Lámpara o candil de aceite, kriseilua

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Una forma antigua de alumbrado consignada en numerosas localidades encuestadas son las lámparas o candiles de aceite, que generalmente eran de hierro. En todas las casas había dos o tres, los utilizaban en la cocina y los llevaban allí donde se necesitaran, a la cuadra, a las habitaciones, al desván, etc. En euskera se han recogido las siguientes denominaciones: kurtzulua en Bedarona, Bermeo, Busturia, Gorozika y Orozko, Zeanuri (B); y kriseilua, krisailua en Ataun, Beasain, Bera, Elosua, Telleriarte, Zerain (G); Goizueta, Valle de Roncal, Luzaide/Valcarlos (N) y Sara (L). En esta localidad laburdina se ha constatado también el nombre de lanpion. Para lámpara de aceite en Zeanuri (B) se ha constatado también la denominación izar-farola.

En Améscoa (N) se ha consignado la siguiente descripción: el candil era un utensilio formado por dos recipientes de hierro, superpuestos, cada uno con su pico. En el superior se ponen el aceite y la torcida, y el inferior lleva unida en la parte de atrás una varilla con garfio para colgarlo, si bien también se puede apoyar por su base plana. Se usaba preferentemente para alumbrar la cocina y las cuadras. En Lezaun (N) la descripción es similar y en razón de que a la mecha se le llame torcida cuando alguien dice una mentira, se utiliza la expresión: “ésa y la del candil, torcida”.

La mecha (conocida como torcida en muchas localidades navarras) se compraba en el comercio pero se improvisaban también soluciones caseras. Una de ellas consistía en enrollar en la mano fuertemente varias hebras de hilo de lino del mismo largo y atar con otro hilo arrollado en espiral. Otra solución se obtenía de la elección de un junco, ie, grueso al que se despellejaba y sacaba el tuétano con cuidado de no romperlo. También podía hacerse con un trozo de cinta de alpargata. Para que durase mucho y ardiera más derecha y mejor se colocaba un trozo de corcho a modo de flotador que se agujereaba en su parte central, por donde se pasaba la mecha. Había que graduar la altura de la mecha saliente para que no se apagara a medida que se quemaba. Cuando no había lamparillas suficientes se empleaban en su lugar latas de conserva vacías o vasos de cristal.

En Beasain (G) krisaillue es la lámpara más antigua que recuerdan los informantes. Se trata de un candil de aceite o grasa animal que consiste en una pequeña cazoleta de chapa de unos 5 ó 6 cm de diámetro por 3 ó 4 de altura, terminada en una especie de pico inferior de pájaro. En este pico se coloca la punta de la mecha, una tira de tela de lino que está empapada del aceite depositado en la cazoleta. De la parte opuesta al pico de la mecha sale de la cazoleta una chapa vertical a la que va unida una varilla giratoria con gancho para colgar.

En Zerain (G) describen la lámpara de aceite, krisallu, como dos recipientes de hierro uno bajo el otro para recoger el sobrante, terminado en punta afilada, como guía de la mecha y con un gancho para colgarlo del techo. Se llenaba de aceite de cocina y se le introducía una mecha que sobresalía por la punta y era la que se encendía. La luz que daba era mortecina.

En Bermeo y Busturia (B) para alumbrar la casa se usaba el candil, kurtzulue, que se componía de dos recipientes de hierro, de los que el inferior era algo mayor. En el superior se depositaba un aceite barato, lisi-saiñe, que se extraía calentando la grasa y las vísceras de la cavidad abdominal de la lija, y una mecha. En cada casa había normalmente dos o tres candiles que se colgaban en la chimenea o en clavos situados en las vigas del techo. En Busturia hay quienes a este tipo de candil le llaman auntzen popie, culo de cabra. También en Goizueta (N) se recuerda que los kriseiluak más antiguos llevaban grasa de algún animal marino que olía mal pero se usaba porque el aceite era escaso y caro.

Candelero, kurtzulua (candil) y palmatoria. Orozko (B), 2008. Fuente: Edurne Romarate, Grupos Etniker Euskalerria.

