Cuarentenas y aislamiento de los enfermos
Ante las enfermedades contagiosas y para que éstas no cundieran, el remedio general y urgente era el aislamiento del enfermo. En casos de epidemia o peste el aislamiento de los afectados tenía lugar en lazaretos u hospitales; en otros casos la cuarentena se imponía al domicilio del enfermo.
En Agurain (A) en los casos de tifus y de otras enfermedades contagiosas los enfermos eran ingresados en el lazareto de la villa que estaba alejado un kilómetro de la población y que era dependiente del hospital municipal.
En Moreda (A) para que la epidemia no se extendiera dentro del pueblo se sacaba a los enfermos fuera de la villa, a una zona extramuros de la cercana ciudad de Viana (N), adecentada expresamente para tratar estos casos.
En Goizueta (N) si el tifus afectaba a una familia entera, el médico o el alcalde podían decretar su aislamiento; a los afectados no se les permitía acercarse al núcleo del pueblo; siempre había una persona dispuesta a llevarles las medicinas a casa.
Recuerdan en Telleriarte (G) que los miembros de un caserío contrajeron el tifus en 1941; el ayuntamiento les remitió una carta con la orden de no salir de casa hasta su curación. Cumplieron lo prescrito y durante su reclusión los vecinos les proveían de lo necesario.
También en Eugi (N) se procedía al aislamiento principalmente cuando caía enferma toda la familia. Les dejaban las medicinas y la comida delante de la casa; hasta allí se acercaba a recogerlas una persona de la casa afectada; así se marcaba un cinturón sanitario.
En Améscoa (N) si se daba un caso de viruela cerraban la casa afectada y servían por una ventana a los enclaustrados lo que necesitaran. De esta provisión se encargaban los parientes y si éstos no podían, el servicio lo hacían a renque los vecinos del pueblo.
En Orozko (B) en caso de tifus la cuarentena había que guardarla en casa, los médicos no dejaban a nadie acercarse al domicilio afectado. Al enfermo se le aislaba en una habitación. También en Agurain (A) se aislaba a la familia del resto de la vecindad en caso de enfermedad contagiosa.
En Zerain (G) recuerdan casos de enfermos que murieron en soledad. Se sabe de un hombre que vivía solo en un caserío y enfermó de viruela; nadie quería acercarse a él por miedo al contagio y los vecinos le llevaban lo necesario hasta la puerta de la casa. Cuando murió nadie se prestó a llevar su cadáver en las angarillas y el párroco tuvo que transportarlo sobre la carreta del caserío y enterrarlo en el cementerio.
En Nabarniz (B) cuando se sabía que en una casa había un enfermo de tisis, los vecinos evitaban pasar cerca de la vivienda. En Muskiz (B) una de las precauciones que se tomaban en caso de enfermedad contagiosa, como la tosferina, era la de poner en la ventana un trapo de color rojo a modo de advertencia.
Durante el aislamiento en casa el enfermo era atendido por una única persona, normalmente un familiar y preferentemente alguien que ya hubiera padecido la enfermedad por lo que se le consideraba inmunizado (Agurain, Amézaga de Zuya-A; Orozko-B; Lezaun-N). Anotan en Abadiano (B) que eran las personas mayores las que asumían este menester porque se creía que el riesgo de contagio era menor en ellos.
La persona que mantuviese algún contacto con el enfermo debía de tomar una serie de precauciones para evitar el contagio. No debía besar al enfermo y debía lavarse bien manos y uñas después de estar con él (Astigarraga-G). Al afectado se le daba de comer utilizando vajilla y cubiertos destinados exclusivamente a él; se lavaba aparte su ropa de vestir así como las sábanas, toallas y pañuelos que utilizaba. Hervir la ropa era la mejor forma de desinfección (Mendiola, Moreda-A; Nabarniz-B; Telleriarte-G; Murchante-N).
También se ahumaban las ropas o las partes del cuerpo que habían estado en contacto con el enfermo (Lezaun-N).