Forma corpórea

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Con frecuencia los difuntos se aparecen con forma humana. Su figura puede ser variable. A veces adoptan la imagen y vestimenta que llevaban en vida, su aspecto más común. Otras veces se presentan tal y como fueron amortajados. Los testigos, en muchas ocasiones, creen reconocer por su gesto o sus expresiones síntomas de la pena que estas ánimas sufren en el Purgatorio[1].

En estos casos el difunto puede aparecer sólo o tratarse de la manifestación de un nutrido grupo de ánimas en pena.

Barandiarán, en los datos elaborados en las primeras décadas de este siglo, recogió en diversas zonas de Vasconia testimonios sobre difuntos que aparecen con sus cuerpos, con los mismos vestidos que llevaron a la sepultura y con una vela encendida en la mano (Galarreta-A, Kortezubi, Orozko, Soscaño-Carranza, Ziortza-B, Ataun-G,...). En la región de Meñaka (B), la vela era de hueso humano. Los aparecidos a veces ostentan, además, algunos atributos de su profesión (Ataun-G, Liginaga-Z)[2].

En Oleta-Aramaio (A) se cuenta que las ánimas se aparecen de noche, portando velas. En una ocasión se apareció un conjunto de ellas y el testigo observó que uno de ellos iba cojeando. Interpretó que se trataba de Marcos el Cojo que acababa de morir en la próxima localidad de Ubidea (B).

Según los datos recogidos en Pipaón (A), el difunto puede ir vestido normalmente y con el mismo aspecto que tenía en vida. La esposa, escaleras abajo, se cruza con su difunto marido, vestido como de ordinario, con pantalón de pana y camisa de cuadros.

En el valle de Zigoita (A) se aporta un testimonio que narra la aparición en forma corpórea de una pastorcita muerta en circunstancias trágicas[3].

En esta misma localidad se describe también la aparición de un difunto portando dos velas, una en cada mano. En estos casos a su paso, se produce un fenómeno extraordinario: desaparece todo tipo de zarzas, maleza, etc. Se indica que el difunto se muestra con la ropa con que fue enterrado.

En Bermeo (B) se consignan datos sobre grupos de ánimas que en los alrededores del cementerio del pueblo se aparecen cantando himnos religiosos: «[...] baduez da kanposantorik beera koadrillie. Andik kanposantoko beeko karreteran kuadrillie kantaren-kantaren, elizeko kantak kantaten baja ziela jentie» ([...] fueron y se les apareció una cuadrilla bajando del cementerio. Allí, en la carretera de debajo del cementerio, una cuadrilla que no paraba de cantar, bajaba gente entonando cantos religiosos). En otros relatos recopilados en esta misma villa, las ánimas, que presentan un aspecto temible, acosan a los vivientes, con ruidos de arrastre de cadenas, gruñidos, etc. El testigo consigue en el último momento refugiarse en su casa, y los perseguidores dejan una marca de quemadura de mano en la puerta. Coincide esta narración con otras populares de persecuciones de seres diabólicos.

En relatos recogidos en el valle Carranza (B), el difunto se aparece con la ropa que le sirvió de mortaja. Según Manuel López Gil: «[...] se dice que hace unos años se aparecieron dos difuntos a sus familias respectivas y con el vestido con que fueron amortajados, para mandar que cumplieran las promesas hechas en vida y de esa manera librarse de las penas del Purgatorio»[4].

En Morga (B) se describe a un aparecido ataviado con el hábito de San Francisco con que había sido amortajado, la mano izquierda apoyada sobre el pecho y la derecha con una vela encendida[5].

En Muskiz (B) se recoge que las almas hacían aparición de noche y se manifestaban de forma física, ocultándose en un abrir y cerrar de ojos. En esta misma localidad han relatado un suceso acaecido, al parecer, en el barrio de Pobeña, donde cierto día desapareció un vecino que por las noches era visto caminando sobre el mar para ir a una ermita y visitar a su familia.

En Orozko (B) Barandiarán recogió una aparición de un condenado, cerca de la ermita de Santa Magdalena de Torrelanda. Rogó a un transeúnte que le despojara del hábito con que estaba amortajado. Este lo hizo sin tocarlo, con la ayuda de un gancho, kakoa[6].

En Portugalete (B), los testimonios recogidos en la actualidad indican que las ánimas se aparecen con la indumentaria con que los allegados recuerdan al difunto de una manera especial, y siempre con buen aspecto.

En Zeberio (B) los relatos recopilados hoy día dejan constancia por boca de los aparecidos de su sino: «Gu gara Purgatorioko arimak, eta gatoz geure penitentzia kunplitan, gaur leku batera eta biar beste leku batera, eleizarik eleiza, ermitarik ermita» (Somos las ánimas del Purgatorio y venimos a cumplir penitencia, hoy a un sitio y mañana a otro, de iglesia en iglesia, de ermita en ermita).

En Elosua (G), un testigo relata la aparición de un ánima dentro de la casa, asomada a una ventana por ejemplo, cuando un familiar allegado se encuentra fuera de ella.

En Zerain (G) hay testimonios de que el difunto se aparece con el aspecto que tuvo en vida, incluso con la ropa con que fue enterrado. También se consigna algún caso en que el ánima, desconocida para los testigos del hecho, desaparece en un instante cuando los testigos se le van acercando.

En cuanto al rostro, en Eugi (N) se indica que el difunto llevaba reflejado en él marcas de pena o dolor. Mostraba en su aspecto externo rastros de su sufrimiento, su pena y tristeza y solía aparecerse con sábanas blancas.


 
  1. Stith THOMPSON. Motif-Index of Folk­Literature. Bloomington & London, 1966, 2ª ed. E422 y ss., E425.
  2. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, p. 55. La utilización de huesos humanos como medio de alumbrado por la noche, aparece en unos relatos populares de diversa especie, analizados también someramente por el mismo Barandiarán. Vide voz: Argui in Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. OO.CC. Tomo I. Bilbao, 1972.
  3. Leandro de ARRUGAETA. “La zagala de Landaburua” in Vida Vasca, XXXIX (1962) pp. 37-39. Se trata de una narración con tratamiento literario de un posible caso de aparición.
  4. AEF, III (1923) p. 4.
  5. AEF, III (1923) p. 43.
  6. AEF, III (1923) p. 9.