Remedios para curar la ictericia

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Ingerir piojos

En tiempos pasados estuvo extendida la creencia de que el mal se curaba mediante la ingestión de piojos. A comienzos del s. XX una informante de Amaiur (N) señalaba que se forma una tela en el hígado y los piojos se la comen[1] y un vecino de Irun (G) que había experimentado el método decía que en el estómago se formaba una tela que no dejaba pasar la bilis, por lo que el excremento salía blanco. La destrucción de esta pretendida tela que obstruía el paso normal de la bilis –anota el doctor Barriola– era campo fecundo de aplicaciones curanderiles[2].

En Amorebieta y Elorrio (B), según registró Azkue en los primeros decenios del s. XX, para curar la ictericia, larumina, había que dar al paciente, sin que él se enterara, en una jícara de chocolate o mezclados en un licor, varios piojos, zorriak: siete, nueve, once, trece, siempre nones; también en Bera (N) su número era variable, pero habían de ser siempre nones[3]. El mismo remedio se aplicaba en Zeanuri (B), Olaeta (A) donde los piojos se introducían en la sopa[4] y Quintana (A) en la comida ordinaria del enfermo sin que él lo supiera[5].

En Amaiur (N), según recogió el P. Donostia, para curar la ictericia, minoria, el remedio específico consistía en poner cinco piojos vivos, de cabeza limpia, sin enfermedad, en el corazón de una manzana, sagar-muñean, o en pan y tragarlos. Si con cinco no era suficiente, la siguiente vez se ponían siete piojos[6]. En Liginaga (Z) quien padecía ictericia, min-horia (dolor o enfermedad amarilla), debía beber agua en la que previamente se hubieran cocido siete piojos de la cabeza; también en Sara (L) había que ingerir piojos. En Azkaine (L), según se recogió en los años treinta, se tomaba el agua de la decocción de nueve piojos, zorriak. En Vasconia continental durante varios días seguidos se daba al enfermo una tisana en la que se ponían nueve piojos, zorriak, o se mezclaban los piojos con algún alimento que tomara habitualmente.

En Bilbao (B); Deba y Billabona (G) también se conoció en tiempos pasados el tratamiento de la ictericia por la ingestión de piojos. Dice Justo Garate que según le contó Miguel de Unamuno se echaban varios en un vaso, se les pulverizaba y se añadía agua; luego se tomaba una gota el primer día diciendo gangalena bat, el segundo día dos exclamando gangalena bi y así hasta 21 y bajando luego hasta cero[7].

Nuestras encuestas actuales de Bermeo, Orozko (B) y Hondarribia (G) han recogido igualmente el remedio de curar la ictericia comiendo piojos, zorriak. En Bermeo los piojos vivos se añadían a la papilla, chocolate, café con leche u otro alimento que debía ser ingerido por el enfermo sin que lo supiera. En Orozko para hacer desaparecer la enfermedad se ingerían en tortilla. Un informante hondarribitarra hace la observación de que tanto los piojos como los mosquitos y otros insectos que pican, sólo se acercan a las personas sanas, nunca a quienes padecen calentura o enfermedad.

Tomar infusiones

En Amorebieta (B), en épocas pasadas, se tenía en casa la planta llamada berberana, verbena, desmenuzada en vino blanco en una botella y se bebían tres vasos pequeños al día para que se quitara la ictericia; infusión de berberana se ha tomado también en Orozko (B); en Zeanuri (B) se bebía agua de barba de maíz, arto-bizarra. En Bedarona (B) la infusión era de agrimonia; en Zerain (G) de menda fiña o hierbabuena y en Telleriarte (G) de carrasquilla, pasmo-bedarra y axal-buztana (azeri-buztana).

En Zerain recuerdan que un buen remedio es la infusión de parietaria, de la que se han recogido numerosas denominaciones como gibel-belarra, giltzurdin-belarra, karakol-belarra, orma-belarra y paretako belarra. Unos recomiendan tomar la infusión en ayunas durante veinte días, descansar una semana y volver a tomar otra tanda; otros dicen que hay que beber en ayunas dos tazas por la mañana y una al acostarse durante nueve jornadas, descansar unos días y repetir; en Bidegoian (G) la dosis aconsejada es tomarla durante ocho días seguidos.

