Remedios empíricos
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Los remedios aparecen clasificados en varios grupos pero ha sido frecuente combinarlos, poniendo por ejemplo a remojar los callos para que se reblandecieran, dando fricciones después con algún material u objeto para desgastarlos, y aplicando previa o posteriormente emplastos de plantas.
Plantas
En las encuestas de Agurain (A), Muskiz (B) y Aoiz (N) se ha consignado que los callos se curan con la siguiente receta casera: se coge la hoja de la hierba callera (Sedum telephium subsp. maximum), que en Izurdiaga (N) llaman minbelar, y se le extrae la piel. Se coloca la hoja sobre el callo con un poco de esparadrapo, se aguardan 5 ó 6 días y luego se pone en agua templada. En Abadiano (B) se hacía lo mismo con las hojas de una planta carnosa llamada kaillo-bedarra y en Amorebieta-Etxano (B) utilizaban ebai-bedarra para que se fuera emblanqueciendo el callo y cuando estaba blanco se pinchaba con una aguja. Se repetía la operación varias veces y desaparecía el callo. En Vasconia continental, según se constató en los años cincuenta, se aplicaba diariamente al callo una hoja de agracejo, erkalatxa, y al cabo de varias jornadas se empezaba a secar y acababa por desaparecer[1].
En Izurdiaga (N) se ha recurrido a poner piel de tomate sobre la parte afectada. El aplicar una cataplasma de tomate dos veces al día, por la mañana y por la noche, se ha constatado también en Murchante (N) y el curar untando los callos con rodajas de tomate se ha practicado en Viana (N)[2].
En Zerain (G) se cogía una planta de aro, suge-artoa, y se picaba hasta formar una masa que se aplicaba al callo. Se cambiaba por la mañana y por la tarde hasta que se ablandara lo suficiente para que se cayera de por sí o se quitara. También es un buen remedio colocar las hojas de esta planta machacadas. En Valdegovía (A) se ponía a macerar en vinagre una hoja de hiedra que luego se aplicaba sobre el callo con el efecto de ablandarlo y en Busturia (B), con esta finalidad, se utilizaba la parte interior de la vaina del haba.
En Zerain (G), según señalan algunos informantes, si se frotan los callos con ajo, baratzuria, nueve días seguidos, desaparecen, izkutatu. En Valdegovía (A), Aoiz, Lekunberri y Murchante (N) se frotaban con ajo que después se dejaba sobre el callo sujeto con una gasa. En Sangüesa (N) se han aplicado cataplasmas de ajo o de cebolla; en Telleriarte (G) se ponía un casco de cebolla frita en el callo para que se reblandeciera y en Ataun (G) a los callos de los pies se aplicaba un casco de cebolla, tipola azala, impregnada con saliva y al callo seco un emplasto hecho con leche, cebolla y manteca al que se agregaba harina, ogiriña, para darle cuerpo.
En Arrasate (G) señalan que trataban los callos de forma similar a las verrugas, aplicando esne-bedarra (celidonia) y leche de higos frescos, pikuen esnea. En Amézaga de Zuya (A) se aplica la savia de los dientes de león. En Goizueta (N) los reblandecían frotándolos con limón antes de acostarse y repitiendo la operación durante varios días antes de cortarlos; en el Valle de Erro (N) se ha recurrido también a poner trocitos de limón en contacto con los callos. En Bernedo (A) curaban las durezas de los pies aplicando un caracol machacado con una venda.
En Izal (N) se curan frotando con pez de pellejo (pez adobada) templada y también con resina de teas caliente. En Apodaca (A) se aplicaba agua de ceniza y en Aoiz (N) orina.
A veces el remedio utilizado está compuesto por plantas pero se trata de un emplasto o pomada más elaborado que en los casos anteriores. Así en Busturia (B) previamente a remojar los callos se ponía sobre las durezas una pomada, obtenida mediante la siguiente fórmula de una curandera: en una sartén se ponía a calentar una parte de cera virgen y otra igual de aceite, añadiendo unas escamas de jabón Chimbo, azúcar y hojas de berbena-bedarra. Una vez calentada toda esta mezcla se pasaba por un colador y se dejaba que se enfriara y se endureciera para su uso. En Sangüesa (N) el ungüento se elaboraba con flor de saúco, cera virgen, miel natural y yema de huevo. En Astigarraga (G) se aplicaba durante varios días una pomada casera, compuesta de verbena, que tiraba y arrancaba las raíces del callo. En Elosua (G) se daban fricciones con un ungüento doméstico llamado tirekiloia para que se levantara el callo y entonces se lo cortaban valiéndose de una navaja de afeitar. Señalan que si no se extrae de raíz, vuelve a salir. En Aoiz (N) ponían sobre el callo una pomada casera resultante de batir aceite de oliva y sal, y luego se tapaba. En la Ribera oriental (N) se ha utilizado a veces la ortiga en uso externo en forma de lociones, pediluvios y maniluvios[3].
