La relación de la casa con el clima

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Un elemento que en tiempos pasados se tenía muy en cuenta a la hora de edificar una casa era el clima del lugar. Conviene tener presente que antaño no se conocían los materiales aislantes que se utilizan hoy en día y que a veces no se contaba con cristales para cerrar las ventanas.

Las condiciones climáticas han afectado a prácticamente todos los elementos que forman parte de la estructura de una casa, especialmente los exteriores, que son los que aislan el habitáculo ocupado por las personas y a menudo también por los animales.

Además fue habitual en tiempos pasados que alrededor de las casas aisladas se plantasen árboles que las protegiesen, sobre todo al tejado, de la acción del viento, y que proporcionasen sombra durante el verano. Dos informantes expresan bien esta idea al afirmar que los árboles en torno a la casa la resguardan del viento: “arboleak haizea hartu egiten dau eta etxea jabon” (Ajuria-B) y “arboleak haizea zaintzen dau” (Nabarniz-B). Con este fin las especies más valoradas han sido de hoja perenne como la encina y también el laurel.

Encinas protegiendo una casa de Muxika (B), 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

Los muros, los huecos y la orientación

Es general que allí donde el invierno es frío y húmedo e incluso cuando se dan pronunciados contrastes entre el frío invernal y los calores del estío, los muros sean gruesos para así reforzar su capacidad de aislamiento. Otras estrategias comunes consisten en abrir ventanas pequeñas, presentar fachadas orientadas al sur o al este y que escaseen los huecos en la pared que mira al norte.

En el Valle de Carranza (B), tiempo atrás, para orientar la fachada principal antes de proceder a la construcción de un edificio, se plantaba una estaca de madera al sol de mediodía de tal modo que la sombra que proyectaba servía como referencia para tal orientación. Las dominantes fueron al mediodía (sur) y al saliente (este), encontrando muchos edificios que miran al sureste. En esta fachada se abrían los huecos principales y se situaban dos balcones corridos que servían de secaderos y que se hallaban protegidos del viento y la lluvia por la prolongación de los muros laterales, pipianos o machones, y del tejado en forma de cola de milano o morisca.

En Bernedo (A) la dureza del clima, que se alarga durante más de medio año, obliga a que los muros de las casas estén preparados para proteger el interior de las bajas temperaturas siendo por ello gruesos. Las ventanas son más bien reducidas y la mayor parte, cuando la situación lo permite, se abren en la pared sur de la casa.

En Goizueta (N) los inviernos son suaves. El grosor de los muros de las casas del pueblo es reducido; sin embargo, en los caseríos las paredes orientadas al norte suelen ser más gruesas que las restantes para así defender mejor el interior contra el frío.

En Ataun (G), en muchas casas, los muros laterales rebasan el plano de la fachada, avanzando casi medio metro o algo más. Tal saliente se llama arrortz. La fachada queda así protegida contra los vientos que soplan a ambos costados. En esta población a mediados del segundo decenio del siglo XX eran contadas las casas que presentaban sus portales orientados al norte, la mayoría los tenían dispuestos hacia el sur y el este, y también el oeste. Eran igualmente escasas las ventanas abiertas al norte lo que contribuía a proteger la casa contra los fríos del invierno. En este sentido, sobre todo en las paredes de la cuadra, había una estrecha ventanilla a modo de saetera que llamaban zizkillu zulo[1].

Muro norte carente de huecos. Mendata (B), 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

El clima de Moreda (A) se caracteriza por sus inviernos fríos lo que ha influido a la hora de construir las casas. Las paredes que dan al norte apenas poseen ventanas o si las tienen son estrechas con el fin de evitar que penetre el viento frío. Las fachadas principales están orientadas hacia el este o sur.

En Berastegi (G) todos los caseríos tienen su fachada principal orientada al sol. Por contra la pared que da al norte aparece prácticamente cegada, con huecos o ventanas muy pequeños a fin de que el interior no se enfríe.

