Limpieza de suelos

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Los suelos se barrían con distintos tipos de escoba esparciendo un poco de agua para evitar que levantase polvo. El escobón apareció más tarde y primeramente lo hizo en los núcleos urbanos. Las distintas dependencias de la casa se fregaban y arenaban con arena y lejía utilizando estropajos y cepillos, y se enceraban con cera virgen.

Barrido. Ginarrea, erratza

Antiguamente fue frecuente utilizar escobas elaboradas con ramas de menta que además de la función propia de barrer, perfumaban el ambiente y ahuyentaban las pulgas. Así se ha recogido en Abadiño, Orozko, Zeanuri (B); Astigarraga, Beasain, Bidegoian, Elgoibar, Elosua, Hondarribia, Oñati, Telleriarte (G) y Goizueta (N). En Berastegi (G) recubrían la escoba con un buen manojo de plantas de mentafiña, menta. Para la planta se han consignado en euskera las siguientes denominaciones: batana, patana (Abadiño, Orozko, Zeanuri-B; Elgoibar-G, localidad esta última donde precisan que recogían la planta en primavera o verano que es cuando crece), mendabeltza (Zerain-G; Goizueta-N) y mendafiñe (Zerain-G). En Lekunberri (N) se empleaban ramas floreadas de olor a menta, mentak (Mentha rotundifolia), cuando estaban verdes, en toda su savia. En algunas localidades se frotaba también la madera o la baldosa con menta o se ponían unos manojos de esta planta en distintos puntos de la casa para perfumar (Oñati-G; Goizueta-N). En Ribera Alta (A) cuando abundaban las pulgas se cogía del campo yebo, yezgo, verde y se colocaba debajo de las camas para ahuyentarlas. En Agurain (A) en algunas casas los pavimentos de la planta baja de ladrillo rojo o baldosa eran cepillados con arcilla apisonada que después se barría. Se usaba como desinfectante.

La escoba elaborada con ramas de brezo, berozo en Abezia y Añana (A); erratza en Berastegi (G); ginerria en Amorebieta-Etxano (B), se usaba preferentemente para limpiar el zagúan de entrada a la casa, la portalada y la cuadra. Así se ha constatado en Abezia, Añana, Apodaca, Berganzo, Moreda, Valdegovía (A); Amorebieta-Etxano (B); Berastegi y Elgoibar (G). En Viana (N) para barrer la calle o los suelos duros o de tierra se utilizaban las escobas fuertes, llamadas de “palo”, y en Sangüesa (N) para la entrada, sobre todo si tenía “ruellos” o ruejos, se usaba una escoba fuerte llamada de “hierba” o de la “era”.

En Abezia (A) señalan que la escoba de brezo era buena para arrastrar el barro y las moñigas, boñigas, de los animales que se juncían, uncían, en el portal. Los informantes aseguran que se levantaba mucho polvo y que era una labor especialmente ingrata sobre todo si llovía o había barro, a pesar de que la entrada de la casa solía estar encalchada, encachada, para mantener la zona más limpia. La misma consideración se ha constatado en Apodaca (A).

En Zerain (G) los suelos y las alturas de las cuadras y desvanes se limpiaban con escobas hechas en casa con brezo, arkasatza, erratza; con una rama de árbol usada, garbasta; con cardencha, astalar; o con el escobón redondo de mango muy largo llamado fraile-burue. En Eugi (N) se ha recogido que con una escoba de boj, ilarraka, se “espolinaban” las rincones y los techos de los establos. En Añana (A) las cuadras se limpiaban con bieldo y arpa y la basura se recogía en cestos de mimbre que se llevaban a una pieza. En Murchante (N) dicen que las cuadras no se limpiaban por la creencia de que “contra más telarañas tuviesen las cuadras más sanos estaban los animales”.

En Sangüesa (N) para la operación de barrer se utilizaban escobas de palma o de mijo y en Viana (N) escobas artesanales hechas con escobiles e incluso con mijo. En Mélida (N) las escobas de mijo se hacían en casa y como soporte se ponía generalmente una caña. En Murchante (N) las escobas de casa se compraban mientras que las del suelo de la entrada y la calle eran duras, se fabricaban con matas de los campos o con mijo. En Aoiz (N) para barrer los suelos de las entradas y bajeras se utilizaban escobas de raíces más gruesas.

