Vigencia del velatorio

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La antigua prescripción de velar permanentemente al cadáver en la casa mortuoria comenzó a remitir a mediados de siglo. En Bidarte (L) su práctica se mantuvo hasta los años cincuenta y en Armendaritze (BN) y Bermeo (B) hasta 1960. En Viana y Sangüesa (N) indican que perduró hasta la década de los años setenta.

Varias de las encuestas constatan que el velatorio nocturno ha caído en desuso (Artziniega, Moreda-A; Abadiano-B; Aoiz-N) o bien que ha quedado reducido a tres o cuatro horas (Llodio, Salcedo, San Román de San Millán-A; Durango, Plentzia-B; Garde, Mélida-N); de modo que ya no se cumple aquella estricta prescripción de no dejar sólo el cadáver (Bidegoian-G). Hoy en día, incluso los familiares se retiran a descansar (Orozko-B), lo que antaño hubiera sido considerado un sacrilegio (Plentzia-B).

El velatorio, tal como se ha descrito arriba, ha sido una práctica vinculada a la presencia del cadáver en la casa mortuoria. Algunas encuestas constatan su vigencia cuando se da este hecho (Apodaca, Narvaja, Salvatierra-A; Carranza, Durango, Muskiz, Zeanuri, Zeberio-B; Beasain, Urnieta, Zerain-G; Artajona, Izurdiaga, Lekunberri, Murchante, Obanos-N).

Con todo, ciertas modificaciones introducidas recientemente han desplazado lo que constituía el rito central a la iglesia. Así, en Salvatierra (A), Bermeo, Durango (B), Bidegoian, Hondarribia (G), Lekunberri, Garde, y Sangüesa (N) se señala que el rezo del rosario que en otros tiempos tenía lugar en la casa mortuoria ha pasado a ser rezado en la iglesia.

Desde la década de los años setenta nuevos hechos culturales han venido a incidir en el esquema del antiguo velatorio. Cuando el fallecimiento de un enfermo acaece en un centro hospitalario o en una residencia de ancianos, hecho que se da cada vez más frecuentemente, la ausencia del cadáver no da lugar al velatorio doméstico. En estos casos los familiares del difunto y algunos amigos se reúnen a una hora convenida antes del entierro en una cámara dispuesta al efecto por el propio centro hospitalario o residencia para estas ocasiones y en esta capilla ardiente rezan ante el cadáver (Narvaja, Laguardia-A; Bermeo-B).

Otra práctica que ha comenzado a implantarse recientemente en algunos centros urbanos es la de conducir el cadáver a un tanatorio o funerario donde permanece hasta su traslado a la iglesia o al cementerio. En tales casos, la familia del difunto recibe a los visitantes en una sala cercana a aquélla en la que ha quedado depositado el cadáver. Pero estas visitas de los allegados y los rezos que hacen por el difunto sólo pueden tener lugar durante el día dado que este servicio fúnebre se cierra por la noche y los familiares del difunto se retiran a sus casas (Aoiz, Murchante, Sangüesa, Obanos, San Martín de Unx-N).

En Donibane-Garazi (BN) describen así el velatorio que tiene lugar en uno de estos funerarios: «Frecuentemente un familiar vela al cadáver. Amigos y vecinos son recibidos por un encargado de las Pompas Fúnebres quien les indica la habitación donde está el difunto. Después de un momento de recogimiento y de haber asperjado el cadáver con un ramo de laurel y agua bendita, inscriben su nombre y firman en un libro dispuesto cerca de la puerta. Tales nombres son entregados luego a la familia por el servicio funerario».