Postergación de los remedios caseros
En numerosas encuestas anotan los informantes que generalmente se han ido abandonando los remedios tradicionales o caseros en favor de los medicamentos farmacéuticos; con todo, dentro de esta tendencia a menudo resurgen con fuerza usos antiguos con presentación moderna: son los casos de las herboristerías, de la medicina oriental, de los brujos y los santones, entre otros y que están en boga hoy en día.
Ejemplo de la evolución que ha experimentado la medicina popular puede ser el de la localidad navarra de Murchante (N) tal y como se describe en nuestra encuesta. Hasta la guerra civil (1936), se mantuvieron gran parte de los remedios caseros heredados del siglo anterior. La mayoría de estos remedios se basaban en las propiedades curativas que se atribuían a las plantas. Con ellas se elaboraban distintos licores, pomadas, cataplasmas, infusiones, etc. Todas las plantas que se utilizaban procedían de la localidad y algunos las cultivaban en sus propias huertas. Asimismo eran muy apreciadas aquellas verduras que, además de ser comestibles, poseían cualidades curativas como la cebolla, la flor de la borraja, el ajo o la patata. Junto a estos remedios empíricos abundaban los de naturaleza creencial. Los productos farmacéuticos que se adquirían eran escasos, a lo sumo alcohol y algodón en rama. Al médico se acudía en escasas ocasiones.
Tras la guerra civil pervivieron los remedios basados en las propiedades curativas de las plantas, aunque no todos. Se perdieron algunos tipos de cataplasmas, algunos reconstituyentes como el Ceregumil y se marginó la práctica de las sangrías. Aparecieron algunos medicamentos específicos como los “parches” Sor Virginia. Entre 1940 y 1960, aunque se siguió confiando en los remedios tradicionales, se empezaron a comprar productos farmacéuticos y a acudir más al médico. Por otro lado, diversos remedios cayeron en desuso porque también desaparecieron las enfermedades para las que se aplicaban.
Pero, sin duda, fue en la década de los setenta cuando la mayor parte de la población abandonó los remedios tradicionales a favor de los fármacos; se fue perdiendo la creencia en su valor y se pasó a las recomendaciones médicas. Como consecuencia del mayor contacto con el médico se comenzó a conocer la existencia de enfermedades nuevas y sus denominaciones. El recurso a los viejos remedios quedó entre la población más anciana. Esta tendencia fue más marcada en los decenios de 1980 y 1990. Hoy en día la mayoría de la gente ha dejado de lado los remedios tradicionales, aunque hay quienes recurren a ellos, bien porque la medicina oficial no ha sabido curar sus males o bien porque son remedios a los que nunca han dejado de atribuir probada eficacia.