Honras. Ondrak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En el área encuestada reciben el nombre de honras, ondrak en euskera, aquellos oficios fúnebres que se celebraban por el difunto en el círculo restringido de su parentela. Tal apreciación puede colegirse de la obligación que recaía sobre los parientes de asistir a estas honras fúnebres. Al igual que en otros actos funerarios también en éstos el primer vecino o los vecinos más próximos se equiparaban con los parientes.

Por otra parte, la celebración de las honras entrañaba cierta solemnidad; la misa de honra era cantada y generalmente estaba precedida del rezo de una parte del Oficio de Difuntos. En algunas localidades (Orozko-B, Elosua-G, Aoiz-N) llamaban honra precisamente a este canto litúrgico que precedía a la misa.

Con todo, las encuestas ofrecen sobre este particular un cuadro un tanto difuminado. En muchas localidades las misas de honra aparecen vinculadas al mismo acto del funeral, duplicando o triplicando la misa de entierro (Abadiano, Bedia, Lezama, Meñaka, Orozko, Zeanuri-B, Aramaio-A, Bidania, Telleriarte-Legazpia-G, Artajona, San Martín de Unx, Mélida, Mezkiriz, Obanos-N). Este caso particular ha sido descrito anteriormente, al hablar de las categorías de funeral.

En otras localidades las misas de honra se celebraban los días siguientes al funeral (Amézaga de Zuya, Mendiola, Otazu-A, Amorebieta Etxano, Bermeo-B, Ataun, Beasain, Elosua, Zerain-G) y en algunos casos formaban parte del novenario.

En Ataun (G), en la década de los años veinte, en el primer día hábil después del entierro tenían lugar las dos funciones que llamaban onrak, honras; consistían en dos misas solemnes, de Requiem la primera, con el canto de Nocturnos y absolución en la sepultura. También este día se formaba la comitiva del duelo, seizioa, en la casa mortuoria y se dirigía a la iglesia en el mismo orden en que lo había hecho el día del entierro. En el seizioa de las honras tomaban parte los miembros de la familia del difunto. Antaño la burungarria, mujer que estaba al frente de la casa, cubría su cabeza en tales casos con un paño blanco llamado estalkileparea, que ataba al cuello, y encima una mantilla negra[1].

En Zerain (G), hasta los años cuarenta, en la misa mayor del primer domingo después del entierro, el párroco anunciaba los días de la semana en los que iban a celebrarse las misas de honra. Estas daban comienzo de víspera con el canto de los nocturnos y responsos a las dos y media de la tarde, mientras tocaban las campanas de la iglesia. Ambos duelos, masculino y femenino, acudían a estas honras vestidos de luto y formando séquito: primero los hombres y detrás las mujeres. Los hombres se colocaban en el banco del luto y las mujeres en las sepulturas. Al finalizar la misa salían en el mismo orden hasta un punto concreto, auzoko seizioko etxe kantoiaño (la esquina donde se formaba y deshacía el cortejo según el barrio de procedencia), donde rezaban un paternoster.

Ofrenda para la sepultura. Aezkoa (N), c. 1920. Fuente: Veyrin, Philippe. Les Basques. Bayonne, Musée Basque, [1934].

En Elosua (G), en tiempos pasados, las honras se celebraban durante los nueve días del novenario, bederatziurrena. Por la tarde de estos días el cura y el sacristán cantaban «las honras» (Oficio de Difuntos) en la iglesia. Acudían a ellas los familiares y los vecinos del barrio.

En Beasain (G), los oficios fúnebres, elizkizunek, duraban antiguamente once días y comprendían: ,el día del entierro, entierroko egune; el novenario, bederatziurrena, y las honras, ondrak. A éstas, que se celebraban uno o dos días después de terminar el novenario, asistía mayor número de familiares y conocidos que al mismo entierro

En Bermeo (B), las honras, onrak, tenían lugar los días siguientes al entierro. Se celebraban tres o dos honras, según fuese el funeral de primera y segunda categoría o de tercera respectivamente. La primera honra tenía lugar a los nueve días del entierro y asistían, sobre todo, los familiares. En el barrio de Alboniga, después de la tercera se obsequiaba con una comida a todos los que habían aportado limosnas para sufragios de misas. Todavía hoy en día (1991), en la parroquia rural de Mañuas, se mantiene el triduo, irurrena, de misas de honras, onrak, durante los tres días siguientes al entierro o misa exequial. En las parroquias urbanas de Bermeo, el domingo siguiente al entierro se celebra la misa de salida, con la que se da fin a las exequias.

