Quema del laurel bendecido

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El laurel bendecido era también objeto de otra práctica protectora de la casa; sus hojas se quemaban en el fuego del hogar cuando amenazaba la tormenta. Las hojas de laurel chisporrotean al contacto con el fuego.

A primeros del siglo XX en Oiartzun (G) quemaban ramas de laurel bendecidas el día de Ramos colocándolas debajo de un montón de brasas y ceniza; en algunas casas lo hacían en la llama[1].

En Aia (G), cuando relampagueaba se ponía el ramo bendecido bajo las cenizas para que se quemara sin llama y se le daba fuego con unas leñas delgadas[2].

En Zeanuri (B) el laurel bendecido en esta festividad servía antaño entre otros usos, para quemarlo cuando tronaba fuertemente[3].

En el Valle de Carranza (B) nuestra encuesta recoge que a la vez que se quemaba en el fuego del hogar el laurel bendecido, se rezaba a Santa Bárbara.

En Nabarniz (B) cuando estallaba la tormenta, se quemaba un poco de laurel del ramo bendecido el día de San Juan. Igual costumbre había en Amorebieta-Etxano (B).

En Bidegoian (G) recogían brasas del fuego y las introducían en un bote al que se echaba laurel bendecido. Luego se salía fuera de la casa agitando el bote como si de un incensario se tratara para que cesara la tormenta al tiempo que rezaban un kirieleyson.

En Andoain (G) se quemaba laurel bendito los días de tormenta: se tenía buen cuidado de que ardiera o se consumiera sin producir llama, para lo cual le echaban encima ceniza[4].

En Zerain (G) durante la tormenta, tras cerrar puertas y ventanas, se echaba al fuego un ramo de laurel y agua bendita: Ate ta leio itxi, ta suei bota erramue ta ur bedeinkatua.

Esta misma práctica de quemar laurel bendito se ha constatado también en Bedarona (B); Astigarraga, Berastegi, Elosua, Hondarribia (G); Urzainki (N) y Sara (L). En Luzaide/Valcarlos (N) señalan que las hojas de laurel se deben quemar sin llama, lentamente, ya que es el humo lo que vale.

En Moreda (A) quemaban las gavillas de juncos bendecidos el día del Corpus Christi; era costumbre cubrir las calles, especialmente en torno a los altares levantados en plazas y cruces con juncos de río para que fueran bendecidos al paso del Santísimo. Estos juncos se recogían y se quemaban en pequeñas gavillas en el balcón o ventana de la casa como medida de protección.

En Baquedano (Améscoa-N) el día de Corpus se ponían ramas de roble cerca de la iglesia por donde debía de pasar la procesión; después se llevaban a casa para echarlos al fuego cuando los nublados.

En Sangüesa (N) se encendía en el “fogaril” el resto del tronco llamado chubilar, que quemado en parte en la noche de Navidad se guardaba para proteger la casa de rayos y pedregadas.


 
  1. LEF. Recogido por Barandiaran.
  2. LEF. Recogido por Jon Iruretagoyena.
  3. LEF. Recogido por Eulogio Gorostiaga.
  4. Francisco de ETXEBERRIA. “La religiosidad del pueblo. Andoain” in AEF, I (1924) p. 59.