Evolución del estipendio de los responsos
El estipendio por el rezo del responso ante la sepultura fue variando con el paso del tiempo. Recuerdan en Lekunberri (N) que a primeros de siglo se daba al cura una ochena, zortziko bat, por cada responso. Por los anos veinte en Galarreta, Salcedo (A) y Ataun (G) se aportaban cinco céntimos y en Bedia (B) diez céntimos; en Artajona (N) dos ochenas (=veinte céntimos) por los años cuarenta. Hasta mediado el siglo, el pago de responsos se hacía con «perras gordas», txakurrandiak, y perras chicas, txakurtxikiak, monedas que equivalían a 10 y 5 céntimos (Amorebieta Etxano, Orozko, Zeanuri-B, Aramaio-A, Elosua-G). Cuando en un monedero aparecía una pieza de cinco céntimos se solía decir: «ésta para responsos» (Llodio-A).
A partir de estos años se empezó a pagar un real, erlekoa, por responso (Orozko-B); en Monreal (N), a finales de los cincuenta, se aportaban 50 céntimos y en Bermeo (B) en la década siguiente, una peseta. En Zerain (G), el estipendio por responso siguió una evolución similar siendo en 1937, txakurtxiki bat (5 céntimos); en 1950, erreala (25 céntimos) y en 1960, peseta bat (1 peseta).
En algunas localidades perduró la costumbre de entregar al sacerdote una determinada cantidad de trigo por los responsos que éste había de rezar durante el periodo de luto. Así se constata en Galarreta, Mendiola, Otazu, Salcedo (A) e Izal (N). En esta última localidad la cantidad convenida era de un robo para todo el año, en Otazu dos fanegas y media y en Galarreta cuatro.
En Ataun (G), una gran parte de las familias de la parroquia se correspondían mutuamente dándose estipendios para responsos en sufragio de las almas de sus respectivos difuntos[1]. Esta costumbre ha sido común y se constata en otras localidades. En Zeanuri (B), entre vecinos se correspondían siempre con algún dinero para responsos; entre parientes, en cambio, con una cantidad mayor para celebrar misas. Fue a partir de los años cincuenta cuando se generalizó entre todos los vecinos la entrega mutua de limosnas para misas con ocasión del fallecimiento de un familiar.
Las ofrendas de dinero en la sepultura y el consiguiente rezo de responsos perduraron hasta los años sesenta y se fueron extinguiendo a raíz de la reforma litúrgica tras el Concilio Vaticano II. Así lo consignan las encuestas de Zerain, Telleriarte-Legazpia (G); Sangüesa, Mezkiriz (N); Orozko y Zeanuri (B). En Bermeo (B), esta práctica continuó hasta que en los años ochenta fue retirada de la iglesia la sepultura colectiva.
En Zerain (G), el rezo de responsos desapareció a mediados de los sesenta. Con todo, se siguen recogiendo en el pórtico durante el entierro las limosnas que antaño eran para el rezo de responsos y que hoy en día (1990) se destinan, acumulando estas entregas, para celebrar misas en sufragio del difunto.
Las aportaciones mutuas de dinero entre las familias, que antaño se hacían depositando dinero sobre la sepultura, perduran hoy en las entregas mutuas de dinero destinado a «sacar los misas» por el alma del familiar difunto[2].