Los aleros. Boladua

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Según Urabayen los aleros obeceden a razones climáticas. Representan un aumento de superficie del tejado conseguido mediante la extensión de las vertientes. Pero así como la inclinación de las vertientes responde a un régimen climático abundante en nieves, los aleros salientes son la respuesta a climas húmedos y templados. La zona de los aleros muy salientes en la fachada protegiendo a ésta y a un balcón por lo general, ocupa en Navarra el territorio situado al norte de una línea que va aproximadamente de Altsasu a Burguete pasando cerca de Pamplona. La zona de Burguete a la frontera con Huesca, donde la nieve cae con mayor abundancia, se corresponde con los aleros cortos, con saliente nada más que para proteger un balcón que suele estar situado más abajo del desván.

Hay pues una relación estrecha entre la cantidad y la índole de las precipitaciones y la extensión de los aleros. A lluvias abundantes corresponden aleros salientes; a nieves abundantes aleros reducidos a su mínima expresión, salientes solamente cuando hay que proteger un balcón; y a precipitaciones escasas, aleros cortos. Donde las lluvias son abundantes se hace necesario defender determinados espacios como balcones y fachadas. A este efecto se prolonga la cubierta lo necesario para conseguir este objetivo. Cuando la nieve es abundante una prolongación excesiva de los aleros sería peligrosa para la seguridad de la cubierta; por esta razón se reduce todo lo posible. Pero el clima de estas regiones suele ser nebuloso y obliga a habilitar un espacio donde el sol penetre libremente, pero no el agua ni la nieve; así nace el balcón protegido por un tejadillo. En las comarcas de humedad más bien escasa y de sol suficiente no se siente tal necesidad de protección y el alero se reduce hasta desaparecer casi en los climas secos. El último resultado de su reducción es la cornisa[1].

En cuanto a las denominaciones en euskera de esta parte del tejado, en Ajangiz, Ajuria y Bedarona (B) se le llama boladue y sobresale en toda la casa. En Kortezubi (B) bolaua y en general es más saliente por el lado de la fachada (1,30 m) que en el resto de la casa (0,90). En Orozko (B) alerue y en la fachada tiene el vuelo suficiente para evitar que los balcones se mojen cuando llueve. En Sara (L) recibe el nombre de egaztei y es ancho sobre la fachada principal, menos en los costados y menos aún o ausente en la trasera de la casa. En Gorriti (N) egatza. En Ezkurra (N) bolantea, en Aurizberri (N) rafea, en Ataun (G) bueloa, de aproximadamente 80 cm de ancho, y en Andagoia (A) alar.

En Osinaga, Valle de Juslapeña (N), el gorrozpe, alero de madera montado sobre canecillos tallados rústicamente, corre por las cuatro fachadas con saliente de igual vuelo.

En Andraka (B) el espacio comprendido bajo el vuelo o alero del tejado por el lado de la fachada recibe el nombre de erlatze, mientras que el espacio lateral se denomina itxusure.

En algunas poblaciones encuestadas se ha constatado la relación antes señalada del alero con el clima.

En Apodaca (A) los aleros no sobresalen mucho, en cambio en los pueblos situados en altura las casas los presentan mayores porque llueve más.

En Amorebieta-Etxano (B) las edificaciones que tienen portal presentan el tejado un poco saliente por la parte delantera mientras que las que carecen del mismo tampoco muestran el tejado saliente.

En Luzaide/Valcarlos (N) el remate del tejado es sencillo, con alero corto. Las paredes no requieren protección especial por tratarse de clima suave, al menos a la altura del emplazamiento del poblado principal.

En Aoiz (N) la forma de las fachadas en las casas más antiguas es plana, cuadrangular o rectangular. El tejado se sitúa sobre la misma, a escasa distancia de las ventanas del desván. Es un tejado corto y en algunos casos sólo sobre la fachada principal y la trasera, dejando sin cubrir las fachadas laterales. Hay que señalar que los balcones y ventanas por regla general se sitúan a ras de fachada, es decir, sin saledizos. Tal vez por este motivo no necesitan proteger tanto la fachada.

A pesar de la influencia del clima los aleros suelen ser estructuras sencillas en la mayor parte de los caseríos.

