Cierre de ventanas

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En un capítulo precedente se comentó la antigua costumbre de abrir las ventanas de la habitación del difunto al objeto de facilitar la salida de su alma hacia el cielo. Sin embargo, en algunas localidades ha sido habitual mantenerlas cerradas, incluso con las contraventanas entornadas, para manifestar el duelo familiar.

Esta práctica ha sido relativamente común en Iparralde. En Beskoitze (L) e Izpura (BN) se cerraban a medias las contraventanas de la casa y quedaban así hasta el regreso de las exequias. Después, tras abrirlas, se rezaba de nuevo en la habitación del muerto alrededor de un cirio encendido. En Itsasu (L), Lekunberri (BN) y Urdiñarbe (Z) también se entornaban todas.

En Sara (L) un informante comenta que se cerraban las contraventanas mientras que según otro se dejaban entornadas. En Azkaine (L) ocurre otro tanto; una de las personas consultadas dice que en la casa mortuoria se cerraban todas; según otro, simplemente se entornaban y se mantenían así mientras el cuerpo permaneciese en casa.

En Armendaritze, Heleta, Oragarre (BN), Bidarte y Ziburu (L) también se cerraban las contraventanas de la casa. En Heleta quedaban así hasta que el cadáver era sacado. En Hazparne (L) se hacía lo propio con todas las puertas y ventanas de modo que la casa quedase en oscuridad.

En Arberatze-Zilhekoa (BN) se cerraban las ventanas de la habitación.

En Ezpeize-Undüreiñe (Z) se entornaban en cuanto el enfermo entraba en agonía.

También hay constancia de esta costumbre en Hegoalde. En Beasain y Amezketa (G), antaño, se cerraban todas las ventanas de la casa del fallecido. En Portugalete (B) con la intención de dejar la casa en penumbra.

En Artajona (N), en tiempos pasados, la única expresión visible que indicaba un fallecimiento en cualquier domicilio era precisamente el cierre de todas sus ventanas. Hoy en día esta prescripción sólo afecta a la habitación del difunto.

En Murchante (N), hasta la década de 1950, también se cerraban quedando la casa a oscuras. En otras ocasiones simplemente se corrían las cortinas para que la luz del día entrara tamizada.

En Zugarramurdi (N) cerraban las ventanas de la casa y no las abrían mientras el cadáver permaneciese en ella, es decir, hasta el día del entierro[1].

En Gamboa (A) uno de los signos más evidentes de duelo es cerrar todos los vanos de la casa. En Aoiz (N) se cerraban también todas las ventanas y puertas.

Antaño en Aria (N) se quitaban las cortinas de la casa. Si la defunción ocurría en verano se entornaban las ventanas y contraventanas. Actualmente se han perdido estas costumbres. En Berastegi (G) permanecen cerradas las contraventanas.

En Zerain (G), a comienzos de siglo, cuando salía el cadáver de casa se cerraban las puertas y la familia permanecía reunida dentro. Cuando regresaban del funeral, volvían a abrirse las puertas. Hacia 1950 se seguían cerrando las puertas y ventanas de la casa; la ventana de la habitación donde estaba el cadáver permanecía entreabierta. En 1990 se sigue obrando igual.

En Bidegoian (G) se cerraban las ventanas de la habitación donde se encontraba el cadáver para demostrar el dolor de los miembros de la casa. En Carranza (B) y Mendiola (A) se cerraban las ventanas y la puerta de la estancia en la que se dejaba el cadáver.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. «De la población de Zugarramurdi y de sus tradiciones» in OO.CC. Tomo XXI. Bilbao, 1983, p. 329.