Remedios para las inflamaciones del cuello, iruntzpekoak. Crecederas, ixtizurriak
Entre las inflamaciones de cuello, en las localidades encuestadas, se hace mención especial a las que afectan a los jóvenes en edad de crecimiento que surgen a causa de la debilidad y afectan a los ganglios, gangrioak (Bidegoian-G). En Lekunberri (N) a los ganglios inflamados bajo la mandíbula les llaman kurintxoak y la causa principal de su aparición son las infecciones de la garganta. En algunos lugares llaman a esta dolencia crecederas, en Agurain (A) medraderas y las atribuyen a la debilidad y al crecimiento rápido; en Pipaón (A) se habla de andaderas o ganglios y se creía que se producían por debilidad o por infección. En Obanos (N) dicen que los ganglios inflamados se palpan en los maxilares y en las ingles, y se trata de inflamaciones que se manifiestan en personas que padecen infecciones.
En este apartado se describen los remedios recogidos como específicos de las inflamaciones ganglionares y de otras inflamaciones de cuello, soluciones que no difieren demasiado de las aplicadas a las inflamaciones en general. En Viana (N) a tener varios granos en el cuello se le llama avispero.
En Lezaun (N) se ha consignado que en los casos de inflamación de los ganglios se empleaba un remedio similar al de las paperas y consistía en poner en una sartén menudillo (salvado) con sal y después de calentarlo introducirlo en una media o en un zacuto y aplicarlo al cuello. También en Astigarraga (G) se recurría a aplicar calor seco en la zona siendo frecuente el empleo de salvado tostado colocado en un pañuelo. En Agurain (A), Bidegoian y Elgoibar (G) se curan con calor, sobrealimentación y tomando algún reconstituyente o lo que ordene el médico. En Baztan (N), antiguamente, se consideraba bueno frotar las crecederas, ixtizurriak, con la saliva de ayunas.
En Agurain (A), al acostarse, se ponían en la zona dolorida del cuello un calcetín de lana, una bolsa o una media rellena con ceniza bien caliente. En Mendiola (A) hacían lo propio dándose primero unas fricciones suaves con alcohol. En Agurain también se ha usado darse grasa de gallina ya rancia. En Goizueta (N) se ponían sal y ceniza, lo más caliente que se pudiera aguantar, sobre el lugar que hubiera que curar. En Abadiano (B) se ataba alrededor del cuello un calcetín en el que se había introducido salvado caliente. En Elosua (G) se freía en una sartén avena, romero y aceite, zaia, erromeroa ta olioa, y el emplasto resultante se colocaba, envuelto en un trapo, en el cuello o zona inflamada. En Bidegoian (G) se hacía lo propio calentando avena e introduciéndola en una bolsa de tela. En Vasconia continental se frotaba el cuello con estopa empapada en aceite[1].
En Izurdiaga y en el Valle de Erro (N) para las inflamaciones de cuello, en primer lugar se daban friegas con aceite caliente y manzanilla y luego se envolvía la zona con un pañuelo de lana. En Goizueta (N) las inflamaciones denominadas kurrintxoak, gangaillak o txoriak se sanaban aplicando aceite caliente o ungüentos que proporcionasen calor. En Sara (L) el remedio para las hinchazones de glándulas (¿paperas y bocio?) era que el paciente se mantuviera en calor y aplicar a la zona el cocimiento de manzanilla hecho en aceite. En esta misma localidad labortana las escrófulas reciben el nombre de gurintxoa y se curaban frotándolas con manteca no salada. En Pipaón (A), Arrasate (G) y Lekunberri (N) aplican calor mediante bolsas de agua caliente. En Apodaca (A) y Valle de Erro (N) se ponen un pañuelo caliente o humedecido en alcohol alrededor del cuello. En San Martín de Unx (N) se emplea un paño empapado de vino cocido con romero que se mantiene en la zona inflamada. Por contra, algunos informantes de Moreda (A) recuerdan que se ponían paños de agua fría.
En Sara (L) los remedios para curar el infarto de cuello, aunditsua, eran cubrirlo con cebolla o con concha de caracol bien pulverizada y vendarlo; también aplicarle cataplasma de linaza. En Donoztiri (BN) para curar las inflamaciones se utilizaban emplastos del tipo de harina de linaza y leche.
En Apodaca (A) se hacían preparados domésticos para las inflamaciones a base de manteca o grasa de micharro (musaraña), traído del monte Gorbea, mezclada con cera virgen que se ponía al baño María y se guardaba en un tarro para utilizarlo según las necesidades. Productos similares vendían también los trajinadores de puerta en puerta. En Lekunberri (N) para curar los ganglios inflamados se recurría a frotar o dar masajes en la zona con aceite de lirón, muxar urina, que se obtenía friendo lirones a fuego lento hasta que prácticamente se derretían. El resultado era un aceite espeso muy apreciado para tratar diferentes inflamaciones así como analgésico general.
En Berastegi (G) se aplican emplastos hechos con pasmo-belarra, cera y aceite. En Astigarraga (G) se curaban tanto con un emplasto hecho de la planta denominada verbena como con pomada. En Vasconia continental para curar la linfagitis (lymphangite) se aplicaba una cataplasma hecha mezclando la planta llamada usu-belharra (agrimonia) y miga de pan, todo ello diluido en un poco de leche[2].
En Liginaga (Z) recogió Barandiaran de un informante un remedio para curar las hinchazones del cuello en la víspera de San Juan, a la media noche, había que ir debajo de un nogal, bajar con las manos una de sus ramas, hincar los dientes en dos de las nueces que tuviera el árbol, arrancarlas, llevarlas a casa, echarlas en el fuego del hogar y rezar una salve mientras ellas ardieran. En Berriz (B), este mismo autor, constató que, junto a la ermita de San Juan Bautista, situada en la cofradía de Murgoitio, existe una fuente, de cuyas aguas dicen los vecinos que, bebiéndolas, curan los tumores del cuello, iruntzpekoak[3].
En Zeanuri (B), según recogió Azkue en las primeras décadas del s. XX, para quitar el carbunco, odeikoa, se cogía un clavo al rojo vivo para quemar el grano cuanto se pudiera. Después se ponía un emplasto hecho de hojas de berza, de lechuga, de remolacha y de nogal. A beber no se debía dar otra cosa que agua de manzanilla.
En Murchante (N), los encuestados señalan que una inflamación del cuello temida era la que se manifestaba mediante unos bultos grandes denominados carbuncos. Aquejaban sobre todo a las personas que trabajaban con el ganado. Un informante los atribuye a los picotazos de unas moscas grandes de cabeza verde que solía haber en las cuadras. Se conocían varios remedios para curarlos. Uno de ellos consistía en cubrir la zona inflamada con las hojas de la planta conocida con el nombre de berza (Scrophularia alpestris), que en la Montaña Navarra se la llama belar beltza, a las que previamente hay que despojar de la fina piel que las recubre. También había una cataplasma hecha con manteca de cerdo o tocino que primero escachaban (machacaban) y después le añadían azúcar. La mezcla resultante se extendía sobre un paño y se aplicaba directamente a los carbuncos. Una informante recuerda que a un familiar suyo, en la década de los treinta, un médico de Zaragoza le aplicó sanguijuelas sobre los carbuncos.
En varias localidades encuestadas han mencionado el bocio para el que dicen, con carácter general, que no se conocían remedios caseros y generalmente no se trataba. Algunos informantes recuerdan que para eliminarlo se tomaban unas gotas de yodo disueltas en agua (Allo-N). También se ha recogido que, en ocasiones, se recurría al médico y se extirpaba mediante cirugía.