En Hondarribia (G) al ser el este la zona menos expuesta, los muros norte, sur y oeste se hacían de piedra, mientras que el este se construía de piedra en la primera planta y en la parte superior se finalizaba de igual forma o empleando tabla o ladrillo. Consideran aquí que no se debe olvidar que el viento que sopla de la mar en invierno es fuerte y frío. Por esa razón, la puerta principal solía estar en el este o en el sudeste, ya que al oeste queda la mar. En la pared que da al oeste no hay ventanas, a lo sumo una aspillera. Por esta misma razón las casas están muy agrupadas al objeto de lograr una mejor protección durante el rudo invierno y sombra en el verano.

En Orexa (G) el norte y el sur son consideradas orientaciones malas porque sopla muy fuerte el viento. Cuando la casa tiene esa disposición, las puertas obligatoriamente deben estar cerradas; sin embargo al este pueden quedar abiertas puesto que se trata de una orientación muy buena.

En Lesaka (N) los caseríos están casi siempre en las partes más resguardadas de los vientos y para defenderse de ellos plantan castaños y otras clases de árboles, así como para tener sombra. La fachada se orienta al sur y al este, la dirección de donde menos soplan, aunque esto no sea general. La distribución de los huecos corresponde asimismo a esta regla. En la planta baja hay saeteras que se cerraban en invierno con helechos y paja para resguardar el interior del frío[2].

En Goizueta (N) las casas construidas en zonas sombrías son más cerradas. Sus aperturas son pequeñas y las paredes que dan al norte gruesas. Las situadas al oeste, sin embargo, son un poco más abiertas sobre todo en las paredes orientadas al sur. Las del núcleo urbano tienen mayor número de huecos y estos son de dimensiones superiores a los de los caseríos y bordas. Los edificios que se construyen hoy en día son prácticamente iguales sean de la calle o del monte; esto también afecta a la restauración de caseríos.

En Allo (N) la dirección de los vientos dominantes y la trayectoria del sol determinan la orientación de la casa y el número, tamaño y disposición de sus huecos o ventanas. De igual modo la pluviosidad y la frecuencia de las nieves condicionan la forma de los tejados, su grado de inclinación y el vuelo de los aleros.

Sangüesa (N) se halla situada entre las tierras resecas del Ebro y las norteñas montañosas de clima oceánico con abundantes y regulares precipitaciones. El clima es mediterráneo con cierto matiz continental. Las oscilaciones entre el día y la noche son constrastadas. Es muy frecuente el cierzo o viento norte. Estos condicionantes repercuten en la estructura de la casa de tal manera que se han construido unas junto a otras para resguardarse del frío y del calor y con unas fachadas muy estrechas con poco contacto con el ambiente exterior. La escasez de nieves ha permitido unos tejados con una inclinación de 30 grados, a veces algo más. El cierzo es el responsable de que en las fachadas orientadas hacia el norte se abran pocos huecos.

El tejado y las construcciones anejas

En el tejado también se aprecia la influencia del clima tal y como se verá en el capítulo correspondiente. Así mismo en las características del portal.

En Valdegovía (A) consideran que donde mejor se aprecia la relación entre la estructura de las casas y el clima es en los tejados, que habitualmente son a dos aguas en dirección norte-sur.

En Abezia (A) eran a dos o tres aguas, en este último caso para que la pared del norte no se viera directamente afectada por la lluvia o la nieve, y con una inclinación suficiente para facilitar la caída del agua y de la nieve, pero tampoco excesiva. Los aleros eran pronunciados para de esta forma evitar que las goteras cayeran sobre la fachada.

En Kortezubi (B) los techos son a dos aguas, buzando a las partes laterales del edificio, nunca hacia la fachada, si no es cuando el tejado es a cuatro vertientes, caso raro. En la parte zaguera existe en muchas casas otra tercera vertiente de pequeñas dimensiones, como una trunca-dura producida en el vértice o extremo del caballete, que llaman miru-buztena, cola de milano, o medi-buztena, y dicen que sirve para oponer menos superficie a los vientos del NW[3].

En Astigarraga (G) para defenderse del clima húmedo y lluvioso los edificios, además de contar con gruesas paredes de piedra de mampostería, están techados a dos aguas.

