Lavado de la ropa en el río o en el lavadero público
Hasta que las casas dispusieron de patín o de agua corriente, lo común era lavar la ropa en el río o en los lavaderos públicos que los municipios o los vecinos de un barrio tenían a su disposición. En el río solía haber varias piedras pulidas dispuestas para esta finalidad. Para designar el lavadero se han recogido además de este vocablo común en castellano, las denominaciones de alberque (Añana, Murgia-A); albergia (Elosua-G), y uraska (Abadiño-B). Los lavaderos inicialmente fueron bajos y se lavaba de rodillas pero luego los elevaron para facilitar la labor y se lavaba de pie.
En Abezia y en Apodaca (A) se ha consignado que la ropa se lavaba en el río o en el lavadero de la localidad; en invierno, para evitar el frío, se llevaba la ropa enjabonaba de casa. Lavaban las mujeres, colocando las rodillas sobre un trapo o un saco estrujando las prendas sobre una piedra pulida por el uso, al borde del agua. En Apodaca cuando pusieron la fuente en el barrio de arriba se construyó el lavadero y entonces las mujeres lavaban en este lugar de pie. En Bernedo (A) primero se iba al pozo o al lavadero donde se jabonaba y se aclaraba la ropa. Después le daban una segunda jabonada y la llevaban a casa para hacer la colada en la cocina. En Berganzo (A) antiguamente la ropa se lavaba en el lavadero municipal o en pozos particulares sitos en las huertas.
En Moreda (A) antes de que existiera lavadero público, las mujeres acudían al río a lavar la ropa. La preferencia era según el orden de llegada y se iban turnando en la labor. En el río ponían un cajón para no mojarse, echaban la ropa sobre las piedras y la enjabonaban frotándola con las manos. Hacían pozos en el río para que el agua se embalsara. El lavadero público se construyó en 1935 y era cubierto y abierto por el centro, en su interior poseía buenas piedras lisas para lavar la ropa. Contaba con dos estanques, uno exterior para lavadero y el otro interior para el aclarado.
En Valdegovía (A) la colada se hacía en el río una o dos veces por semana, según las necesidades porque si en casa había niños pequeños había que lavar a diario. Era una labor dura y para ello se buscaba la colaboración de otras mujeres que ayudaran a las de la casa.
En Durango (B) las casas del casco antiguo cuyas fachadas posteriores dan al río Mañaria que bordea la Villa disponen de lavaderos de ropa aprovechando el caudal de agua limpia. Se ubican en la cota inferior de la casa formando un sótano o un semisótano que da al río mediante amplios vanos abiertos en el muro de piedra labrada. Al lavadero se accede desde el portal por una puerta estrecha que da a un pasillo enlosado en piedra y con escaleras de piedra que descienden hasta la cota del río.
El lavadero en sí consta de una grada donde poder arrodillarse la lavandera y una losa inclinada hacia el agua donde poder golpear y escurrir la ropa. A acceder a los lavaderos tenían derecho los vecinos de la casa y los de otras casas y calles interiores que no disponían de ellos. Por esta razón la puerta de acceso siempre se encontraba abierta. Algunas mujeres jabonaban la ropa en sus casas y acudían al lavadero del río únicamente para el aclarado. Estas labores estuvieron en uso hasta medidados del siglo XX. Hoy en día están declarados de interés cultural y se conservan en buen estado. En la Villa ha habido otros lavaderos como el de Reten, Magdalena, Mikeldi y San Roque, de los que solamente se conserva este último.
En Amorebieta-Etxano (B) en determinado lugar del riachuelo más próximo a cada casa había una piedra rectangular inclinada, erropea joteko arrije, para que las mujeres pudieran lavar la ropa de pie.
En Lezama (B) la limpieza de la ropa, bogadia, se realizaba una vez por semana en el río. Cada mujer cogía su turno de mañana o de tarde y unas cuantas coincidían a la hora de lavar. La ropa se ponía a remojo, beratu, en casa en un balde con agua y sosa o jabón Chimbo. Se transportaba la carga al río y se limpiaba con un cepillo, se frotaba bien y si las manchas eran rebeldes se les daba jabón y se ponían al sol. Las prendas se aclaraban en el río para quitarles bien el jabón.
En Orozko (B) había familias que lavaban la ropa en el río y otras que sólo la llevaban al río para el aclarado. Los de los barrios de Zaloa y Urigoiti que tenían manantiales de escaso caudal se desplazaban en burro unos 2 km para realizar la operación.
