Tratamiento de las infecciones por pinchazos
Como ya se ha visto en párrafos anteriores una vez se extraía la espina se tenía la precaución de que no se produjese una infección en la herida. En Muskiz (B) se desinfectaba la misma con agua hervida y sal, en Lekunberri (N) con unas gotas de aceite frito con ajo, en Amézaga de Zuya (A) vertiendo aceite muy caliente y en Hondarribia (G) con remedios más modernos como agua oxigenada o alcohol.
En algunas localidades era costumbre sumergir en agua caliente la parte afectada por el pinchazo. Se ponía en práctica este remedio cuando se había manifestado la infección.
En Carranza (B) los informantes precisan que las infecciones localizadas más comunes son las que tienen su origen en cortes producidos durante el trabajo o en pinchos, espinos o escachos que se clavan en la piel y no se pueden extraer. Actualmente son bastante comunes las causadas por alambre de espino oxidado. Generalmente se producen en las manos y a veces en los pies. El tratamiento más generalizado en estos casos y al que se recurre aún, consiste en introducir el miembro afectado en agua lo más caliente que se pueda resistir. Esta agua se hierve previamente y una vez comienza a templarse se escalda la herida para lo cual se sumerge la zona dolorida repetidas veces pero sólo un instante a fin de no quemarla; a medida que se adapta al calor y el agua se templa, se procura resistir manteniéndola sumergida el mayor tiempo posible.
En las Encartaciones de Bizkaia cuando se clavaban espinas en los dedos, a fin de que no se enconasen se introducía la parte dolorida en agua hirviendo[1].
En Astigarraga (G) cuando se ha producido infección se hacen baños de agua caliente hasta que salga el pus y el objeto introducido. Después se pone un poco de pomada casera.
En Oñati (G) si la zona está infectada se introduce en agua hirviendo y después se saca la espina apretando con las uñas.
En Zerain (G) si el pinchazo se infecta se toman baños muy calientes hasta que madure. También aplican en dicha parte vahos de agua donde se han cocido un puñado de dientes de ajo. Los vahos producidos introduciendo una piedra caliza caliente también se han considerado buenos.
Con la misma finalidad se utilizó en Carranza (B) la hierba de yodo, celidonia. Recién arrancada la planta se estrujaba el tallo hasta que rezumaba unas gotas que se dejaban caer sobre el punto donde se localizaba la infección. A continuación se depositaba una hoja de la misma planta y por último se vendaba todo ello con un paño. Se conseguía así extraer el pus y eliminar la infección. En ocasiones allí donde se introducía un espino se formaba un bulto que recibía el nombre de potrada. Para extraerle el pus se pinchaba junto a la zona inflamada con un alfiler. Algunos utilizaban con este fin la espina de una espina blanca (Crataegus monogyna o espino albar) ya que se aseguraba que así curaba mejor.
Según Barandiaran es costumbre muy arraigada en algunos pueblos la de pinchar ciertos abscesos purulentos con púas del espino albar (Zaldibia-G, Lekeitio-B). También se pinchan con púas de espino las picaduras de culebras (Dima-B). Créese que así no se enconan, pero sí empleando punzones de otro género. Esta práctica viene probablemente de épocas anteriores a la invención de alfileres o puntas metálicas[2].
En Azkaine (L) cuando la presencia de una púa clavada acababa generando pus, zornea, si no se le prestaba la debida atención a la herida, podía infectarse alrededor y “recriarse”, umeak egin. Entonces se debía calentar una aguja al fuego y pinchar todos los puntos con pus tras lo cual, durante un rato, se colocaba la parte dolorida bajo un chorro de agua caliente. Después, para que se secase la herida, se aplicaba sobre ella o bien hojas de haba, baba-ostoak, o hierba negra, belar beltza, o hierba de cinco nervios, bortz-zaineko belarra, o lo que se consideraba el mejor remedio: la hierba androsemo, orkatx-belarra, conocida también como aingeru-belarra, hierba de ángeles.
En Zerain (G) si el cuerpo extraño causa una infección se colocan en la herida unas hojas de balsamo-belarra que previamente se estrujan con las manos para que expulsen la savia y se calientan al fuego. Las hojas se cambian a diario. También se toman sendas tazas de infusión de murajes, pasmo-belarra, en ayunas, por la mañana y por la tarde. Si la herida se infecta se elabora asimismo una cataplasma con aceite, un puñado de verbena, mermena, y clara de huevo. Se envuelve todo en un paño, se cubre la herida y a las veinticuatro horas se cambia. Este remedio sirve para extraer el pus y se aplica hasta que la lesión deje de supurar. Para toda clase de cuerpos extraños incrustados en el organismo y también para granos y forúnculos se prepara una cataplasma con un puñado de verbena, mermena, unos dientes de ajo, baratzuri-alea, un poco de jabón y otro puñado de hiedra terrestre, pasmo-belarra. Se tuesta todo en la sartén, se envuelve en un paño de lino y se coloca sobre la herida. Conviene cambiarla cada veinticuatro horas.