El toque de agonía. Agonia-kanpaia, agoniako zeinua
Cuando un enfermo entraba en agonía era costumbre en algunas localidades hacer sonar las campanas con un tañido propio para la ocasión que solía recibir el nombre de toque de agonía. Esta acción ha caído en desuso y muchos informantes la desconocen; también se originan confusiones entre este toque, el que señala la administración del Viático y el que anuncia el fallecimiento del agonizante.
En Amézaga de Zuya (A) se denominaba toque de agonía y era un tañido lento parecido al toque de muerto. En Salcedo, San Román de San Millón y Ribera Alta (A) también se denominaba así; en la primera localidad comentan que se tocaba antiguamente, en la segunda que se debió de perder en el primer cuarto de este siglo y en Ribera Alta posiblemente hacia 1930.
En Mendiola (A) hoy ya no es costumbre el llamado «toque de agonía» pero no hace más de veinte años el sacristán lo hacía sonar para que todos los fieles se enteraran del hecho y rezasen por el alma del agonizante. Consistía en tocar las campanas de forma seguida y pausada.
En Otazu (A) durante la agonía, una de las personas que permanecían cerca del moribundo acudía a la iglesia y hacía sonar lentamente las campanas de la torre con el fin de que los vecinos encomendasen a Dios el alma del difunto. En Ziortza (B) el sacristán tocaba unas campanadas para que los fieles rezasen por la salud o la buena muerte del enfermo[1].
En Beasain (G) al toque de agonía se llamaba agoniko kanpaiak; se decía: «Agonikoa jo du», esto es, ha tocado la de agonía. También en Telleriarte-Legazpia (G) se denominaba agoniko kanpaiak; los informantes no recuerdan el número de campanadas pero sí que se tañían con lentitud. En la primera localidad, Beasain, hasta la década de los sesenta en la parroquia del casco urbano y menos en las de los barrios, se avisaba al párroco y al sacristán o a la serora cuando algún feligrés entraba en agonía; uno de estos últimos tocaba lentamente una serie de campanadas largas con la campana de sonido más grave. Hoy en día ya no se hace sonar el toque de agonía aisladamente sino que se tañe, una vez acaecido el óbito, juntamente con las campanadas a muerto. Los vecinos que mantienen las costumbres de antaño, al oír los sones cesan un momento la labor que estén realizando en sus casas o en el campo y, descubriéndose, rezan un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria, mientras permanecen en pie y mirando hacia la iglesia. Al finalizar añaden: «Jainkoak artu dezala» (que Dios le acoja).
En Lekunberri (N) recuerdan que la primera actividad a realizar en cuanto una persona enfermaba extremadamente entrando en agonía era tocar las campanas de la agonía a modo de aviso para el resto de los vecinos.
Antaño en Goizueta (N) cuando el cura acudía a administrar los sacramentos a un moribundo las campanas tocaban a agonía para anunciar a los del pueblo que el enfermo se hallaba en el último trance.
En Azkaine (L) desde que los miembros de la familia veían la alteración de las facciones del enfermo hacían doblar las campanas con sones más seguidos que para el duelo.
En Hazparne (L) si la familia lo deseaba podía pedir que se tocase a agonía, hil zeinüa. Era un ritmo lento de tres series de golpes.
En Itsasu (L), cuando el enfermo entraba en agonía, el primer vecino avisaba a la andere serora y ésta tocaba a agonía; al oír los tañidos todo el mundo rezaba una oración. No se efectuaba este toque por los niños.
En Donoztiri (BN) se tañían las campanas para anunciar la agonía a fin de que las personas de la feligresía rezasen por el moribundo[2]. Lo mismo se ha constatado en Armendaritze y Gamarte (BN).
En Zunharreta (Z) cuando alguien entraba en agonía se iba a advertir a una persona que acudía a tocar la campana de la iglesia. En cuanto se oía el primer tañido cesaba toda actividad y se rezaba.
En Urdiñarbe (Z) un vecino iba a avisar de la situación al cura y al sacristán, que comenzaba a tocar las campanas con sonidos muy seguidos y que duraban largo tiempo.
En algunas localidades este toque servía además para distinguir si la agonía la sufría un hombre o una mujer.
En Salvatierra (A) se denominaba a agonía y se tocaba exclusivamente con la campana mayor y principal de la iglesia parroquial de San Juan. Cuando la moribunda era una mujer se hacían sonar con ritmo lento y espaciadas por igual once campanadas y si se trataba de un hombre doce. Al oír este toque los fieles, individualmente o en familia, iniciaban el rezo de un padrenuestro, avemaría y gloria para que el agonizante tuviese buena muerte.
En Ondarroa (B), hoy en día, si se toca a agonía, lo cual ocurre rarísima vez, se hacen sonar estos tañidos después de ocurrido el óbito; pero antaño no ocurría así, y dicen de enfermos que al oír la campana comentaron: «Agonixe. Neuria izango da» (Agonía. Será la mía). En la parroquia hay dos campanas grandes que no son de volteo, una de sonido agudo y otra grave, que son las que se usan en casos de entierros, agonías, etc. La agonía se anuncia solamente con la campana de sonido agudo, tocando una serie de tañidos con una duración discrecional tras lo cual se dan otros dos toques, más reposados, si se trata de una mujer; tres, si es un hombre y cinco, si es un miembro del clero[3].