Ha sido común utilizar la escoba de palma para limpiar las dependencias de la casa. En Añana, Ribera Alta (A); Aoiz y Monreal (N) para la casa utilizaban una escoba de paja o hecha con palmas muy finas. En AmorebietaEtxano (B) recuerdan que en los caseríos antaño los suelos eran de tierra hasta los años cincuenta en que se introdujo el cemento como pavimento de la planta baja y también la baldosa, suelos que se barrían con escoba comprada en el comercio. En Moreda (A) y en Eugi (N) dicen que después del barrido de las habitaciones se pasaba una escoba hecha de trapos viejos o lanas con la que se sacaba brillo a la madera.

Escoba de palma y mango de caña. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

En la década de los cincuenta hace su aparición la aspiradora que supondrá un avance importante para la limpieza de la casa. En esos años se introduce en los núcleos urbanos y paulatinamente se va extendiendo a las zonas rurales en los decenios de los sesenta y setenta. Hoy en día los suelos de madera se pasan con el aspirador o también con una bayeta llamada mopa que se sujeta a un soporte que a su vez va unido a un palo. Cuando los suelos van cubiertos por alfombras grandes o moqueta siempre se utiliza la aspiradora.

Una operación que se realizaba juntamente con el barrido, no con tanta frecuencia era quitar el polvo mediante un trapo o una bayeta. Las telarañas se limpiaban valiéndose de un palo o caña con un trapo en el extremo. Otra tarea que se simultaneaba con las anteriores era pegar las alfombras con mayor o menor periodicidad. Consistía en descolgarlas por una ventana y golpearlas con una vara o raqueta para sacudirles el polvo. Hoy día se limpian con aspiradoras y productos que se les aplican que venden en los comercios.

Fregado y arenado

Los suelos de baldosa se fregaban con estropajo, agua y jabón y se aclaraban con bayetas. Los suelos de madera no encerados se arenaban, labor que consistía en frotar con esparto, arena y agua a lo que algunos añadían lejía. Estas labores de fregar y arenar las realizaban, de rodillas, siempre las mujeres. En ocasiones este trabajo originaba un mal en las rodillas que llamaban “enfermedad de beatas”. Tanto el suelo como los sanitarios del baño se pasan con jabón y agua con lejía. En Viana (N) para mayor comodidad colocaban una almohadilla en el suelo para poner las rodillas sobre ella y evitar las molestias del roce directo. En Berganzo (A) se ha consignado que los recipientes usados para esta operación eran los barreñones de dos asas y los baldes de zinc.

En Abezia (A) se ha recogido que para realizar una limpieza de suelos más en profundidad fuesen éstos de madera, de losas o baldosas, frotaban con agua y arena; y llamaban “arenar” a frotar con agua y lejía. En Moreda (A) los suelos se fregaban con agua y polvos y un trapo obtenido de un saco de yute. Para los suelos de ladrillo se empleaban los mismos polvos, lejía y sosa. Consideran que antaño de esta forma se limpiaban mejor que hoy en día con las fregonas.

En Lezama (B) antaño se arenaba, areneu, el suelo de la cocina una vez por semana, con agua, jabón, lejía y arena de piedra, arri-area, que se vendía en los comercios. En Bedarona (B) señalan que a lo que hoy conocemos como fregado del suelo se le llamaba arenau y lo realizaban valiéndose de un trapo, moltzue, mojado en agua y lejía. En Elgoibar (G) todos los fines de semana se llevaba a cabo en posición de rodillas el “arenado blanco” de la planta baja de la casa. En Murchante (N) después de barrido el suelo de la vivienda se arenaba con arena y estropajo. En Apodaca (A) eran las dependencias que tenían baldosa, como la cocina y alguna habitación, las que se fregaban.

