Avisos al cura y al médico

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Cuando una persona se encuentra gravemente enferma se llama al médico para que le atienda en su dolencia y al sacerdote para que le procure los auxilios espirituales.

La práctica de hacer llegar estos avisos al médico y al sacerdote mediante un mensajero estuvo vigente cuando los caminos rurales eran carretiles y la vía más rápida para acceder a un centro de población eran los senderos recorridos por un ágil caminante. En la segunda mitad de este siglo se incrementaron los caminos asfaltados aptos para los vehículos motorizados y, a partir de los años setenta, se generalizó el uso del teléfono.

En otros tiempos, la función de avisar al médico y al sacerdote de la gravedad de un enfermo recaía sobre el vecino más próximo, lehenauzoa. Esta costumbre estuvo muy arraigada en el País Vasco continental tal como se constata en las encuestas de Armendaritze, Heleta, Izpura, Lekunberri, Oragarre, Uharte Hiri (BN), Azkaine, Hazparne (L), Barkoxe, Zunharreta y Urdiñarbe (Z). En algunas localidades la persona que acudía a solicitar el auxilio del sacerdote se acercaba a la parroquia por el camino que unía ésta con la casa, zürrunbidia (Zuberoa).

En Sara (L) hacía este servicio una joven de la casa más próxima, lehenatea, o, en su defecto la de una casa vecina.

Entre otras razones, por estas urgencias sobrevenidas súbitamente decían en Lekunberri (BN) que es mejor estar a bien con los vecinos próximos que con los familiares lejanos: «Hobe duzu ongi izaitea lehen auzoekin ezen ez-eta familia urrunekoekin».

Esta misma costumbre estuvo establecida en el País Vasco peninsular. En Amezketa, Elosua, Zerain (G), Lekunberri, Goizueta (N) y Amézaga de Zuya (A) era el primer vecino, etxekona, aldamenekoa, quien asumía en casos de grave enfermedad el encargo de avisar tanto al médico como al sacerdote. Otras veces era un vecino quien acudía al médico mientras que al sacerdote avisaba un familiar (Busturia-B).

En algunas localidades se recuerda que por razones de distancia y de premura de tiempo, esta misión se encomendaba a una persona joven y ágil, gazte bizkorren bat (Ezkio-G). Lo mismo ocurría en Zeanuri y en Orozko (B), municipios con barrios rurales alejados del núcleo. En Apodaca (A) acudía en busca del cura un joven de la familia o de la casa cercana y en busca del médico un mozo que se desplazaba en bicicleta o a caballo. También en Muskiz (B) iba a avisar al médico un joven que tuviera «buenas piernas», al tiempo que ante el sacerdote se presentaba el miembro de la familia que fuera más piadoso.

La costumbre de que el primer vecino ejerciera el oficio de mensajero en circunstancias tan graves ha sido propia de un sistema de poblamiento disperso tal como se constata en las encuestas de Elgoibar y Hondarribia (G). En los barrios rurales de ambas poblaciones era el vecino más cercano quien cumplía esta misión, mientras que en sus núcleos urbanos, era un familiar del enfermo quien acudía a avisar al sacerdote y al médico.

Pero esta práctica había decaído antes incluso de que se generalizaran los nuevos sistemas de comunicación. En Beasain (G) los avisos que antaño ejecutaba el vecino en estas circunstancias pasaron a ser realizados directamente por los miembros de la familia acompañados, en ocasiones, por algún pariente.

En Carranza (B), Aramaio, Berganzo, Bernedo, Llodio, Pipaón y San Román de San Millán (A) se indica que la ejecución de estos avisos recaía sobre algún familiar adulto de la propia casa. En Bidegoian (G) debía de ser varón y saber de memoria el rezo del Confiteor para ayudar al sacerdote en el Viático. De camino, iba avisando a los familiares y vecinos más allegados que luego acudirían a casa del enfermo.

En la mayoría de las localidades de Navarra y de Álava, Aoiz, Allo, Artajona, Aria, Eugi, Izal, Izurdiaga, Murchante, Mélida, Monreal, Obanos, Sangüesa, Viana, San Martín de Unx (N); Artziniega, Gamboa, Laguardia, Mendiola, Moreda, Salvatierra y Valdegovía (A) así como en las vizcainas de Abadiano, Amorebieta-Etxano, Durango, Lezama, Plentzia, Zeberio y en las guipuzcoanas de Getaria, Telleriarte-Legazpia y Arrasate se señala que no existía una persona especialmente indicada para estos avisos; por lo general los realizaba un miembro de la familia o en caso de necesidad se recurría a un vecino o a una persona allegada a la casa.

Algunas encuestas anotan que era el médico, tras diagnosticar la gravedad del enfermo quien indicaba a la familia, la necesidad de llamar al sacerdote: Aria, Monreal, Murchante, Viana (N), Sermeo (B), Beasain (G). A este respecto, en Sangüesa y Mélida (N) se señala que existía una estrecha colaboración entre el médico y los curas.