Cofradía de la Trinidad de Sangüesa (Navarra)

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Durante los siglos XVII y XVIII la liturgia funeraria adquirió gran esplendor en las villas y ciudades. Un ejemplo de esta magnificencia nos ofrece la Cofradía de la Trinidad. Esta Cofradía estaba compuesta exclusivamente por clérigos de la Villa de Sangüesa y de las tierras cercanas del Arciprestazgo de Aibar. Fue instituida en el siglo XVI y perduró hasta mediados del siglo XIX.

A través de sus prolijas cláusulas, podemos ver cómo se desarrollaban las honras fúnebres por los cofrades clérigos.

Viático. Si el médico manda que se le administre el Viático a algún hermano, avisarán al prior de la cofradía; tras el toque de la campana acudirán todos los cofrades a la iglesia y desde aquí, con velas encendidas, se dirigirán con el Santísimo a casa del enfermo, mientras toca la campana como el día del Corpus. Se canta el «Pange lingua» hasta la puerta y tras la comunión el «Te Deum» y el «Sacris solemnis» y se vuelve hasta la iglesia. El hermano que faltare pagará un real de multa.
Extremaunción. Si el enfermo está moribundo y el médico dispone que se le administre la Extremaunción, se hará el «acto de visita». Tocará la campana de la iglesia cuatro golpes durante media hora. Los cofrades salen de la iglesia procesionalmente rezando el «Miserere» en voz semitonada y vestidos con manteos y bonetes; el prior con estola y banda morada al cuello, un crucifijo entre las manos y dos acompañantes con hachas. Tras la recepción de la unción, acompañan al enfermo «por turnos regulares» las últimas horas de su vida.
Maitines en la casa mortuoria. Una vez fallecido el hermano cofrade, se cantarán maitines en la habitación del difunto; tras los toques de campana de cuatro golpes durante media hora, se juntarán los cofrades en la iglesia y marchan a la casa del hermano difunto; en la habitación en donde está el cadáver cantarán el responso «Libera me» y, regresando a la iglesia, esperan a la hora del acompañamiento.
Conducción a la Iglesia. A la hora del entierro saldrán de la iglesia procesionalmente semitonando el «Miserere». «En llegando a la puerta del cadáver, que para este tiempo estará prevenido en la entrada de la casa», entona el preste «Si iniquitates» y el «De profundis», y seis hermanos reciben el cadáver para conducirlo a la iglesia. «Cuidará el mayordomo joven de que, concluido el responso, se ponga luego el cadáver en el féretro, que para estas ocasiones manda hacer la cofradía, e igualmente se pondrá sobre el cadáver el paño de Trinidad, que para estas ocasiones también reserva la cofradía».
Laudes antes de la Misa. Colocados los hermanos en el coro, cantarán Laudes «con la solemnidad y voces que distingan esta función de cualquier otra general y común».
Ofrendas. Al ofertorio de la misa bajará del coro el prior; dos hermanos jóvenes ponen en manos de los que van a ofrecer, «el ofrecedero, esto es una salvilla, en ella una libra de pan, e inserta en éste una velita blanca encendida. Luego que los oferentes besan la mano del preste devuelvan las salvillas y, apagando las velas, las dejan en algún asiento junto al presbiterio, y se marchan al coro; allí recibe el ofertorio de alguna mujer de la casa, que llevará un chosne de cuatro libras y una hacha encendida».
Inhumación en el templo. Tras la misa, se da sepultura al cadáver. Al sacarlo del féretro e introducirlo en el sepulcro toman algunos hermanos el paño de la Cofradía. Dichas las preces del Ritual Romano, van a la sacristía semitonando el «De profundis», concluyéndose con el responso.
Sufragios. A cada hermano fallecido le aplicarán cinco misas rezadas, además de otras seis misas de cuerpo presente durante los oficios. Por la tarde del día del funeral se cantarán en el coro dos Placebos o Vísperas con sus responsos, asistiendo con capas y cetros.
Honras. Al día siguiente del entierro «día de honras», se celebrarán por la mañana «las honras reducidas»; cuatro misas con sus ofertorios de chosnes y velas, y por la tarde se cantarán dos Placebos o Vísperas con tres responsos.
Aniversarios. A cada hermano difunto se les hará doce aniversarios, cada uno de ellos de seis misas cantadas con sus respectivos responsos. El ofertorio consistirá en «una retuera y libra de pan», ofrecidos en cada misa por alguna mujer de la casa del difunto. La cerilla es para el celebrante y el pan para el Cabildo de la Iglesia.

Las familias pudientes de la comarca deseaban que sus difuntos fueran acompañados en los entierros por los clérigos de esta cofradía por prestigio social y por el magnífico culto funerario que ofrecían. Así se acuñó el término «entierro de Trinidad».

Si alguna casa quería para su familiar muerto el «funeral de Trinidad» avisaba al mayordomo de la cofradía. Los cultos funerarios eran similares a los ya expuestos: maitines en la habitación mortuoria, laudes antes de la misa de funeral, ofrendas, misas con honras al siguiente día. Solamente había pequeñas diferencias, por ejemplo, que el cadáver era llevado por porteadores nombrados por la misma familia, que el número de misas era menor, etc.

«A más de estas misas, suele la casa encomendar a la cofradía la celebración de uno, dos, tres o más días que llaman letra abierta». Es decir que los clérigos que se prestaban podían decir misas por el difunto durante esos días. Para el aniversario de cabo de año de un particular, de víspera se cantaba Laudes y un Placebo o Vísperas, precedido de toque de campana. Al día siguiente, por la mañana, se cantaba el Nocturno primero y la misa con su responso.

Esta Cofradía de la Trinidad y su ríquisimo culto funerario fue languideciendo al disminuir el número de clérigos de los Cabildos parroquiales y tras la desamortización de los bienes de la iglesia hacia mitad del siglo XIX, terminando por desaparecer. La aparición de los aranceles de entierros de 1.a, 2.a y 3.a, que por Reales Ordenes se impusieron obligatoriamente en todas las Parroquias influyó sin duda en la desaparición de esta Cofradía. A esto habría que añadir el empobrecimiento general que padeció la población de Sangüesa durante el siglo XIX a causa de las difíciles circunstancias sociopolíticas, francesada, guerras carlistas, que tan negativamente influyeron en la vida de aquella ciudad.