En Amorebieta-Etxano (B) en las casas del casco urbano los suelos de cemento o de baldosa se fregaban con un cepillo fuerte y agua con lejía. Para aclarar se pasaba un trapo mojado en agua y escurrido y se dejaba secar con la corriente de aire. Para suelos de madera se usaba el mismo método y los rincones donde no llegaba el cepillo se fregaban a mano con estropajo. Por los años sesenta comenzaron a extenderse los detergentes de diversas clases y marcas para fregar los suelos.

Este cepillo de púas tenía unos 30 cm de largo por 15 cm de ancho. Las cerdas eran de esparto duro y se restregaba el suelo mojándolo en un balde con agua y jabón. A veces el modelo iba sujeto a un palo inclinado para manejarlo a modo de escoba. En euskera se han recogido además de la denominación común de eskubila, las de zepilu garratza (Urduliz-B) y brusa (Orozko-B). En castellano también se le ha llamado el brus.

En Aoiz los suelos de madera no encerados (por ejemplo los de algunas cocinas) se limpiaban de continuo con agua y lejía, frotando con estropajos de esparto o con “cepillo de raíz” (de cerdas plásticas o animales) o “de alambre”. El aclarado se realizaba con trapos de lana o algodón. Los suelos de baldosa se limpiaban con el estropajo de esparto, y agua con lejía o con jabón de trozo y se aclaraba con paños mojados en agua sola. También en el Valle de Carranza (B) se ha recogido la denominación “cepillo de raíz”.

En algunos lugares reaprovechaban el agua jabonosa sobrante del lavado de ropa para limpiar los suelos entarimados con tabla machihembrada de roble o de pino (Agurain-A) y en otros el agua residual de la colada servía para limpiar suelos de loseta y piedra que después se enceraban lo que facilitaba la labor de barrido (Berganzo-A). En Allo y en Lezaun (N) el agua recogida en el pocillo después del proceso de la colada con ceniza recibía el nombre de lejía y era utilizada para fregar la vajilla y los bancos y mesas de la cocina.

Hoy en día es común que los suelos se limpien con fregona y detergentes líquidos. En algunas localidades señalan que este método se comenzó a utilizar a partir de los decenios sesenta-setenta.

Una consideración especial merece la limpieza de las escaleras de las casas de pisos en los núcleos urbanos. Cuando eran de madera se limpiaban con arena, lejía y estropajo y se aclaraban con agua y una bayeta. Se encargaban de ello los vecinos mediante turnos semanales, quincenales o mensuales, según los casos. El testigo era un cartelito de madera u otro material con el que un vecino avisaba al siguiente de su obligación entregándoselo o colgándolo en la puerta de su casa. Tiempo después, muchas comunidades de vecinos han adoptado la solución de encargar la limpieza de toda la escalera y el portal a una persona ajena o a una empresa de limpieza. En las viviendas que disponen de servicio de portero, generalmente éste se encarga de esa labor.

Encerado

En muchas localidades se ha recogido el dato de que los suelos de madera de las habitaciones después de limpiarlos se enceraban de vez en cuando. Así se ha constatado en Abezia, Agurain, Apodaca, Moreda, Ribera Alta (A); Amorebieta-Etxano, Lezama (B); Elgoibar, Oñati (G); Eugi, Lezaun, Obanos, Monreal, Sangüesa y Viana (N). Algunos apuntan que esta labor se hacía semanalmente.

En Abezia (A) a tal fin, preparaban una pasta con cera de la colmena doméstica y gasolina que dejaban secar antes de aplicarla al suelo con una brocha. Para sacar brillo pasaban un trapo movido con el pie que frotaban de delante hacia atrás y viceversa. Esta forma de abrillantar es común.

En Orozko (B) los suelos de madera se fregaban con arena y se enceraban con cera virgen de los enjambres de la casa, que se conservaba endurecida con forma de torta. Para usarla había que derretirla calentándola. Se mezclaba con un poco de gasolina lo cual ayudaba a aplicarla más fácilmente, operación que se hacía lejos del fuego para que la gasolina no prendiera. Seguidamente se pasaba por la madera un trapo mojado en la mezcla; transcurridas unas horas para que secara “se sacaba la cera” brochando el suelo con unos paños que a poder ser fueran de lana.