En Eugi (N) debían hacer frente a unos inviernos fríos y muy lluviosos lo que ha quedado reflejado en la forma de los tejados que al igual que las casas subpirenaicas descritas por Caro Baroja optaron por las dos vertientes de pronunciadas inclinaciones pero sin llegar a los extremos de pueblos como Burguete o Luzaide/Valcarlos. En el interior de la casa la adaptación al clima y al suelo venía dada por el empleo de madera de castaño o roble que servía de aislante contra la humedad y el frío y que era de fácil obtención ya que se trataba de los árboles predominantes en la zona. Lo mismo ocurría con la piedra que se extraía en los montes cercanos.

Tejados con vertientes pronunciadas. Otsagabia (N), 1972. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

En Urraúl Alto (N) los tejados son a cuatro vertientes debido a su duro clima ya que así presentan una menor resistencia al viento y a la nieve al proporcionar superficies más pequeñas que ayudan a que la cubierta soporte mejor la presión de la nieve acumulada. Este tipo de construcción abunda también en la zona de Burguete, Salazar y Roncal (N). Una de las casas de más antigüedad, casa Eneko, de Adoain (N), muestra su tejado de doble vertiente, es decir, de mayor inclinación en la parte que arranca del caballete y que disminuye al aproximarse al alero. De esta manera no es tan grande la pendiente de la cubierta, lo que hace disminuir su coste, pero además no pierde así su eficacia para expulsar la nieve pues la situada sobre la parte más inclinada, empuja con su peso a la del alero de modo que el tejado queda limpio en la parte más propicia a los hundimientos, que es la central. Este tipo de tejado se encuentra con frecuencia en el norte de los valles de Salazar y Roncal[4].

Para disminuir los efectos del agua de lluvia, un elemento añadido al tejado es el canalón. Ya en las encuestas realizadas en la segunda década del siglo XX comenzaban a aparecer en las construcciones modernas cuando aquello. Desde entonces su instalación se ha generalizado en todo el territorio. En las áreas urbanas y villas donde la gente se desplaza a lo largo de aceras es común que todas las vertientes de los tejados tengan canalones para así evitar que el agua caiga sobre los viandantes. En las áreas rurales las nuevas edificaciones cuentan siempre con ellos y desde que se generalizó la costumbre de modificar completamente los tejados de las viejas casas también se incluyen canalones. De este modo se consigue reducir la humedad que se produce sobre los muros más expuestos al llover con viento.

En cuanto a los materiales de los canalones también se ha producido una evolución ya que con la generalización de los plásticos se incorporaron los de policloruro de vinilo, conocidos por sus siglas PVC. Pero como estéticamente no resultan atractivos sobre todo en casas antiguas en las que los aleros sean de madera y las paredes muestren sus piedras, se recurre a otros metálicos; así se pueden ver de cobre o de aluminio lacado en diferentes colores.

Aleros saledizos. Zeanuri (B). 1978. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

Como se verá en un capítulo posterior, en algunas zonas septentrionales del área estudiada, allí donde las lluvias son más copiosas, la fachada muestra la entrada desplazada hacia el interior del edificio de tal modo que quede un espacio amplio donde se puedan realizar labores con buenas condiciones de iluminación pero protegidos de la lluvia y también del sol estival.

Es común en los caseríos de Busturialdea (Ajangiz, Bedarona, Gautegiz-Arteaga, Nabarniz-B) que la casa disponga en la fachada de un espacio amplio a cubierto denominado etarte donde se realizaban determinadas labores protegidos de la lluvia y del calor, como preparar la leña, desgranar el maíz y las alubias, ensartar los pimientos, picar la guadaña o aparejar el burro. Se trata de un recinto cuadrado o rectangular situado bajo el comedor, salea, de la primera planta, al fondo del cual se abre la puerta de acceso a la casa.

Etartea, portal de la casa. Ajuria (B), 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

En caseríos típicos de Lapurdi se observa un espacio similar con las mismas funciones, denominado lorio.

En Elosua (G) el caserío es de estructura sencilla y por razones climáticas carece de pórtico exterior y cuenta con ventanas pequeñas. La ausencia de pórtico se suple con un amplio zaguán, ataipia o ataixa, en el que, además de guardarse los útiles de labranza, se realizan trabajos tales como el repicado y afilado de las guadañas.