En Moreda (A), para los callos de las manos se daban glicerina o cerato. Señalan los informantes que su necesidad deriva del contacto o roce de las manos con los aperos de labranza y por ello se llevaba al campo dentro de la alforja. El cerato era un producto de fabricación casera. La fórmula consistía en derretir a fuego lento en un pequeño bote de hojalata las sobras de cera y culos de vela que hubiera en casa, añadiéndole un poco de aceite doméstico de desecho. Se dejaba hacer un rato y después se retiraba del fuego para que se secara o solidificara. En Allo y Viana (N) los hombres, cuando salían a cavar o a layar, para evitar que se les formaran ampollas, se impregnaban las palmas de las manos con cerato, mezcla de cera y aceite de oliva fundidos al fuego. También en Sangüesa (N) hay constancia del uso del cerato como remedio para los callos.
Baños de agua y raspados
En Bernedo, Valdegovía (A); Astigarraga, Beasain, Berastegi, Bidegoian, Elosua (G); Aoiz, Arraioz, Goizueta, Lezaun, Tiebas, Valle de Erro (N) y Donibane-Lohitzune (L) se ha registrado la costumbre de poner los pies a remojo en agua caliente para después arrancar o cortar las durezas. En Murchante (N) ponen los pies a rehogar todos los días durante un cuarto de hora, remedio que se sigue practicando hoy día. En Bedarona, Bermeo, Carranza, Lemoiz (B) y Zerain (G) se ponen los pies a remojo en una solución de agua con sal y vinagre o de jabón y sal (Berganzo-A); en Sangüesa (N) con agua con sal o con bicarbonato. En San Martín de Unx (N) se trataban con baños de saltratos. Según señalan en Moreda (A) se tienen los pies en agua caliente hasta que los callos empiecen a blandear y a continuación se raspan con una tijera, piedra pómez o se corta el pellejo duro con sumo cuidado con una cuchilla de afeitar. Con piedra pómez también desgastaban los callos en Carranza (B) o los cubrían con un esparadrapo para mantenerlos blandos. En Donoztiri (BN) el callo del pie se curaba cortándole la punta.
En el Valle de Carranza los ojos de gallo o endurecimientos de las articulaciones de los dedos del pie, que poseen un núcleo muy duro llamado ojo, también se reblandecían en agua muy caliente; se frotaba el dedo afectado con alcohol y se envolvía con esparadrapo. Se repetía el proceso cuantas veces hiciera falta hasta que se comprobara que el ojo salía desprendido con la tira de sujeción. Un procedimiento similar se ha constatado en Bedarona (B).
En Apodaca, Mendiola (A); Durango, Nabarniz y Orozko (B), cuando se tenían callos o ampollas en los pies e hinchazones, se daban ligeras friegas introduciendo los pies en un cubo de agua en salmuera o sea en agua caliente con sal y vinagre. Así se ablandaban y en el caso de los callos luego se procedía a cortar la punta con una hoja de afeitar o una cuchilla. En Mendiola (A) hay quienes para ablandar los callos recurren al tocino salado en lugar de a la salmuera, en cuyo caso colocan pequeños trozos de esta grasa en los lugares a sanar, que se sujetan con una gasa o una venda. Cuando estiman que el tocino ha hecho su labor se procede, como en el supuesto anterior, a cortar las puntas. El remedio de dar friegas para las durezas de manos y pies con sal y vinagre lo más caliente posible se ha constatado también en Hondarribia (G) e Izurdiaga (N).
En Elgoibar (G) tras realizar la común operación de introducir los pies en agua caliente y una vez reblandecidos los callos se cortan con un objeto muy afilado y se pone en dicho lugar la hierba denominada otondo bedarra (Stachys officinalis) que crece en las paredes. En ocasiones para quitarlos se valen de una cuchilla de afeitar “hasta que se le vea el ojo al callo” y luego colocan un callicida.
En Amézaga de Zuya, Ribera Alta (A), Aoiz y Murchante (N) raspan los callos con piedra pómez, que sobre todo se utiliza con las durezas de las rodillas; en Obanos (N) frotan con una lima y en San Martín de Unx (N) se arrancan o cortan con tijeras y cuchillas. En Bermeo (B) los recortaban en casa intentando extraer “la raíz” o los lijaban para rebajarlos. En Oñati (G) y Lemoiz (B) después de cortar los callos con una navaja, les aplicaban yodo; y en esta última localidad los curaban también anudando un hilo fino a su raíz hasta que se cayesen.
En Hondarribia (G) algunos informantes recomiendan andar descalzo siempre que se pueda, pero si los callos han salido, lo mejor es utilizar un objeto cortante para ir quitando la piel sobrante con sumo cuidado. También se aconseja andar descalzo a la orilla de la mar porque así la piel se ablanda y los callos se caen más fácilmente.
- ↑ DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in Gure Herria. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, p. 195.
- ↑ En Navarra, en los años cuarenta, para los callos se aplicaba tomate y ajo. Vide José Mª IRIBARREN, Retablo de curiosidades: zambullida en el alma popular. Zaragoza: 1940, p. 72.
- ↑ Margarita FERNÁNDEZ. “Medicina popular navarra” in Zainak. Cuadernos de Antropología-Etnografía, XIV (1997) p. 29.