Momento del toque a muerto

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La norma general era hacer sonar las campanas al poco de conocida la noticia del óbito, una vez que la misma era transmitida a la persona encargada de tañerlas. En Iparralde, en cambio, este toque se efectuaba durante el traslado de la cruz de la iglesia hasta el domicilio mortuorio y duraba tanto tiempo como el que requería el vecino que la portaba para llegar a la casa; de este modo los demás vecinos podían hacerse una idea aproximada de cuál era el lugar en el que había vivido el difunto.

Así se ha constatado en Hazparne, Sara (L), Baigorri, Izpura y Armendaritze (BN). En Azkaine (L) ocurría otro tanto pero intervenían los dos primeros vecinos. En Ziburu (L) se obraba de este modo hacia 1930.

En Lekunberri (BN) andere serora tocaba a muerto justo hasta que el primer vecino llegaba a la casa con la cruz.

En Gamarte (BN) andere serora también comenzaba a tocar a muerto a partir del momento en que enviaba la cruz con el primer vecino y en principio mantenía los sones durante el tiempo que estimaba que éste tardaba en llegar a la casa del muerto. En Arberatze-Zilhekoa (BN), a principios de siglo, una vez sacada la cruz de la iglesia, andere serora hacía sonar la campana durante un rato, sobre todo si la casa estaba lejana.

La costumbre de comenzar a tañer las campanas cuando el primer vecino recogía la cruz también se constató en Valcarlos (N)[1].

En Sara (L), además de servir para distinguir el sexo del fallecido y si se trataba de un niño o un adulto, el toque permitía conocer la hora del entierro ya que se tañía a la hora exacta en que tendría lugar al día siguiente la inhumación.

Pero los anteriores toques de campana no eran los únicos que se ejecutaban mientras el cadáver permanecía en la casa. Hasta el momento de darle tierra seguían doblando periódicamente a determinadas horas del día. Tales toques coincidían generalmente con los que llamaban a oración. Hoy en día estos sones no son tan frecuentes reduciéndose en muchas ocasiones a los propios del funeral, tanto antes de la llegada del cadáver a la iglesia como durante el desplazamiento del ataúd de la misma al cementerio.

En Amézaga de Zuya (A), por ejemplo, tras los primeros toques en el momento de la muerte y mientras el cadáver permaneciese en casa, se volvían a tañer las campanas a la hora de los toques de oración, es decir, por la mañana, al mediodía y por la noche. Se tañía primero a muerto y tras ocho o diez toques a muerto se llamaba a oración.

En Bernedo, Gamboa, Mendiola y Narvaja (A) obraban de igual modo pero el toque se hacía después de la oración de la mañana, mediodía y tarde. En Lezaun (N) matizan que se tocaba a muerto tras la defunción tanto si acaecía en casa, en el monte o en el hospital; aquí también se tocaba después de los tres toques de oración.

En Salvatierra (A) se tocaba inmediatamente tras el óbito si era de día y si ocurría de noche se anunciaba con el repique o repiques a continuación del toque de oración al amanecer, después del de la oración del mediodía y al anochecer. Así hasta que se enterraba el cadáver. Desde la década de los sesenta los tañidos de campana se han reducido a tocar los esquilones, movidos por energía eléctrica, para anunciar con media hora de antelación la celebración del funeral.

Toque de campana anunciando la muerte. Pipaón (A). Fuente: Pilar Alonso, Grupos Etniker Euskalerria.

En Berganzo (A) igualmente se tocaba tres veces al día: por la mañana al ángelus, tres campanadas y repiquete; por el mediodía al ángelus, también tres campanadas y repiquete y por la noche, coincidiendo con el toque de oración, lo mismo.

También en Llodio (A) se tocaba a muerto en la oración de la mañana, del mediodía y al anochecer, tanto en la parroquia como en la ermita correspondiente.

En Moreda (A) se tocaba por la mañana a las 8 horas, al mediodía al toque del ángelus y a la tardecica-noche con el toque de oraciones.

En Ribera Alta (A) cuando moría alguno del pueblo en lugar de tocar a «Ave María» mañana, tarde y noche se tocaba a muerto.

En Salcedo (A) igualmente se tañían las campanas al amanecer, por el mediodía y por la noche. Actualmente se tocan sólo por la mañana si el cuerpo está presente en el pueblo; si se halla en el hospital no se hacen sonar hasta que el cadáver entra en el pueblo.

En Otazu (A)[2], Abadiano y Lezama (B) las campanas se tañían en el toque de oraciones de la mañana, del mediodía y de la noche hasta que el cadáver fuese sepultado.

En Kortezubi (B), en el tiempo que mediaba entre la defunción y el entierro, era costumbre tañer a muerto antes de los toques de ángelus[3].