En Elgoibar (G) el vuelo es de entre 50 ó 60 centímetros ya que en esta localidad no existen aleros fuertes. En el Valle de Carranza (B) igualmente de 60 cm, medida que se rebasa en la fachada principal. En Améscoa (N) en la casi totalidad de las casas el alero tiene también un vuelo de 60 cm; son excepción las casas que lo tienen muy saliente. En Zerain (G) los caseríos no tienen grandes aleros, pero el de la fachada es más amplio. Este tipo de aleros casi nunca tienen labrada la madera a diferencia de lo que ocurre en las casas más notables.

En Aintzioa y Orondritz (N) los maderos que sobresalen del tejado y forman el alero son pobres y no están decorados. En Berganzo (A) las cubiertas aparecen rematadas con aleros sencillos, sin ningún tipo de decoración. En Zerain (G) tampoco se observa talla o trabajo alguno.

Casa con alero saledizo (Zeanuri-B, 1977). Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Abezia (A) suelen ser más o menos pronunciados y en algunas casas se puede comprobar que se sostienen mediante jabalcones que al mismo tiempo cumplen una función estética.
En todo caso no era habitual tallar la madera.

Por el contrario en algunas poblaciones se describen sofisticados aleros por lo general correspondientes a las casas nobles o pertenecientes a las familias adineradas. Esta situación se manifiesta con fuerza allí donde la población está más concentrada, como en las villas.

En Artajona (N) los aleros están hechos generalmente con modillones salientes de madera, de sección rectangular; sobre ellos se disponen las tablas para soporte de la teja. Existen muy pocas casas con alero doble. Los modillones suelen llevar molduras en su frente, aunque no faltan labores funiculadas y otros adornos. También abundan los mútulos lisos de sección rectangular reforzados por una pieza biselada en su parte superior. En casas más humildes o en las del siglo XIX, es frecuente ver aleros de ladrillo, con tres filas superpuestas, la central con las piezas en zig-zag. A partir de los años setenta comenzó a ser corriente el empleo de modillones de cemento.

En Sangüesa (N) están compuestos por una serie de canes o canetes que pueden ser sencillos o de doble cuerpo. A veces se introducen tanto hacia el edificio que se sujetan en un madero, paralelo a la fachada, llamado sopanda; entonces los canes van “contrapesados”.
Los frentes exteriores entre can y can son las tabicas y normalmente van decoradas.

En Viana (N) son abundantes los aleros en saledizo con doble canería de madera tallada con molduras en sus frentes, aunque muchas veces se han cortado para colocar los canalones.

En el Valle de Zuia (A), dado el clima de la comarca, numerosas casas muestran aleros amplios en prolongación de las correas y del caballete del tejado. Y es muy raro que los grandes aleros no estén sostenidos por jabalcones más o menos grandes. Efectivamente por ser zona donde azotan los vientos y lluvias de modo acusado y repetido, los remates de las cubiertas disponen de pronunciados voladizos, en algunos casos llegando a sobresalir más de un metro y medio, por lo que se ven obligados a apearse en recios jabalcones que, en algunas casas, son portadores de singulares tallas. Los aleros de las casas solariegas o palacios rurales, así como los de los caseríos de cierto empaque, se hallan formados por piezas de madera, denominadas canes, que presentan tallas más o menos sofisticadas según la relevancia de la casa o palacete.
En el caso de que los aleros sean de madera adquieren bellas y a veces originales formas. En Lagrán (A) también se conservan algunos aleros con un buen trabajo de artesanía.

Por lo tanto, además de lo dicho por Urabayen, que relaciona esta estructura con el régimen de lluvias, el alero prominente y profusamente tallado es un indicador de estatus económico.

Casa sin alero (Obanos-N, 1997). Fuente: M.ª Amor Beguiristain, Grupos Etniker Euskalerria.

En Eugi (N) las cabezas de los solivos o cartelas que formaban el alero y las tornapuntas eran de madera pero normalmente no sobresalían mucho. En algunas ocasiones, aunque las menos, las tornapuntas se hallaban labradas lo que era símbolo de una cierta categoría dentro de las viviendas del casco urbano.

