Casa matriz o del patrón
Etxea, la casa, es el nombre que por antonomasia reciben las casas matrices o que no han sido fundadas por otras. La casa que ha sido fundada por otra, en algunas zonas del país, se llama borda[1]. En este apartado hemos incluido el lugar en que se efectuaba el levantamiento del cadáver de los fallecidos en las bordas y de los criados o personas al servicio de una casa. En muchas localidades no se ha conocido la costumbre de llevar el cadáver a la casa matriz o del patrón del difunto para ser allí levantado por el clero parroquial. En algunos lugares se ha argumentado, como razón de la inexistencia de esta práctica, el que la gente era pequeña propietaria siendo por tanto los ocupantes de los caseríos sus propios dueños y que apenas han existido inquilinos, maizterrak.
En Zugarramurdi (N), por los años cuarenta, los difuntos de cada borda eran conducidos el día del entierro a su correspondiente etxea o casa matriz adonde acudía el cura de la parroquia a efectuar el levantamiento del cadáver, para a continuación, llevarlo hasta la iglesia[2].
En Eugi (N), si la persona fallecida era de un caserío cuyo patrón vivía en el pueblo, el ataúd se trasladaba desde aquél a la casa del propietario en el pueblo. En algunas ocasiones ocurría el fenómeno inverso. Si la persona que había fallecido procedía de un caserío y tenía casas arrendadas en el pueblo, su cadáver era llevado a una de éstas.
En Hondarribia (G) en tiempos pasados, el cuerpo de una persona fallecida en un caserío arrendado alejado de la parroquia era trasladado a la casa del propietario situada en el núcleo urbano. Los informantes recuerdan que los que vivían en la popularmente conocida como «Casa Laborda», en el n.° 33 de la calle Mayor, que eran dueños de varios caseríos de la zona, acogían en el portal de su casa los féretros de las personas fallecidas en los caseríos de su propiedad. En dicho lugar se disponía el ataúd encima de una mesa colocada en el portal, cubierta al efecto con un paño negro. Allí se esperaba la llegada del clero de la parroquia. Acudían tres sacerdotes a cuya cabeza marchaban los monaguillos con la cruz y las velas. Una vez personados en la casa, se rezaba un reponso y la comitiva iniciaba su camino hacia la iglesia. Si el fallecido era un pescador, sus compañeros llevaban el féretro directamente desde su barrio de La Marina hasta la iglesia parroquial.
En Aria (N), hasta la década de los cuarenta, era costumbre llevar el cadáver a la casa matriz, adonde acudían los sacerdotes para proceder al levantamiento del mismo. También en Apodaca (A), el cuerpo se trasladaba a la casa matriz o del patrón cuando la persona hubiera fallecido en el hospital, fuera del pueblo.
En Azkaine (L), si el criado moría en una de las dependencias o anexos de la casa, el cuerpo era llevado a la cámara mortuoria de la casa del patrón, pues la cruz está vinculada a la casa principal. Si el criado vivía en su casa en la propia localidad, el cadáver era llevado al lugar donde había vivido, bizitokirat. Si no tenía domicilio en el pueblo, se le llevaba a la casa en que había trabajado.
En otros tiempos, fue común el que muchas casas tuvieran un criado o morroia que ayudaba en las labores agrícolas y ganaderas de la casa. Comía en la mesa familiar, vivía bajo el mismo techo y estaba considerado como un miembro más de la familia. Por tanto, cuando se producía su fallecimiento, en todo lo relativo a las exequias fúnebres recibía el mismo tratamiento que los de la casa. Esta tradición ha sido común a muchas localidades en todos los territorios.
En Artziniega, Ribera Alta (A), Arrasate y Elgoibar (G) se ha recogido la costumbre de que si en un caserío moría el criado, morroia, las exequias fúnebres eran cumplidas por la casa donde había estado empleado y no en su localidad de origen.
En Obanos (N), en los casos en que el peón difunto hubiera trabajado y vivido con los amos, todo lo relativo a las exequias fúnebres se llevaba a cabo en esa casa como si fuera uno más de la familia.
En Viana (N), en siglos pasados, algunas familias nobles tenían criados a su servicio viviendo en su misma casa, en un piso bajo encima de la entrada. Si fallecía algún criado, era velado en la misma casa del dueño.
En Bidarte y Hazparne (L), los informantes recuerdan que el criado estaba asimilado a los demás miembros de la casa y a su muerte recibía el mismo trato que ellos[3].
En Armendaritze (BN), generalmente todo lo relativo a las exequias tenía lugar en la casa del patrón, en contadas ocasiones se llevaba el cadáver a la casa o lugar de nacimiento. En esta localidad se recuerda haberlo hecho entre gente de posición acomodada.
En Izpura (BN), cuando moría un criado, su cadáver era expuesto bien en su casa natal o en la del patrón. Generalmente dependía de que tuviera o no familiares de trato pero no era inusual que el cuerpo quedara en la casa del patrón.
En Heleta (BN), si se moría un criado que no tuviera familia, el cadáver se llevaba a la casa de su señor.
En Lekunberri (BN), si la muerte del criado sobrevenía por accidente, el cuerpo era llevado a la casa familiar, y era en este lugar donde se hacía el levantamiento del cadáver.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “De la población de Zugarramurdi y de sus tradiciones” in OO.CC. Tomo XXI. Bilbao, 1983, p. 322.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “De la población de Zugarramurdi y de sus tradiciones” in OO.CC. Tomo XXI. Bilbao, 1983, p. 331.
- ↑ A este propósito uno de los encuestados de Hazparne aporta el testimonio de que un criado nunca habría dicho “la vache du patrón”, la vaca del amo, sino “notre vache”, nuestra vaca.