El clima también afecta a las construcciones anejas de la casa y a su ubicación. Un ejemplo claro es el de la localización de la era.

En Abezia (A) estudiaban la orientación de la casa para evitar que en la medida de lo posible se viera afectada por la nieve, el agua, la lluvia o el viento. A su vez, la era se situaba de forma que el viento no dificultara las labores de trilla por lo que solía estar protegida por una fachada de la casa y la cabaña.

Dicen en Apodaca (A) que al estar el pueblo sobre una loma cortada al norte el clima es frío y el viento norte azota mucho las casas; por este motivo están orientadas al mediodía y las paredes son de piedra y gruesas. La cuadra y el pajar están en la parte trasera, así en invierno estas estancias resultan calientes y en verano frescas. Los portegados, a la derecha o a la izquierda del edificio principal dependiendo de la situación de la era, para así protegerla durante la trilla y poder aventar el grano con el viento.

La zona meridional menos lluviosa

A medida que nos acercamos a la zona meridional de Navarra se observa una transición hacia un clima más cálido y menos lluvioso lo que se traduce en una modificación de la estructura de las casas.

A modo de ejemplo, en Murchante (N) se constata cómo el clima favoreció el desarrollo de solanas, corredores o galerías y corrales al aire libre. Las solanas y galerías y, posteriormente las terrazas, han sido aprovechadas como secaderos. Las pocas precipitaciones que se producen en la zona explican la escasa inclinación del tejado, a una o a dos aguas, el minúsculo alero y el hecho de que el tiro de la chimenea carezca de cubierta, si bien las actuales chimeneas cuentan con un dispositivo de cobertura para evitar la entrada del agua de lluvia.

En Obanos (N) las casas presentan una reducida inclinación del tejado y aleros cortos como corresponde a un clima de escasas precipitaciones y un frío no excesivo. Algunas principales muestran aleros más salientes pero no por razones climáticas sino para destacar su rango.

Casa “El Conde” sin apenas alero. Obanos (N), 1997. Fuente: M.ª Amor Beguiristain, Grupos Etniker Euskalerria.

Ejemplos y situación actual

Las dos descripciones que se recogen a continuación de sendas poblaciones navarras suponen un compendio de todo lo recogido hasta ahora.

En Aoiz (N) los inviernos son muy lluviosos, así como gran parte de la primavera. Si bien antiguamente se recuerdan grandes nevadas que duraban varios días, en la actualidad éstas sólo se dan dos o tres veces al año. Las temperaturas son frías en invierno; se trata de un frío húmedo. Los veranos son cálidos, con pocos días de excesivo calor y siempre con viento fresco al anochecer. Tampoco son frecuentes las jornadas ventosas. Tal vez por estos motivos los muros de las casas son muy gruesos. Los aleros, sin embargo, no son muy anchos. Las chimeneas llevan en muchos casos una especie de sombrerete para proteger su interior de la lluvia y el viento. Desde los años 70-80 del siglo XX son frecuentes las contraventanas, al exterior en los edificios nuevos y al interior en los antiguos. En algunas entradas de las casas se ponen zócalos de madera para protegerlas de la humedad y para que las manchas no resulten antiestéticas. Tal vez sea éste el motivo por el que en la fachada típica de Aoiz, cuando está revocada, figure un zócalo de piedra como protección de la humedad. Ésta y el frío han obligado además a los vecinos a buscar siempre suelos de madera que den más calor a la casa.

En San Martín de Unx (N) una de las casas que aún mantiene la estructura original es Casa Gregorio Leoz. Es, como todas las edificaciones del casco viejo de San Martín de Unx, de muros pétreos y firmes, hechos para resistir el paso de los años, las inclemencias climáticas e incluso los ataques de posibles enemigos. Su puerta principal es de escasa altura, como las ventanas, por el deseo de ofrecer al viento norte los menores huecos posibles, ya que a esta altura del barrio (estamos prácticamente en su acrópolis), ataca con singular fuerza y frío. Por la misma razón su fachada principal se orienta al este y la cara norte sólo cobija a los animales de los establos. La techumbre es elemental, sin alero ni apenas goteraje. El espacio destinado a vivienda es reducido, para abrigarlo lo más posible.