En Sara (L) consideraban útil tomar café; en Amézaga de Zuya (A) beber en ayunas café –sin azúcar– cocido de víspera, después de haberlo tenido toda la noche al sereno. En Telleriarte (G) dicen al contrario que el café es perjudicial.

En Vasconia continental contra la ictericia se bebía leche de burra[8]; en Mendiola (A) leche de burra o de cabra y en Hondarribia (G) se ha solido hacer dieta de leche.

Paretako-belarra, parietaria. Fuente: Dioscórides. Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos: edición de 1566. Madrid: Fundación de Ciencias de la Salud, 1999.

Hacer reposo e ingerir comidas limpias

En Mendiola, Moreda (A); Carranza (B) y Murchante (N) se ha recogido que el reposo, la quietud como le llaman en la localidad navarra, es el mejor remedio porque mediante él se regenera el hígado. En Ribera Alta (A) se aseguraba que para sanar era bueno ponerse al lado de un arroyo y observar correr el agua y en Muskiz (B) se recomienda pasear o sentarse a la orilla del mar o de un río y mirar el agua.

Es bastante general la recomendación de no comer huevos, en unos casos porque se le atribuye parcialmente la causa del mal y en otros porque una vez contraída la enfermedad conviene no tomarlos (Ribera Alta-A; Amorebieta-Etxano, Carranza-B; Telleriarte-G); en Elosua (G) y Amorebieta-Etxano para evitar o curar la ictericia dicen que hay que llevar un régimen de comidas limpias, que en Elosua concretan además en evitar el cerdo y sus derivados; en Amaiur (N) recomendaban tomar caldo limpio. En Carranza se conoce un tratamiento basado en la administración de aceite de oliva por la mañana en ayunas. En Moreda (A), en tiempos pasados, se ha recurrido a corticoides antiinflamatorios.

Remedios creenciales

Estos remedios consisten en transferir la enfermedad a un determinado objeto. En Orozko (B) la ictericia se curaba colgándose del cuello un huevo cocido. Al cabo de una semana la yema adquiría un tono amarillo oscuro y la ictericia iba desapareciendo. En Allo (N) se recuerda que en las primeras décadas del s. XX una persona aquejada de ictericia orinaba cada mañana sobre la misma planta de manrubio al tiempo que decía. “Manrubio, tú te secas y yo me curo”[9].


 
  1. APD. Cuad. 4, ficha 410.
  2. Ignacio Mª BARRIOLA, La medicina popular en el País Vasco, San Sebastián: 1952, p. 55.
  3. Julio CARO BAROJA. La vida rural en Vera de Bidasoa. Madrid: 1944, p. 166. Anota este autor irónicamente que en algún caserío, en el que sus habitantes no se distinguían por su higiene, el repugnante remedio era usado para todo.
  4. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, pp. 249-250.
  5. Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU. “La medicina popular en Álava” in Homenaje a D. Joaquín Mendizabal Gortazar. San Sebastián: Museo de San Telmo, 1956, p. 263.
  6. APD. Cuad. 4, ficha 410. También en Uitzi (N) el curandero viejo recetaba un puñado de piojos para combatir la ictericia y en Pamplona, en los años cuarenta, una curandera mandaba comer piojos vivos entre migas de pan. Vide José Mª IRIBARREN. Batiburrillo navarro: anecdotario popular pintoresco. Pamplona: 1972, pp. 237 y 242.
  7. Justo GARATE. “Los estudios de medicina en el País Vasco” in RIEV, XX (1929) p. 386. Esta fórmula y el recuento son similares a los utilizados para sanar las escrófulas, conocidas en euskera como gangailak, que se describen en otro capítulo de esta obra.
  8. Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 61.
  9. A Azkue le dijeron en Aragón que para curar la ictericia se llevaba al paciente a orinar sobre una yerba llamada marruego. Vide Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 250.