Congelación, sumindura
Aunque la cuestión planteada por la encuesta hace referencia a la congelación propiamente dicha, muchas de las respuestas obtenidas mencionan estados de entumecimiento de los miembros a causa del frío sin que se llegue a la congelación. La gente habla de que las manos y los pies se le han helado o congelado sin que haya ocurrido esto.
En Obanos (N), por ejemplo, recuerdan que no se han conocido verdaderos casos de congelación salvo en la Guerra Civil de 1936.
La ejecución de las tareas del campo durante el periodo invernal en continua exposición a las inclemencias del tiempo, sobre todo antiguamente cuando todas ellas se realizaban manualmente, era motivo de que manos y pies se enfriasen hasta el punto de ocasionar dolor.
En Carranza (B) recuerdan que la necesidad de salvar durante las nevadas invernales los animales que se mantenían en el monte, unido a los calzados deficientes de otros tiempos, eran las principales causas de llegar a inicios de congelación en pies y a veces también en manos.
En Abadiano (B) y Elosua (G) dicen que los dedos se congelaban o entumecían sobre todo recogiendo nabos.
En Moreda (A) la época más propicia para que se pudiera dar algún caso era el invierno, especialmente en faenas del campo como la recogida de la oliva mediante ordeño de las ramas. En éstas solía formarse una especie de escarcha llamada rain, que provocaba que las manos se quedasen frías. Se hacía una fogata y se calentaban en torno a ella.
En Obanos (N) cuentan que lo más frecuente ha sido y sigue siendo que las manos se queden frías trabajando en las viñas.
Parece estar bastante extendida la precaución de no acercar la extremidad congelada a una fuente de calor para evitar el intenso dolor que eso produce, sino tratar de que se restablezca la circulación sanguínea mediante masajes.
En Mendiola (A) para evitar la congelación de las manos se frotan y se mueven continuamente. En caso de que ya estén congeladas se hacen entrar en calor mediante masajes o friegas con nieve. Cuando el enfriamiento ocurre en los pies no se deben poner cerca del fuego para evitar la aparición de sabañones. Deben efectuarse masajes con nieve, así como proceder a un calentamiento progresivo dándose en los pies ligeros y repetidos golpes con las palmas de las manos.
En Moreda (A) se daban friegas de alcohol o introducían las manos entre ropa para que se calentasen. En Pipaón (A) frotaban poco a poco para que la sangre comenzase a circular. En Muskiz (B) también efectuaban masajes para recuperar el riego sanguíneo. En Oñati (G) frotaban con alcohol o daban unos golpes para ayudar a recuperar la circulación.
En Aoiz (N) las fricciones eran con alcohol o aguarrás. También se acercaban a una fuente de calor. En el Valle de Erro (N) se daban friegas.
En Carranza (B) se recomendaba restablecer el flujo sanguíneo paulatinamente, sin acercar los miembros helados al calor del fuego ya que entonces se originaban intensos dolores. Algunos informantes recuerdan que cuando de niños llegaban a casa con las manos congeladas, sus madres se las frotaban durante un buen rato y después se las envolvían en un jersey de lana previamente templado al fuego del hogar. Para entrar en calor se tomaban además bebidas calientes.
También se considera conveniente dejar que la parte afectada recupere progresivamente el calor perdido.
En Abadiano (B) se envolvían las manos en un paño para que se calentaran poco a poco. En Lemoiz (B) se aplicaban paños calientes y en Izal (N) se envolvían los pies con trapos calientes. En Aoiz (N) se tapaba al afectado con mucha ropa para que recuperase el calor perdido.
En Amézaga de Zuya (A) se recomienda colocar las manos bajo las axilas para que entren en calor o esperar a que el cuerpo recupere el calor por sí solo.
En Lekunberri (N) ante un caso de congelación, ozpildu, se intentaba que el que lo padecía se moviera para que entrase en calor. En Nabarniz (B) decían que no era conveniente aproximarse al calor inmediatamente sino que antes de hacerlo había que dar unos saltos previos para calentarse.
En Lezaun (N) cuando manos y pies se quedan entumecidos por el frío, esta situación recibe el nombre de ganchera. Para saber el grado de ganchera que se tiene se intentan unir las puntas de los dedos de la mano. Cuando se atraviesa una situación de éstas y se acerca la parte afectada al fuego sobreviene un intenso dolor que se llama sumin. Se debe ir templando lentamente la zona afectada para que el sumin sea lo más llevadero posible.