Los anteriores condicionantes se han ido salvando en tiempos recientes gracias a la introducción de nuevos materiales y de sistemas de calefacción.

Nuevos materiales de construcción. Ajangiz (B), 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

A diferencia de las casas antiguas y de los caseríos, que están dotados de recias paredes de mampostería, en las modernas construcciones las paredes exteriores suelen ser de doble tabique con cámara de aislamiento. Con el paso del tiempo se han ido incorporando numerosos materiales aislantes no sólo para las paredes sino también para el tejado, que cada vez son más efectivos, disponiendo en el mercado de una amplia gama de los mismos. Las pinturas han evolucionado notablemente y además de presentar una amplia variedad de colores algunas de ellas están preparadas para aislar de la humedad o impedir el crecimiento de mohos.

En cuanto al tejado hoy en día las posibilidades son mayores que la tradicional madera y teja. Se ha introducido el hormigón en esta parte de la casa y estructuras que combinan viguetas de este material con bloques de cemento prefabricados, después rasillas y en los últimos años poliestireno expandido para aligerar el peso. Suele contar con buenos aislamientos que permiten habitar las dependencias situadas bajo él. Y las tejas muestran mayor variedad que antaño, son muy resistentes y a veces van ancladas o clavadas a una base formada por listones de madera. A pesar de todas estas innovaciones se considera que los tejados de madera son estéticamente más bellos por lo que en cierto modo se están recuperando. El principal problema lo supone la carestía de las maderas tradicionales por lo que se recurre a otras de peor calidad que vienen tratadas para que resistan lo más posible.

Las ventanas han pasado a ser de materiales más resistentes a las inclemencias del tiempo que la tradicional madera, primero aluminio y después productos sintéticos como el PVC. Aun así sigue utilizándose por considerarse más noble, pero suele resultar más cara y su mantenimiento costoso ya que aparece barnizada. La utilizada no es local como antaño sino a menudo importada. De hecho los materiales sintéticos suelen imitar el color y el aspecto de la madera. Se utilizan cristales dobles para reforzar el aislamiento.

Debido a estas innovaciones en los materiales de aislamiento térmico y de la humedad se ha perdido la preocupación por orientar adecuadamente las casas, así en la actualidad se da preferencia a que queden mirando a la carretera más cercana. Incluso se construyen orientadas hacia el norte y en las zonas costeras enfrentadas al mar. Además de los materiales citados ha sido determinante que los edificios cuenten con buenos sistemas de calefacción. Es más, en las construcciones de pisos muchos prefieren en la actualidad orientaciones hacia el norte porque resulta más sencillo combatir el frío que los calores estivales. También ha crecido el auge de los pisos altos que son más luminosos, gracias a la presencia generalizada de ascensores.

Algunos materiales como la tela asfáltica y otros aislantes de la humedad más modernos han permitido que se extienda el recurso a las terrazas incluso en zonas donde por las excesivas precipitaciones antaño eran impensables.

A pesar de todo lo dicho la madera sigue siendo muy apreciada y a veces sirve para marcar el estatus. En la zona más septentrional del área estudiada, más fría y húmeda, se prefieren los suelos de este material ya que resultan más cálidos.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. "Contribución al estudio de la casa rural y de los establecimientos humanos. Pueblo de Ataun” in AEF, V (1925) p. 8.
  2. Julio CARO BAROJA. “Algunas notas sobre la casa en la Villa de Lesaka” in AEF, IX (1929) pp. 76-77.
  3. José Miguel de BARANDIARAN. "Contribución al estudio de la casa rural y de los estaablecimientos humanos. Pueblo de Kortezubi” in AEF, V (1925) p. 49.
  4. Luis Pedro PEÑA SANTIAGO. “Estudio etnográfico de Urraul Alto” in Munibe, XVIII (1966) p. 80. Lo referente a la inclinación diferente del tejado es de Leoncio Urabayen; estos datos se tratan más ampliamente en el capítulo relativo al tejado.