En Izal (N) los aleros son de dimensión e importancia variables. Desde un simple cabrio con el vuelo de la tabla en los hastiales a los perrotes moldurados con un saliente de sesenta centímetros que puede ser de casi un metro en las casas palacianas.

En Lezaun (N) en el caso del alero de madera en la fachada horizontal, las piezas que salen al exterior se llaman perrotes y en las casas más pudientes están decoradas al estilo de la época. Algunos sólo llevan el típico pecho de paloma y los del siglo XX únicamente están regularizados para proporcionarles una sección cuadrada. Sobre ellos se clavan tablas de roble, en los de más calidad, y de haya en los más pobres.

Aparte de por estatus, también se han recogido razones estéticas. En Moreda (A) a las casas de piedra se les da mayor vuelo al tejado.
En estos casos éste es de madera ya que en la localidad consideran que la piedra conjunta mejor con la madera. Las casas lisas o pintadas tienen tejados con vuelos normales y en éstas se fabrica con hormigón al igual que los canes.
Las casas con aleros prolongados están mejor protegidas de la lluvia, además las casas “mochas de tejado” resultan feas y antiestéticas.

En cuanto al material con el que se han construido los aleros, el más habitual en todo el territorio estudiado ha sido la madera[2]; sin embargo también se ha recurrido a otros. En estos casos los aleros presentan diferentes formas condicionadas por el uso de los mismos.

En Murchante (N) se considera que el alero es un elemento que aporta elegancia a la casa.
Sin embargo, la mayoría de los mismos están escasamente desarrollados a excepción de algunas casas construidas con ladrillo caravista; en estos casos el alero se realza gracias a los motivos geométricos que presenta.

En Moreda (A) los aleros de los tejados ofrecen diversas formas: canes de madera; hiladas de ladrillos de ascendencia mudéjar; voladizo acusado con canes de madera con buena talla o con talla sencilla; tejas sobre cornisa pétrea; voladizo acusado de canes de madera con buena labor de carpintería y sobre cornisa de piedra labrada; o canes de madera sobre cornisa de piedra labrada.

En Obanos (N) suelen ser de madera o de ladrillo; en este último caso son más cortos.

En Lezaun (N) el alero en las fachadas horizontales es de madera; en las fachadas con piñón (axial) es generalmente más pequeño, aunque hay algún caso esporádico en que es semejante a los de la Navarra húmeda, con las vigas maestras saliendo hacia el exterior y sirviendo de apoyo a dos maderas o cabrios.
Sobre éstos van las tablas claveteadas. En algunos casos este alero es de losa del lugar o medio ladrillo macizo.

Unos elementos relacionados con los aleros utilizados para recoger las aguas y desviarlas a los puntos más convenientes son los canalones. Hoy están presentes en todas las construcciones y es habitual que se incluyan cuando se restaura un viejo tejado. Pero en el pasado eran infrecuentes aunque se han podido constatar algunos casos que incluso resultan muy tempranos en el tiempo.

En Zeanuri (B), a mediados del segundo decenio del siglo XX, en los caseríos las aguas del tejado no se recogían en canalones salvo raras excepciones, pero más antiguamente existieron canalones de madera, odia, que aún se conservaban entonces en dos edificios.

En Andagoia (A) a mediados de los años sesenta se usaban canalones de madera de nombre goteral y en Gorriti (N) kotra.

En Ezkurra (N) kotza era la denominación que recibía el de madera, que en el momento de realizar la encuesta (1936) se usaba poco y txapa el de zinc, que ya se estaba generalizando.

En Orozko (B) una forma de abastecerse de agua consistía en recoger la de la lluvia mediante dichos canalones y a través de una tubería pasarla a un depósito ubicado en el camarote donde se almacenaba. Había casas en que dicho depósito conectaba con la fregadera y el retrete.


 
  1. Leoncio URABAYEN. La casa navarra. De arquitectura popular. Madrid: 1929, pp. 63, 64 y 66.
  2. En el casco urbano de Portugalete (B), a mediados de los años ochenta se publicaron los siguientes porcentajes en cuanto al material de los aleros:

    Madera

    Piedra

    Hormigón

    Revocado

    Fachada anterior

    88,6%

    2,5%

    8,9%

    --

    Fachada posterior

    90,2%

    --

    8,4%

    1,4%