En Obanos (N) también se dice que se quedan las manos gancheras, rígidas como ganchos, y no se puede trabajar. Hay que calentarlas poco a poco para que no salgan sabañones.
En Bedarona (B) recuerdan el caso de un vecino al que se le congelaron los pies. Le recomendaron quitarse el calzado, mantener los pies así hasta que recuperasen parte del calor y luego ir acercándolos poco a poco al fuego a la vez que le dieron un buen tazón de leche caliente con coñac y miel.
En Heleta (BN) la congelación, sumindua, se trataba calentando lentamente el miembro congelado.
También se introducían las extremidades afectadas en agua fría o se daban frotaciones con nieve para que poco a poco entrasen en calor. Ya se ha descrito con anterioridad algún caso.
En Amézaga de Zuya (A) y Valle de Erro (N) se sumergía la parte congelada en agua fría y en Bernedo (A) se lavaba con agua también fría.
En Elosua (G) dicen que si se acercaban los dedos al fuego dolían mucho así que se abría el grifo del agua fría y se ponían bajo él para que se fueran templando.
En Arraioz (N) introducían la parte congelada en agua fría porque si se hacía en caliente resultaba muy doloroso. En Izal (N) primero en agua fría en una bañera y luego añadían poco a poco agua caliente. En Eugi (N) primero agua fría, luego templada y finalmente caliente, haciendo friegas sobra la zona afectada.
En Lekunberri (N) solían aplicar agua caliente pero consideraban que era mucho peor que el agua fría, que era la más conveniente.
En Arrasate (G) se piensa que son buenas las fricciones con nieve o hielo. En Tiebas (N) cuando nevaba y se tenían las manos frías se daban friegas con la nieve.
También se ha recogido la costumbre, parece ser que más antigua, de introducir la extremidad congelada en agua tibia.
En Liginaga (Z) cuando se congelaba, zurrutatu, un miembro se metía en agua tibia, al igual que en Durango (B) y Sangüesa (N).
En Donoztiri (BN) el aterimiento de los miembros por efecto del frío se expresaba con la palabra sumindua y el endurecimiento consiguiente al mismo mokortua. Ambos problemas se curaban con agua tibia.
En Sara (L) en los casos de congelación de los pies había que tomar un baño de agua en la que previamente se habían echado brasas ardientes. A veces se añadía también al agua caliente sal y pimiento rojo.
En Elgoibar (G) en el decenio de los cincuenta se sumergía la parte congelada en agua caliente. Hoy en día se va aplicando calor progresivamente.
La práctica más extendida sobre todo en el territorio alavés consistió en introducir a la persona afectada entre el montón de estiércol. Se debe tener en cuenta que en tiempos pasados era costumbre amontonar el estiércol generado por el ganado en la cuadra y mezclado con las camas para que se cociese. Durante este proceso alcanzaba temperaturas altas. Este calor generado era el que se aprovechaba para restablecer el flujo sanguíneo a los afectados por congelación. A juzgar por las descripciones siguientes esta práctica se solía aplicar cuando los enfriamientos resultaban serios.
En Apodaca (A) en tiempo de nevadas si alguna persona se quedaba aterida de frío, para hacerla reaccionar la introducían en el montón de basura fermentada. En Agurain (A) se recurría igualmente al estiércol del ganado que se amontonaba en la cuadra. En Bernedo (A) se colocaba al afectado dentro del montón de estiércol, menos la cabeza, y se mantenía allí todo un día.
En Arrasate (G) se dejaba al afectado en la cuadra del ganado y con el estiércol y el calor de los animales se recuperaba. En Orozko (B) y Zerain (G) también se le introducía entre el estiércol.
En Pipaón (A) si se trata de las manos o los pies se meten en el montón de la basura hasta que recuperen el calor.
En Beasain (G) se coloca el miembro afectado en el montón de ciemo, nunca junto al fuego. Cuentan de uno del barrio de Garín que en cierta ocasión, yendo algo bebido de noche, cayó en el camino y pasó toda la noche bajo la helada, a la mañana siguiente cuando lo encontraron endurecido lo introdujeron de cuerpo entero entre el estiércol y así se recuperó.
En Arraioz (N) cuando todos estos remedios no eran efectivos se cortaba un trocito de la parte congelada para que corriera la sangre.