEF, III (1923) pp. 33-34.
  8. William A. DOUGLASS. Muerte en Murélaga. Barcelona, 1973, p. 46.
  9. Javier PAGOLA. “Apuntes de etnografía del pueblo de San Adrián” in CEEN, XXII (1990) p. 87.