En Agurain (A) el encerado se hacía valiéndose de un artilugio de madera que constaba de una parte fija y a pocos centímetros de su extremo portaba una pieza de madera unida con una bisagra. Entre esta tablita móvil y la parte fija se colocaba un trozo de cera dura que se sujetaba con un tornillo con tuerca de mariposa. Para su manejo iba unido a un palo semejante al de la escoba que se empuñaba con las dos manos presionando contra el suelo con movimiento de vaivén. La cera se extendía con un cepillo que cumplía además la función de abrillantar. Este cepillo se sujetaba al pie con una correa fijada a ambos lados que se ataba con una hebilla. El brillo se reforzaba pasando después una bayeta que también se frotaba con el pie. La cera también se preparaba al fuego mezclada con aguarrás, operación que entrañaba su riesgo, ya que con facilidad tomaba fuego. Esta cera facilitaba la labor porque permitía con un trapo dar una capa fina y uniforme al suelo y a los muebles. Posteriormente se vendía ya preparada en la droguería. Para sacar brillo a los muebles se utilizaba una bayeta fina.

En Eugi (N) una vez a la semana en invierno, ya que las pisadas se notaban más en la tarima, y menos frecuentemente en verano se daba cera a la casa. Las informantes mayores recuerdan haber empleado para esta labor una planta llamada lintxutx, saúco, que al apretarla desprendía un líquido verde que aplicado a la madera le daba un color oscuro y muy brillante. El aceite de linaza ejercía la misma función pero lo más usual era el empleo de cera virgen comprada en la tienda o a algún vecino que dispusiera de panales. Para dar la cera se pasaba primero un cepillo y luego con un palo similar al de la escoba, que tenía en su parte inferior una especie de tenaza con un tornillo para sujetar la pastilla de cera, se pasaba por toda la casa, incluyendo las escaleras. Posteriormente con otro cepillo y de rodillas se sacaba brillo a la tarima. En Lezaun (N) preparaban en un tazón una mezcla de vinagre y aceite frito al que se dejaba quemar un poco. Después de batirla se untaba con ella la madera y luego se pasaba un paño para abrillantar.

En Aoiz (N) los suelos se raspaban con cepillos de pie, de madera en su parte superior y con una malla fina en la inferior que rascaba los restos de cera. Una vez limpios se aplicaba una solución de cera virgen en aguarrás puro o gasolina por medio de un paño. Cuando esta capa se había secado se sacaba brillo con una prenda vieja de lana, ya que este tejido es el que más brillo produce. También solía aplicarse cera sólida, en pastilla, con un artilugio formado por un vástago terminado en pinza, con dos rectángulos, entre los que se metía la pastilla. Se utilizó igualmente gasolina que desinfecta y da brillo, y petróleo. En Monreal (N) para dar cera a los suelos los frotaban con una escoba que tenía un gancho en su extremo inferior en el que se colocaba un trapo empapado en cera derretida en aguarrás. Después con un cepillo que se frotaba con el pie sacaban brillo.

En Sangüesa (N) los suelos de las habitaciones, que solían ser de madera, eran cepillados con el pie con un cepillo de alambre, luego se les daba cera virgen amarilla o roja, bien en pastilla, bien deshecha una vez calentada; luego, para sacarle brillo, se le pasaba una “marega” o trapo manejándolo con el pie. Cuando el suelo era de ladrillo se pintaba con almazarrón (pintura rojiza de óxido de hierro) y posteriormente se le aplicaba la cera virgen y se le sacaba brillo con un trapo. También en Lezaun, Viana (N) y Moreda (A) los suelos enladrillados, o incluso enyesados, se pintaban con almazarrón rojo, en Berganzo (A) llaman mazarrón, y tanto estos suelos, que eran los más abundantes, como los entarimados se abrillantaban con cera de abeja, mediante una escoba de trapos.