En Zegama (G) se tañían trece campanadas si el moribundo era hombre y doce si era mujer, pero, si se trataba de un niño menor de siete años, no se tocaba a agonía[4].
En Elosua (G) se hacían varios toques sueltos y seguidos con la campana fija; trece, si se trataba de un hombre y nueve si era mujer. Actualmente sólo se tañe el toque a muerto, entierrokanpaia.
En Sangüesa (N) el toque de Extremaunción o agonía consistía en ocho campanadas si el enfermo era hombre y nueve si era mujer. Este toque desapareció hace más de treinta años.
En otras localidades el número de campanadas era igual para mujeres y hombres. En Bidania (G) tocaban durante la agonía de un feligrés tres campanadas (illezkilla). Los que las oían rezaban esta oración: Mundu ontan egindako paltaren batez arkitzen bada Purgatoioko penetan, andik libratuta fesus maiteak errezibituba izan dezala ura orain; ta gu bearrean geran denboran erreguzale gerta dakiula. (Si por alguna falta cometida en este mundo se halla en las penas del Purgatorio, el búen Jesús le reciba ahora libre de ellas, y cuando nosotros nos hallemos en necesidad, nos sea intercesor). A continuación rezaban tres padrenuestros, avemarías y glorias y añadían: Zeruan gerta dedilla (En el cielo se halle)[5]. En la actualidad, al realizar la encuesta en Bidegoian, municipio que nació de la fusión de Bidania y Goiaz, los informantes solamente recuerdan que se tocaban tres campanadas mientras el cura iba de camino hacia la casa del enfermo.
En Ziga (Baztan-N) eran cinco las campanadas que se daban con la campana mayor[6].
Hasta hace una treintena de años en Elgoibar (G) se hacían sonar las campanas cuando el enfermo entraba en agonía; en la actualidad no se efectúa este toque a excepción del barrio de Alzola, en el que continúan con la vieja costumbre. En la ermita de San Pedro daban siete campanadas agudas e igualmente en la parroquia de San Bartolomé, utilizando la misma campana con la que anunciaban el «toque a fuego», su-kanpaia.
En Ribera Alta (A) momentos antes de que el enfermo muriese se efectuaba el toque de agonía con dos campanas distintas y sin voltearlas. Se hacía sonar dos veces seguidas una de ellas y después una sola la otra, y se repetía este proceso dos o tres veces.
En Galarreta (A) si la agonía tenía lugar de día era costumbre tocar doce campanadas de tal manera que entre una y otra transcurriese un minuto aproximadamente; pero si acaecía de noche no se hacían sonar[7].
En Heleta (BN) se tañía un toque especial, agoniako zeinua, consistente en doce golpes espaciados.
En Berriz (B) tocaban lentamente trece campanadas[8].
En Izurdiaga (N) el toque de agonía consistía en veinte campanadas con el ángelus de la mañana y otras tantas con el de la tarde.
En Zerain (G) antaño las campanas de agonía, agoi-kanpaiak, se hacían sonar cuando el enfermo estaba en trance de morir: eran treinta y tres campanadas, iguales para todos. En 1970 se seguían tañendo pero una vez que el enfermo había muerto, para lo cual se avisaba al párroco y éste a la serora, que era la responsable de hacerlas sonar. En 1990 se siguen tocando las treinta y tres campanadas cuando ya se ha producido el fallecimiento.
Esta costumbre de tocar treinta y tres campanadas tuvo cierta extensión en tiempos pasados. En Ataun (G) las hacían sonar pausadamente para que los feligreses encomendasen a Dios el alma del enfermo[9]. En Amezketa (G) este toque se denominaba agoi-kanpaia y consistía en treinta y tres golpes lentos efectuados con la campana más grande. En Otxagabia (N) se tocaba en la torre de la iglesia igual número de campanadas. Cuando los feligreses las oían, decían «Pasio sonatzen» (Está tocando a agonía). En Aduna (G) también se hacían sonar treinta y tres campanadas y en Altza (G) algunas veces tocaban las treinta y tres y en otras ocasiones, menos. Para los ricos tañían mayor número que para los pobres, pero nunca pasaban de las treinta y tres mencionadas[10].
En Orozko (B) el sacristán hacía sonar la campana de la iglesia primero una vez y después dos seguidas y así continuaba hasta veinticuatro veces con el fin de que los fieles se enterasen y rezasen un padrenuestro para que el enfermo tuviese una buena muerte[11].
- ↑ AEF, III (1923) pp. 62 y 22.
- ↑ José Miguel de BARANDIA LAN. «Rasgos de la vida popular de Dohozti» in El mundo en la mente popular vasca. Tomo IV. San Sebastián, 1966, p. 65.
- ↑ Información de Augustin Zubikarai. Ondarroa (Mayo de 1994).
- ↑ AEF, III (1923) p. 107.
- ↑ AEF, III (1923) pp. 104-105.
- ↑ AEF, III (1923) p. 129.
- ↑ AEF, III (1923) p. 53.
- ↑ AEF, III (1923) p. 43.
- ↑ AEF, III (1923) p. 114.
- ↑ AEF, III (1923) pp. 134, 73 y 93.
- ↑ AEF, III (1923) p. 7. Según la encuesta última (1993) solamente los ancianos recuerdan que se tocaran campanas de agonía, agoni kanpaiak, que no doblaban si era de noche. Esta costumbre comenzó a caer en desuso en el segundo cuarto de siglo.