Varices
En las localidades encuestadas apenas se ha recogido información referida a las varices. En Carranza (B) se ha solido afirmar que son más frecuentes en las mujeres que en los hombres. En esta población se decía que se debía tener la precaución de no herirlas pues se pensaba que a quien le ocurriese esto podía morir desangrado. Antaño, por ejemplo, cuando las mujeres iban a segar trigo, si tenían varices se ponían medias gruesas para no pincharse con la paja.
En Bermeo (B) se recogió un remedio casi con toda seguridad procedente de la curandera de Añorga. Consistía en fragmentar la cáscara de doce caracoles, de forma que siguiesen vivos el mayor tiempo posible y colocarlos sobre la planta de los pies. A continuación se envolvían con un trapo y se cubrían con una bolsa de plástico para no ensuciar la cama. Este emplasto se mantenía durante toda la noche y se repetía la operación varias noches seguidas, hasta que los caracoles empezasen a aparecer manchados con la “mala sangre” que extraían de las varices, barizak, de las piernas.
En Muskiz (B) para las varices y los problemas circulatorios en general se recomienda pasear por la orilla del mar de modo que las olas golpeen las piernas. En Bidegoian (G) hoy en día la gente también acude a tomar baños de mar para las varices y la mala circulación.
En Vasconia continental las cicatrices de las úlceras varicosas se curaban mediante la aplicación de boñiga fresca de vaca, que lograba que una pierna deformada volviese en pocos días a tener una apariencia agradable[1].
- ↑ DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in Gure Herria. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, p. 196.