Cantarera, edarrategia
En Améscoa (N) pegada a la fregadera estaba la cantarera. Era una plancha de piedra que descansaba sobre dos poyos de ladrillo y yeso, tenía la configuración de una mesa y sobre ella se colocaban los cántaros de agua. En muchas casas la cantarera se reducía a un tablón grueso montado sobre cuatro patas sin labrar y que tenía dos o tres agujeros redondos donde encajaban las bases de los cántaros. En Romanzado y Urraúl Bajo (N) junto a la fregadera de piedra había un estante, también de piedra, para las herradas, rallos o botijos, pozales y cántaros. Disponía de un canal a lo largo de todo el borde para los pequeños escapes de agua. Datos similares respecto a la fregadera “cantarera” se han recogido en Lezaun (N). En Izal (N) debajo de la ventana de la cocina estaba el fregadero con desagüe directo al exterior. Había una repisa donde se colocaban las herradas en las que se traía el agua, los porrones y el regador.
En Oiartzun (G), en los dos ángulos interiores de las jambas de la ventana de la cocina, solía haber dos cortes arqueados en chaflán como nichos para colocar las herradas del agua, sullak, antes perradak, herradas de barro. En Ezkio-Itsaso (G) junto a la fregadera, había una balda o un aparador donde se colocaban dos o tres vasijas con agua, que antes fueron de madera y se llaman sulla o errada, y después pasaron a ser de zinc u hojalata.
En el Valle de Zuia (A) en un rincón, junto a la fregadera, se encontraba la mesa cuadrada auxiliar con los baldes de agua y herrada limpia, y debajo de ella se colocaban la caldera y el balde de fregar. En Moreda (A) la recocina hacía las veces de almacén de la cocina y servía para dejar las tinajas, las calderas y la leña. En Abezia (A) en la cocina había un escaño viejo que servía para dejar los baldes. En Bernedo (A), en el pasillo, cerca de la cocina, solía haber un barril de agua para beber y en la ventana de la cocina un jarro de vino o un porrón.
En Artajona (N) debajo del aparador de la cocina estaba la cantarera construida con ladrillo sobre pies derechos y arcos rebajados, a una altura de unos cuarenta y cinco centímetros; encima de ella se guardaban los cántaros. En Murchante (N) en uno de los lados del hogar solían dejar las tinajas con agua y le llamaban el rincón de las tinajas.
En Allo (N) la cantarera estaba situada en el lugar fresco de la casa. En ella se guardaban los cántaros y botijos y junto a ella se colocaban tinajas con distintos tipos de agua cada una en un recipiente distinto, con su correspondiente tapa de madera. En San Martín de Unx (N) también se conocía la cantarera en la que se dejaban los cántaros y las tinajas. En Obanos (N) la repisa de piedra, dotada de un canalillo de sección semicircular para colocar las herradas y las tinajas de agua se llama tenajero. En Apodaca (A) del portal se pasaba a la cocina por un pasillo llamado ancillo donde había un arca pequeña o un banco para dejar los cubos de agua, las jarras y el pan. También en Monreal (N), junto a la fregadera, existía una estantería o repisa de piedra pulida con un pequeño canalillo con la finalidad de recoger el agua que pudiera escaparse de las herradas y tinajas que allí estaban depositadas y reconducirla hasta la fregadera.
En Oñati (G) en las cocinas antiguas existía un lugar llamado edarrateixa donde solía estar el cántaro con agua fresca, edarria, y el recipiente metálico para beberla, uruntzixa. En Mezkiritz (N) existía ferreten tokie que era una pequeña mesa a 1 m de altura del suelo con una piedra trasversal de 1,50 m de largo y sobre ella una madera, que servía para depositar las herradas, ferretak. En Elosua (G) para el acarreo del agua desde la fuente a casa o a la heredad se utilizaban las jarras llamadas pi txarrak y kantxillak.
En Abadiño (B) debajo de las baldas para colocar los platos, arasak, estaba el banco de piedra, arrizko bankua, sobre el que se dejaban los recipientes que contenían agua: edarrak, con agua para la higiene personal y para cocinar; pitxerra, que era la jarra de barro con agua para beber, y galdarie que contenía el agua para fregar y dar al ganado.
En Mélida (N) debajo del hueco de la escalera se situaba la alacena a la que se accedía a través de una puerta de madera. La alacena era una especie de despensa donde se guardaban las garrafas para el vino, tinajas con agua, etc. Sobre la puerta de la misma había unos orificios de ventilación que en ocasiones cobraban un aspecto ornamental, por ejemplo con formas vegetales. Las casas que tenían ganado vacuno guardaban allí la leche, que se vendía a la gente que iba a comprarla.
En el Valle de Carranza (B) la herrada era una vasija de cobre empleada para transportar el agua de la fuente a casa y que posada en la cocina o en un lugar cercano servía para proveer de agua fresca. Ésta se extraía mediante una especie de cazo también de cobre, con una sola asa sin cerrar, lo que permitía colgarlo del borde de la herrada, que recibía el nombre de bacineta. La herrada se transportaba sobre la cabeza, colocando un cabecil para sostenerla mejor y que no causase daño.
La encuesta de Romanzado y Urraúl Bajo (N) aporta una descripción de la herrada. Era de madera, construida de forma parecida a los toneles. Las tablillas iban sujetas con anchos cellos de hierro que las mujeres conservaban siempre muy bruñidos. Era de forma troncocónica, con el fondo en la base mayor. Con ella traían las mujeres el agua para beber de la fuente o del río. Se asentaba en la cabeza mediante un cabezal, circular, hecho con telas de distintos colores, con uniones radiales, relleno de trapos o de lana con un orificio central. Para que no salpicara en el trayecto se ponía en el agua un disco de tabla, con el borde festoneado y perforaciones de adorno. Se usaba también en los pozales. Había una pequeña jarra de hierro esmaltado, común, que servía para beber agua de la herrada.
En Garagartza (G) describen la herrada como un cubo de madera con aros de hierro o de latón, más ancho de base que de boca. Para que no se derramara el líquido le ponían una tabla en forma de disco de madera, edarren ola, y también una hoja de lechuga o berza para que no se derramara o salpicara, con la rodana o rodete de tela para traer la herrada sobre la cabeza.