En Carranza (B) las campanas anunciaban la muerte a las tres horas del día, o sea, al toque de maitines, al mediodía y a las oraciones de la noche[4]. Hoy en día está generalizado tocar las campanas en el momento de la defunción y en algunas parroquias, como Soscaño, siguen además tañéndolas por la mañana y al mediodía.

En Gatzaga (G) las campanas sonaban en el momento de la defunción y después de cada toque del ángelus[5].

En Amezketa (G) precedían a los tres toques de ángelus cotidianos, que eran argi-ezkilla al amanecer, amabitakoa al mediodía e illun-ezkilla o aimaritakoa al caer la noche.

En Eugi (N) se hacían sonar las campanas al alba, al mediodía y por la noche.

En Izal (N) mientras el cadáver permaneciese en casa se tañía a muerto a continuación de todos los toques que se hacían para anunciar los distintos actos religiosos.

En Garde (N) se hacía sonar todos los días el toque de oración a las siete de la mañana y a las ocho de la tarde. Cuando alguien moría, ese día el toque era diferente.

En Allo (N) el tañido que se efectuaba tras la defunción se repetía durante los toques de oración de la mañana y de la tarde. Esta práctica ha desaparecido en los años ochenta porque apenas se hacen sonar las campanas.

En San Martín de Unx (N), hasta hace pocos años, las campanas se tañían en el momento del óbito y en los dos toques de oración inmediatos a la muerte, es decir, por la noche y por la mañana o viceversa.

En Mélida (N) no se tañían las campanas cuando una persona moría sino cuando se producía el toque del ángelus y el de oración al anochecer.

En Izpura (BN) se tocaba a muerto tras el ángelus de la mañana, del mediodía y antes del del anochecer. En Itsasu (L) después de cada toque de ángelus y en Urdiñarbe (Z) antes. En Armendaritze (BN) aún hoy en día se toca la campana tres veces por día después del ángelus.

En Arberatze-Zilhekoa (BN) la andere serora tocaba la campana de la misma forma que para anunciar la muerte un momento antes de cada toque diario hasta el día del entierro. En Beskoitze (L), igualmente, la andre serora hacía sonar la campana antes de los tres toques del ángelus. En Ezpeize-Ündüreiñe (Z) tocaba después del ángelus.

En Oragarre (BN) se toca a muerto por la mañana, mediodía y noche mientras el cadáver permanece en casa.

En Bermeo (B) estos toques se hacían de víspera o con la campana del alba, si el entierro se iba a celebrar por la mañana y sobre las 10 ó 12 si el entierro iba a ser por la tarde. Asimismo quince minutos antes de comenzar el entierro se volvía a tañer. En el convento de los franciscanos se tocaba al ocurrir el fallecimiento sin esperar a la hora del ángelus, del mediodía o de la tarde.

En Getaria (G) antes se tocaban a la hora que ocurría la defunción. Ahora, si el fallecimiento ocurre de día también se tocan a su hora pero si sucede de noche se espera a la mañana siguiente y se les hace coincidir con los maitines de las siete y media.

En Andoain (G) era costumbre tocar las campanas tanto de noche como de día pero, hacia 1920, dejaron de hacerlas sonar de noche para pasar a tañerlas a la mañana siguiente a continuación del toque de ángelus[6].

En Hondarribia (G) se advertía al alba de la celebración del funeral con el toque de ezkilla.

En Izurdiaga (N) se utilizaba algunas veces el toque de aleluya para avisar de todo fallecimiento producido durante la noche; este toque se tañía antes del alba.

En Monreal (N) antaño se tocaba a muerto varias veces al día mientras el cadáver estaba en casa: por la mañana (al amanecer), a media mañana (10 horas), al mediodía (12-13 h.), a media tarde (15 h.) y por la tarde (19 h., al toque del rosario). A partir de los años setenta los toques se redujeron a tres: cuando se produce una defunción, media hora antes del funeral y en el entierro. Si el difunto no ha muerto en el pueblo, pero se celebran las exequias y el entierro en él solamente se toca a muerto durante estas ceremonias.

En Ezkurra (N), además de cuando ocurre una defunción, se toca después del illun-izkille «toque del ángelus del anochecer» del día en que ha ocurrido alguna muerte en el pueblo[7].


 
  1. APD. Cuad. 1, ficha 133.
  2. AEF, III (1923) p. 63.
  3. AEF, III (1923) p. 38.
  4. Nicolás VICARlO DE LA PEÑA. El Noble y Leal Valle de Carranza. Bilbao, 1975, p. 324.
  5. Pedro María ARANEGUI. Gatzaga: Una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 410.
  6. AEF, III (1923) p. 97.
  7. José Miguel de BARANDIARAN. "Contribución al estudio etnográfico del Pueblo de Ezkurra. Notas iniciales" in AEF, XXXV (1988) p. 60.