En Murchante (N) el polvo del suelo se quitaba frotando con un trapo empapado en aceite caliente. A partir de los años cuarenta comenzaron a darle cera y aguarrás. Periódicamente pintaban el suelo con yeso con pintura roja o con sangre de animales conseguida en el matadero, e inmediatamente lo barnizaban con un poco de aceite calentado con unos ajos en la sartén.

En Obanos (N) antaño el suelo de madera de las habitaciones se enceraba al menos una vez por semana con el palo de la cera, previo lijado con un estropajo fino metálico para quitar la cera anterior y los pegotes. El brillo se sacaba con un cepillo ancho sobre el que se apoyaba el pie y así se frotaba hasta que las rayas de la pastilla de cera frotada con el palo quedaran homogéneas. Era una operación costosa por lo que se hacía cada día una habitación, con una parada a media mañana para almorzar.

En Durango (B) el suelo de las habitaciones se enceraba con un trozo de cera virgen que se sujetaba en el extremo de un palo y con él se iba frotando toda la superficie de madera. Si se utilizaba cera disuelta, ésta se aplicaba al suelo de rodillas y mediante un trapo. Cuando la cera se secaba se “brochaba” con una bayeta o un cepillo de brochar. Si se estropeaba el encerado, se raspaba con un estropajo de alambre antes de aplicar de nuevo la cera.

En Amorebieta-Etxano (B), tanto en las casas del núcleo urbano como en los caseríos los suelos de madera se enceraban. Se compraba cera líquida o sólida con forma de bola. Antes de aplicarla, se eliminaba la anterior, raspando la madera y se daba la nueva a mano empleando aguarrás. Recuerdan que entrañaba cierto riesgo de provocar fuego en un tiempo en que no había corriente eléctrica y había que trabajar con velas. En Lezama (B) antaño los suelos de madera se limpiaban con agua y lejía; se pasaba un cepillo y después se añadía la capa de cera que se dejaba secar y a continuación se le sacaba brillo. Encerar era una tarea ardua que se ejecutaba semanalmente. En Ribera Alta (A) los suelos de tarima encerada se pasaban con un trapo de lana, generalmente un jersey viejo, para quitar el polvo y después se frotaba haciendo presión con el pie para sacar brillo. Cada cierto tiempo se les daba cera y una vez seca se frotaba a conciencia para abrillantar.

Desde los decenios sesenta-setenta la mayoría de las casas tienen en las habitaciones principales y dormitorios suelos de madera a los que se les aplica un barniz que en muchos lugares llaman “pinki”, nombre tomado de esta marca comercial (Agurain, Apodaca-A; Amorebieta-Etxano, Durango-B; Elgoibar-G y Obanos-N). En Aoiz (N) se ha consignado que hoy día se utilizan productos comercializados, en espray, para disolver en agua y aplicar con fregona, ceras líquidas, etc. El brillo se consigue con las llamadas “mopas”. Pero en estos últimos años las personas más jóvenes vuelven a utilizar productos similares a los usados en la primera mitad del siglo XX, especialmente las personas que viven en casas de “tipo antiguo” o de “estilo rústico”, ya que los consideran más beneficiosos para conservar la madera.

También se han consignado en las encuestas algunos datos relacionados con tratamientos parecidos aplicados a los muebles y maderas. Así en Aoiz (N) a los muebles de madera les quitaban el polvo pasando un paño mojado con aguarrás. Una vez se hubiera secado, con un paño de algodón se aplicaba el aceite, una vez enfriado, en el que se habían freído varias cabezas de la flor de la manzanilla. En Murchante (N) se calentaba aceite con unos ajos en la sartén y cuando se hubiera enfriado barnizaban con él la madera de puertas, armarios y ventanas. Algunas mujeres limpiaban las puertas de madera con ceniza.

En Obanos (N) una tarea periódica consistía en limpiar y encerar puertas, zócalos y atoques. En las casas que tuvieran zócalos y puertas de roble, un par de veces al año, les quitaban bien el polvo con un cepillo de raíz y a continuación, con una brocha impregnaban bien la madera con una solución de cera virgen, disuelta al baño María, a la que añadían un chorro de gasolina. Al día siguiente, había que sacar brillo con el cepillo de pelo.