Maldición del gitano o del mendigo
En una mayoría de las poblaciones encuestadas se constata que antaño la gente tenía miedo a las maldiciones que podían lanzar las gitanas que se ofrecían a leer la mano “para echar la buenaventura”. Esto podía ocurrir si no se accedía a ello o no se les daba lo que pedían (Amézaga de Zuya, Apodaca, Mendiola-A; Bedarona, Durango, Orozko-B; Bidegoian, Elosua, Hondarribia, Oñati, Zerain-G; Aoiz, Améscoa, Eugi, Lezaun-N).
En Zerain (G) se creía que la maldición de los gitanos contra una persona surtía efecto. A una informante de Elosua (G) que negó limosna a una gitana ésta le dijo “tu marido será cazador”. Ella dedujo de aquí que su marido estaría siempre ausente de casa por lo que no se podría contar con él para trabajar “Eiztaria bada, etxean palta lanerako”. La predicción de la gitana venía a ser una maldición.
En Bedarona (B) tanto los gitanos como los mendigos echaban maldiciones a las personas y familias, lo que provocaba que se les temiera. La gente expresaba este temor diciendo: etxea galdu egiten dabe (echan a perder la casa).
También se temía de manera particular la maldición del mendigo. Cuentan en Pipaón (A) que los mendigos acostumbraban golpear la puerta de la casa con su palo. Preguntaban desde dentro: “¿Quién es?”. A lo que contestaba el mendigo: “¡Alabado sea Dios!”. Si en la casa le respondían “Por siempre sea alabado” era señal de que recibiría una limosna. Si, por el contrario, le despedían con un “Dios le ampare” el mendigo se daba por enterado que en aquella casa no le darían nada. En estos casos los mendigos podían echar una maldición.