Asistencia a curanderos comarcales, donatuak
En algunas localidades se ha constatado que se acudía al curandero cuando la fractura revestía cierta seriedad, si afectaba a un hueso pequeño se procuraba arreglar en casa.
En Abadiano (B) si el hueso fracturado era pequeño, por ejemplo de un dedo, se colocaba una astilla y se vendaba la zona fracturada. Cuando se trataba de huesos más grandes se acudía a un curandero; en la población guipuzcoana de Elgoibar se conocía uno muy afamado.
En Elosua (G) el hueso roto, ezurra apurtua, se curaba entablillándolo y sujetándolo con un trapo. Si la fractura era importante se acudía a un conocido curandero local (Pedro elosuarra) para que la arreglara.
En Bidegoian (G) las fracturas de huesos más pequeños, como los de la muñeca, se intentaban arreglar antaño en casa por medio de tablillas que se colocaban sobre la región donde se había producido la fractura, se sujetaban bien y se ataban. Así se mantenían durante un mes aproximadamente. Para aplacar el dolor se friccionaba la zona con aceite crudo y a poder ser se dejaba que recibiese el calor del sol. También se hacía una mezcla con aceite y vino a partes iguales, se calentaba, se empapaba un trapo y se ataba sobre el hueso fracturado. Se cambiaba el paño todos los días hasta la curación. En caso de rotura de algún hueso hoy en día también se acude al petrikillo de Betelu (N), que se desplaza a Tolosa (G) dos días a la semana, lunes y sábado; y si se trata de una fractura seria la gente se traslada a su propio domicilio de Betelu.
En Berastegi (G) aun hoy en día acuden igualmente a un petrikillo o curandero de Betelu que semanalmente pasa consulta en un barrio de Tolosa, con gran afluencia de pacientes. En Lekunberri (N) siempre que se producía una fractura y aun actualmente en muchos casos, lo habitual es acudir al citado petrikillo de Betelu.
En Zeanuri (B) quienes tenían fracturas acudían a un componedor de huesos, azurkonpontzailea, que vivía en Elgoibar (G). Durante las primeras décadas del siglo XX adquirió gran fama. Se llamaba Julián Arrillaga y había nacido en Mendaro, junto a Elgoibar (Mendaro pertenecía en aquel tiempo a Motriko). No era médico titulado sino sasimedikua, pseudo-médico, pero decían que había obtenido en Madrid una licencia de petrikillo para dedicarse a esta labor de curar las fracturas y torceduras. Según señalan los más ancianos tenía una extraordinaria habilidad con los vendajes[1].
En Donoztiri (BN) la primera cura de los miembros fracturados consistía en cubrirlos con un emplasto hecho con salvado de harina de trigo, huevos y vino. Después había que ponerse en manos de un daunato o componedor de huesos.
En Liginaga (Z) se recurría a curanderos especialistas en componer fracturas a los que se designaba con el nombre de damnatua. Había uno en Izura.
- ↑ Algunos curanderos han pertenecido a sagas familiares como ya se ha señalado. Éste dio lugar a una de médicos ya que su hijo y su nieto fueron traumatólogos y su biznieto cardiólogo.