Dolores de tripas
En Busturia, Carranza y Durango (B) a los niños se les daban anises (Foeniculum vulgare) para los dolores de tripas y para que expulsaran los gases. Se recogía la semilla y se le daba al niño tras hervirla. En Bedarona (B) se les proporcionaba agua de anises. También en Amézaga de Zuya, Mendiola, Moreda (A) y Bidegoian (G) hacían lo propio pero compraban en la farmacia bolas de anís que cocían en agua para que el niño las tomara con el biberón.
En Carranza las malvas que se recogían el día de San Juan antes de que saliese el sol y que después se guardaban secas servían, “preparadas como las manzanillas”, para calmar el dolor de tripas a los niños pequeños. Se cuenta que cuando los bebés lloraban mucho, por si el llanto tenía su origen en un dolor abdominal, freían cabezuelas de manzanilla en aceite de oliva y después le frotaban la tripita con ello. En Bedarona se les daba infusión de manzanilla rebajada con agua y cuando les dolía mucho el estómago y se retorcían se les daba masajes en la tripa a veces únicamente con las manos y otras con las cenizas obtenidas de quemar laurel bendecido el día de Ramos. En Durango se les proporcionaba infusión de manzanilla con anises.
En Zerain (G) cuando a los niños les dolían las tripas, se cocía una torta gorda de maíz, taloa, que se les ponía, bien caliente, sobre el vientre, urdaila. En Bidegoian (G) calentaban barbas de mazorca, arto-bizarrak, y se las aplicaban calientes sobre el estómago.
En Améscoa (N) cuando los niños “cocían mal”, es decir, no hacían bien la digestión, en tiempos pasados les ponían encima del estómago una pastilla de chocolate, reblandecida al calor, sujeta con una venda.
Al niño empachado se le ha dado también aceite de ricino para que evacuara (Ribera Alta-A).
En Carranza (B) cuando los bebés tenían dolores de tripas se quemaban en el fuego un puñado de flores de saúco recogidas en la madrugada de San Juan y con el calor desprendido se calentaban los pañales del niño. Luego se le forraba o envolvía bien con ellos y así se lograba calmar el dolor. También se hacía lo propio con el calor de unas hojas del laurel o remolorio del ramo bendecido el Domingo de Ramos, quemadas en el fuego bajo doméstico. Otros ponían al niño boca abajo tapado con una sábana y quemaban el laurel bendecido de modo que el humo le entrase por la boca; había quienes le frotaban la tripita con el humo desprendido; otros tras quemar el laurel le sobaban el abdomen con la ceniza e incluso los había que ponían el laurel envuelto en un trapo, lo calentaban un rato en el horno y después se lo aplicaban sobre la tripa.