Cortejo directo al cementerio

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Como se ha comentado en la introducción hubo un tiempo en que en algunas poblaciones se acostumbraba llevar el cadáver directamente al cementerio, en unas sin pasar por la iglesia y en otras tras realizar una breve parada en el pórtico, donde recibía la absolución del sacerdote. La misa de funeral se celebraba con posterioridad a la inhumación.

En ocasiones sólo se desplazaban hasta el cementerio unas pocas personas mientras que las restantes entraban en la iglesia; en otras eran todos los componentes del cortejo los que continuaban hasta el cementerio y después volvían a la iglesia para celebrar las exequias. También se han constatado casos en que éstas se posponían hasta el día siguiente.

En Bera (N), en los años cuarenta, si el entierro era por la mañana, la comitiva fúnebre procedente de la casa mortuoria al llegar a la plaza, bajo la iglesia, se dividía: los sacerdotes y prácticamente todos los que iban en el cortejo se separaban del féretro para subir al templo donde se celebraban los funerales; al cementerio acudía un reducido número de personas. Al frente, el vecino que vivía en la casa que está a la derecha de la del muerto con una cruz distinta de la que iba en el cortejo; después un cura, una mujer encargada de depositar una rama de laurel sobre el ataúd al llegar y el féretro llevado por sus portadores. Si el entierro era por la tarde toda la comitiva llegaba hasta el cementerio y el funeral tenía lugar a continuación o al día siguiente[1].

En Salvatierra (A), hasta la década de los treinta, el cortejo iba directamente de la casa al cementerio, compuesto exclusivamente por hombres y con carácter previo al funeral. El orden era: la cruz y dos monaguillos, el sacristán, los sacerdotes, la caja y los familiares varones.

En Lezama (B), en tiempos pasados, la comitiva fúnebre iba directamente al cementerio en cuya capilla quedaba depositado el féretro. Se colocaban cuatro hachas en derredor y tras rezar un responso, todo el cortejo se dirigía al templo parroquial.

En Kortezubi (B), en los años veinte, al llegar el cortejo al pórtico de la iglesia, el cura rezaba las preces del ritual y a continuación era trasladado el cadáver por los anderos al camposanto, acompañado sólo del cura y del sacristán con la cruz. Llegados allí el sacerdote rezaba un responso y volvían todos a la iglesia[2].

Camino al camposanto (representación). Orexa (G), 1977. Fuente: Iñaki Linazasoro, Grupos Etniker Euskalerria.

En Zegama (G), antiguamente, se rezaba un responso al llegar al pórtico de la iglesia e inmediatamente llevaban el cadáver al cementerio adonde sólo acudían con el féretro, el monaguillo que portaba la cruz y el sacerdote. La comitiva, con los sacerdotes restantes, entraba en la iglesia a cantar los «nocturnos».

En Beasain (G), una vez rezado el responso de recepción en el pórtico, el féretro era transportado al cementerio, con lo que el cortejo se dividía. Unos acompañaban al cadáver y otros acudían a las exequias. Se exceptuaban los funerales de primerísima en los que el féretro quedaba depositado en el pórtico y al término del funeral se transportaba el cadáver al cementerio, acompañado por la totalidad de la comitiva fúnebre[3].

En Bedia (B), en los años veinte, al llegar el cortejo al pórtico de la iglesia, se colocaba el ataúd ante la puerta principal. Los sacerdotes cantaban y rezaban las oraciones de costumbre y acto seguido acompañaban todos al cadáver hasta el cementerio, de donde regresaban a la iglesia para participar en las exequias fúnebres[4].

Antaño, también en Berriz (B), cuando el cortejo llegaba al pórtico de la iglesia se detenían todos hasta que el clero hubiera cantado un responso delante del féretro. Luego iban al cementerio y si el entierro era de primera clase llevaban los ciriales. Después regresaban a la iglesia para la celebración fúnebre[5].

En Ziortza (B), en los años veinte, cuando la comitiva llegaba al pórtico de la iglesia, los curas cantaban el Subvenite y la oración correspondiente del ritual. A continuación el cortejo, en el mismo orden en que había desfilado de la casa a la iglesia, iba hasta el cementerio, donde el cura rezaba un responso. Después de darle tierra, el enterrador y en su defecto la sacristana recogía el colchón y las demás prendas de las andas y las envolvía en una sábana. Cargando con este bulto sobre la cabeza se colocaba detrás del sacerdote en el cortejo que regresa a la iglesia. Al llegar al pórtico, dejaba el envoltorio sobre el pretil y asistía con los demás al funeral[6].

En Zeanuri (B), hasta el año 1970, tras el oficio de sepultura celebrado en el pórtico, el cortejo de los familiares y vecinos cercanos presididos por la cruz y acompañados por un sacerdote iba al cementerio donde tenía lugar seguidamente la inhumación del cadáver.


 
  1. Julio CARO BAROJA. La vida rural en Vera de Bidasoa. Madrid, 1944, pp. 171-172.
  2. AEF, III (1923) pp. 39-40.
  3. Señalan los informantes que como únicamente quedaba el cuerpo depositado en el pórtico en los funerales de primerísima y sólo en tales casos se podía trasladar la totalidad del cortejo acompañando al cadáver tras las exequias, en los demás funerales, cuando el párroco ordenaba trasladar el cadáver al cementerio tras terminar el responso se solían producir murmullos de desaprobación.
  4. AEF, III (1923) p. 15.
  5. AEF, III (1923) p. 45.
  6. AEF, III (1923) p. 26.