En Allo (N) el candil de aceite ha sido el método más frecuente de alumbrarse en el interior de las casas. En todas ellas había por lo menos uno que se colocaba en la cocina. Si no había más, cuando un miembro de la familia lo necesitaba para salir a la cuadra, a las habitaciones, o para subir al granero, y se lo llevaba, dejaba a oscuras a los demás. A la operación de reponer el aceite y espabilar la mecha se le llamaba “atizar el candil”. La mecha se compraba en las tiendas locales y se pedía de esta forma: “Dame una madeja de torcida de candil”. A principios del siglo XX la madeja costaba una cuatrena (cinco céntimos de peseta). Siguió utilizándose hasta el segundo decenio del siglo XX, últimamente sólo en graneros y cuadras. En Artajona (N) hasta que se inauguró el alumbrado eléctrico (1902) el sistema común de iluminación de las casas era el candil de aceite que había en todas las viviendas y se estuvo empleando hasta los años de la Guerra Civil. Con él se iluminaban habitaciones, cuadras, bodegas y otras dependencias. En Obanos (N) todas las habitaciones y cuadras tenían un gancho de donde se colgaba el candil.

En Sangüesa (N), en el pasado, la forma más usual de alumbrar fue el candil de torcida de esparto con aceite. Su gancho era alargado y retorcido para poderse colgar, y llevaba dos piezas engarzadas mediante un dispositivo, la interior para el depósito del aceite y de la mecha. Los documentos antiguos lo llaman “candil de fierro doble”. En Viana (N) la descripción consignada es similar. Advierten que al bajar a la bodega había que tener cuidado con el tiempo de fermentación del mosto, porque si el candil se apagaba por la falta de oxígeno, era peligroso acceder a las cubas.

En Bernedo (A) señalan que el candil de aceite, el pecu, se colgaba en la cocina junto al fuego. Los hacía el herrero. Cuando se bajaba a la cuadra se descolgaba el candil y lo llevaban dejando la cocina con la luz de la lumbre solamente. En el Valle de Zuia (A) se iba a la cuadra acompañado de un muchacho para que llevara en la mano el candil para alumbrar. Era peligroso posarlo por miedo a que pudiera prender una tela de araña. Ocurría lo mismo cuando se iba al pajar ya que se temía producir un incendio, suceso que en tiempos pasados no fue inusual en este valle.

En Romanzado y Urraúl Bajo (N) los candiles de aceite, colgados en la chimenea del fogón, eran corrientes antes de los años cincuenta, en esa época todavía había alguno en uso. También hay constancia del candil con aceite y mecha en Urraúl Alto (N). En Trapagaran (B) se recuerda que el candil de la cocina tenía una pequeña argolla en la parte superior para ser colgado en un lugar cercano a donde se cocinaba y se comía. En Aoiz (N) en los dormitorios, antiguamente se utilizaban candiles de aceite. En las salas se usaron quinqués de aceite, blancos, colgados del techo sobre mesas camillas. En Oñati (G) la cuadra y el desván se alumbraban con candil. En los decenios cincuenta-sesenta se introdujeron las primeras linternas.

En Moreda (A) señalan que los sistemas de alumbrado antiguos, como los candiles, las velas de cera y los quinqués, se empleaban para iluminar cualquier dependencia de la casa, las mujeres los utilizaban en las labores del tresnoche o candiladas cuando se reunían en las cuadras domésticas para coser y bordar colchas y otras prendas.

El uso de lámparas de aceite con descripciones y datos similares a los anteriores se ha constatado también en Abezia, Añana, Berganzo, Lagrán (A); Amorebieta-Etxano, Valle de Carranza, Lezama (B); Arrasate, Elosua, Telleriarte (G); Izal, Izurdiaga, Valle de Elorz, Eugi, Mélida, Mirafuentes, Monreal, Murchante, Valle de Roncal, San Martín de Unx, Luzaide/Valcarlos, Valtierra (N); Baigorri (BN) y Sara (L).