Granos de sal
En Abadiano (B) y Zerain (G) se frotaban las verrugas con sal que después se lanzaba al fuego, debiendo abandonarse la habitación donde se hubiera realizado la acción antes de oír la crepitación de la sal. En Uharte-Hiri (BN) los granos de sal, antes de ser arrojados al fuego, eran envueltos en un papel. El paciente debía alejarse al instante para no oír la crepitación de la sal o taparse los oídos. En Bedia y Kortezubi (B) se realizaba la misma práctica y así, se desharán las verrugas como se habrán deshecho sus imágenes, es decir, los granos de sal[1]. En Ataun (G) las verrugas se quitaban lanzando al fuego tantos granos de sal, gatz aleak, como verrugas se tuvieran, diciendo al tiempo: “Ara angailla bat, ara bi, ara iru...” (he aquí una angailla, he aquí dos, he aquí tres...).
En Oiartzun (G), se tomaban tantos granos de sal como verrugas se tuvieren y después del consabido frotamiento, se colocaban dentro de un paño junto con una moneda y se depositaban en una encrucijada. Quien echara mano de aquel envoltorio se quedaría con las verrugas cuyas representaciones iban con la moneda[2]. En Arizkun (N) decían que para curar las verrugas, kalitxak, bastaba con poner un poco de sal en un papel y luego con los ojos cerrados lanzarlo en un cruce de caminos[3]. En Agurain (A) se depositaban en una bolsa tantos granos de sal como verrugas se tuvieran y según se iba caminando había que tirar la bolsa hacia atrás, y sin volver la vista se continuaba hacia adelante tomando la precaución de no volver a pasar por el mismo recorrido.
En Ribera Alta (A) utilizaban para esto sal o excremento de gallina. En Navarra se ha empleado también excremento humano seco que mantenían durante varios días sobre la parte afectada por medio de un dedil[4].