En la camara mortuoria. Hil-ohea

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En el País Vasco continental si bien al principio, al igual que en la Vasconia peninsular, el cadáver era colocado en la propia habitación mortuoria, luego pasó a ubicarse el féretro en el recibidor de la casa, ezkaratzea. La preparación y decoración de la cámara mortuoria estaba al cuidado del carpintero, hil-ohia moldatzen zuten.

El recinto se formaba mediante tres grandes paños, hil-mihisiak, draps de deuil, que colgaban del techo formando un cuadro que frecuentemente reducía y delimitaba el amplio zaguán. En uno de los paños se colocaba una cruz o algún signo religioso. De los paños se prendían hojas de laurel o de boj formando cruces. La costumbre de montar esta alcoba mortuoria o hil-ohia[1] se mantuvo hasta mediados de este siglo. En 'la información recogida se insiste en el hecho de que, tras la segunda guerra mundial, muchas costumbres funerarias, entre ellas las aquí descritas, sufrieron importantes modificaciones..

En algunos lugares se construía a veces un pequeño edificio hecho con una carcasa desmontable para que pudiera ser trasladado con facilidad de un punto a otro, al que se denominaba kapilia. La estructura se cubría con paños, poniendo en el fondo el lienzo con la cruz de encaje bordada, llamado hil-mihisia; la decoración y otros detalles eran semejantes a los descritos (Martxuta-BN).

En Donoztiri (BN) se le tendía al cadáver sobre una mesa o larga tabla sostenida por cuatro patas, la cual se hallaba dentro de una especie de cabina denominada hil-ohia, formada al efecto en la misma cámara mortuoria con tres sábanas verticalmente dispuestas, más otra que cubría el techo, de suerte que sólo quedaba abierto un lado -el opuesto a la cabecera del cadáver-, por donde podían acercarse los visitantes. La sábana que cerraba el techo de esta cabina se adornaba con una cruz, y las tres laterales con ramas de laurel[2].

En Gamarte (BN), el carpintero preparaba la estancia denominada ezkaratza, colocando la caja apoyada sobre unas sillas. De los paños que acotaban el recinto, sobre el del fondo se colocaba la letra «M» y sobre ella una cruz negra, ambas hechas con cinta. Para la decoración se recurría al laurel, formando cruces con las hojas. De igual manera se procedía en Lekunberri y en Izpura (BN). En la última localidad esta capilla mortuoria recibía el nombre de bogada.

En Sara (L), para adornar los lienzos con los que se levantaba la hil-ohia en el ezkaratzea de la casa, se les prendía laurel o boj, formando cruces. En otras localidades labortanas como Azkaine, Bidarte, Beskoitze e Itsasu se han recogido descripciones muy similares de la exposición del cuerpo del difunto en el zaguán de la casa.

En Zuberoa los paños que se colocaban sobre los muros se denominan pareta-mihiisiak y son distintos del sudario, hil-mihisea y del paño bordado que se coloca sobre el ataúd, marka-mihisea.

En Altzai y Lakarri (Z), después de introducir el cuerpo en el féretro, éste era colocado en la pieza de la casa denominada ezkaratzea, en una «capilla» preparada por el carpintero, con colgaduras. Estos paños o colgaduras, parete-mihisiak, se adornaban con ramas verdes, preferentemente de laurel.

En Ezpeize-Undüreiñe (Z) estos lienzos, parethe-mihisiak, se extendían sobre las cuatro paredes de la habitación del difunto y se decoraban con hojas de laurel dispuestas en cruz y prendidas con alfileres. Se ponían también ramas de boj.

En Urdiñarbe (Z) el féretro cubierto con el paño denominado hil-mihisia, se colocaba en la planta baja de la casa que se decoraba con colgaduras que caían del techo al suelo. Sobre ellas se prendían hojas de laurel en forma de cruz, uniformemente repartidas. Costumbres parecidas a las descritas se han constatado también en las localidades suletinas de Barkoxe y Santa Grazi.

En Zunharreta (Z) introducían al difunto en el ataúd entre el carpintero y un vecino. El féretro colocado sobre unos caballetes permanecía en la habitación mortuoria.

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Actualmente, con carácter general en todos los territorios, cuando la muerte se produce en casa, la funeraria o el carpintero instalan la «capilla ardiente» en la propia habitación del difunto o en una sala de la casa. Unas andas sobre las que se coloca el féretro y un trípode con luces eléctricas suelen ser los elementos básicos presididos por una cruz. Flores, plantas y coronas que la familia y allegados envían, se colocan en el suelo de la habitación. La familia en muchos casos coloca una pequeña mesa cubierta con un mantel y en, ella una cruz y una imagen de la Virgen, alguna luz y un vaso de agua bendita con un ramo de laurel.


 
  1. El término hilohe, con sus variantes, presenta un significado diferente según las zonas donde se recoja; en Vasconia peninsular viene a designar las “andas” (illoijasotzailleak = anderos), mientras que en las zonas vascófonas de Lapurdi, Behenafarroa y Zuberoa su uso más extendido está relacionado con “cama mortuoria” o “cámara mortuoria”.
  2. José Miguel de BARANDIARAN. “Rasgos de la vida popular de Dohozti” in OO.CC. Tomo IV, pp. 63-64.