En Amorebieta Etxano (B), las funciones de exequias, elizkizunek, tenían lugar tres domingos consecutivos después de los funerales. En tales actos participaba la ofrendera, eurrogia, que acompañaba a familiares y vecinos del difunto.-

En Portugalete (B), el primer domingo después del fallecimiento se celebraba una misa por el difunto. Desde la casa mortuoria hasta la iglesia se formaba una comitiva presidida por la avisadora, que portaba una cesta en la cabeza donde llevaba el paño y las velas que luego se colocaban en la iglesia. También en Barakaldo (B) se formaba una comitiva con ocasión de la misa de salida.

En Bilbao (B), en la iglesia de San Antón, durante la década de los ochenta, se celebraban tres misas de salida. Tenían lugar siempre en domingo, lunes y martes, cualquiera que fuese el día del fallecimiento. Al acabar cada misa los asistentes se congregaban en el interior del templo junto a la cancela y formando un círculo rezaban un padrenuestro. Lo dirigía una mujer que en voz alta decía «Por el eterno descanso del finado», seguía el padrenuestro, acabando con el Requiem aeternam dona el Domine... En la tercera misa de salida tras este rezo los familiares procedían al reparto de recordatorios entre los asistentes. Actualmente es común que se celebren misas de salida el domingo siguiente al fallecimiento.

En Otazu (A), por los años veinte, el primer domingo después del entierro tenían lugar las honras. Consistían en que los parientes más próximos del difunto asistiesen a la misa mayor, llevando cada uno una ofrenda de pan y una vela para la sepultura. Ocupaban el sitio de preferencia, un banco lateral del lado de dicha sepultura. Terminada la misa sacaban varios responsos. Asistían también a las vísperas y se sentaban en el mismo sitio que por la mañana. Después de la misa de honras los vecinos se trasladaban a la casa del finado a rezar. Se les obsequiaba a todos con pan y vino[2].

En Aberasturi (A), el domingo siguiente al entierro se celebraba la misa de honra y, tras ésta, los familiares del difunto y el sacerdote comían en la habitación mortuoria[3].

También en Mendiola (A), el primer domingo después del entierro, los parientes más próximos asistían a la misa denominada de honras, tras la cual se sacaban responsos en la sepultura familiar. En Amézaga de Zuya (A), en esta misa de honras celebrada el domingo siguiente al entierro cada familiar cercano hacía una ofrenda de media otana de pan.

Celebraciones exequiales similares, con asistencia del grupo familiar, se registran en el País Vasco continental.

En Iholdi (BN) denominan enterramenduko ohoriak (honras fúnebres) a las misas cantadas que encargaba la familia por el alma del familiar fallecido[4].

En Itsasu (L), el domingo siguiente al entierro, se disponía la iglesia de igual forma que el día del funeral: la andere serora indicaba a los del cortejo, ahakuia, los lugares que debían ocupar. El lunes, martes y miércoles siguientes tenían lugar dos misas; una celebrada por el cura y la otra por el vicario. A todos estos oficios las mujeres acudían con manteleta y se encendía la cerilla, ezko y los cirios de duelo en la iglesia. Una vez cumplido este ritual de misas, era costumbre celebrar una misa semanal por el alma del fallecido.

En Beskoitze (L), se celebraban misas los tres días siguientes al funeral, denominadas poroietako mezak. Más tarde fueron reemplazadas por una que se decía cada tres meses.

En Heleta (BN), se celebraba una misa por el difunto el día que seguía a las exequias y otra el domingo siguiente. Las mujeres de la casa mortuoria acudían, en fila, vestidas de mantaleta y retornaban a ella en silencio. Asistían también a las vísperas que se cantaban en la iglesia.

En Lekunberri (BN) a la misa de entierro, enterramenduko meza, seguía, al día siguiente, esker onezko meza, a la que hombres y mujeres asistían con ropa de luto.

También en Izpura (BN) se celebraba una misa el día siguiente al entierro con asistencia de la familia y de los primeros vecinos; tras ella desayunaban en la casa mortuoria. En Donamartiri (BN) denominan a esta misa biharamuneko meza (misa del día siguiente al entierro).


 
  1. AEF, III (1923) p. 119.
  2. AEF, III (1923) p. 68.
  3. Información de nuestra encuesta de San Román de San Millán (A) recogida de Don José Mª Larrauri, ex-párroco de Aberasturi y posterior Obispo de Vitoria.
  4. La práctica de ofrendar por el difunto misas cantadas, meza kantatiak por parte del grupo doméstico ha estado muy extendida en el País Vasco continental como se verá en este mismo capítulo en el apartado dedicado a Ofrendas de misas.