En Astigarraga (G), en tiempos pasados, se desplazaban un día por semana a lavar la ropa a lavaderos al aire libre que aprovechaban las regatas o manantiales naturales a cuyo alrededor contaban con grandes losas de piedras alargadas e inclinadas donde restregar la ropa o a lavaderos cubiertos que eran municipales y disponían de agua corriente.
En Elosua (G) antiguamente iban a una alberca y lavaban la ropa golpeándola en la piedra, lixiba jotzia. Terminada la faena se llevaba la colada, lixiba, a casa en burro. Después se hizo el lavadero del pueblo y más tarde los lavaderos detrás de las casas y finalmente en la propia cocina. También de Hondarribia (G) iban a regatas cercanas donde había distintas piedras para que se colocara en cada una de ellas una mujer. Luego con la traída de aguas en algunos caseríos construyeron junto a la casa pesebres con una losa grande para el lavado.
En Aoiz (N) hasta mediados del siglo XX la ropa se lavaba en el lavadero del pueblo, situado a la orilla del río. En Eugi (N) las bordas o caseríos disponían de un lavadero a la entrada, también en el pueblo había lavadero y quienes venían de lejos iban a las regatas del río Arga cercanas a la localidad. En Goizueta (N) se iba a las fuentes o al río a lavar la ropa en función de lo que cada casa distara de dichos lugares. En Lezaun (N) se ha constatado igualmente la costumbre de ir a lavar la ropa al lavadero.
En Mélida (N) las mujeres se trasladaban muy temprano al río o al lavadero con el caldero de cobre lleno de ropa a la cabeza apoyado en una rodilla, trapo de cocina arrollado, que en Obanos (N) se llama burete. En verano era más normal ir al río y se solía llevar una tabla de madera para apoyar la ropa. Primero se lavaba la ropa blanca y luego se ponía en lejía, y entretanto se lavaba la de color. El lavadero tenía dos pilas y las que llegaban antes, según los informantes, lavaban mejor la ropa ya que las últimas tenían dificultades para aclarar bien. Las prendas difíciles de lavar había que remojarlas mucho y por eso algunas mujeres llevaban cubos con agua caliente.
En Mirafuentes (N) se acudía al lavadero del pueblo con la banasta de mimbre llena de ropa. Antaño el lavadero era bajo, lo que obligaba a lavar de rodillas, y para no mojarse y protegerse el pecho ponían a su alrededor un cajón de madera hecho a la medida. Tiempo después se puso el lavadero alto lo que permitía lavar de pie. En cualquier caso había que ir pronto para encontrar sitio.
En Romanzado y Urraúl Bajo (N), en algunos pueblos del valle, había lavadero con agua corriente; en otros el lavadero estaba acondicionado en la orilla del río. Al río se transportaba la ropa en canastos, que solían llevar las mujeres en la cabeza. También se empleaban caballerías. Se hacía un lavado con jabón, que se llamaba remojado. Escurrida la ropa, se llevaba a casa.
En Murchante (N) la ropa se lavaba en el lavadero que en la localidad denominaban “río”. Había dos instalaciones paralelas, una para la ropa y otra para el ajuar. En Obanos (N) hasta la traída de aguas (1933) se iba al lavadero o al río; después algunas casas construyeron su propio lavadero en la huerta. En Sangüesa (N) no hubo lavaderos públicos por la proximidad del río y por no disponer de agua de ninguna fuente cercana. A la orilla del río había unas piedras especiales donde lavaban la ropa las mujeres. En Valtierra (N) hay constancia de que en tiempos pasados se lavaba la ropa en el lavadero público, primero de rodillas y luego de pie porque se elevó para que pudieran realizar la operación. En Viana (N) hubo dos pozos o lavaderos públicos. Las mujeres llevaban la ropa sucia en una banasta de mimbre o en un balde metálico sobre un rodete de tela colocado en la cabeza, y en la mano llevaban un cajón de madera para ponerse de rodillas durante el lavado. Madrugaban y rivalizaban para ocupar el mejor sitio, el más próximo a la salida del agua limpia. Cuando se puso el agua corriente en las casas, al principio se colocó el grifo con una pila en las entradas de las viviendas, y aquí era donde se lavaba la ropa.
En varias localidades se ha señalado que acudir a lavar la ropa al río o al lavadero público era una labor muy dura. En invierno, con frecuencia, había que romper el hielo antes de empezar a lavar (Mélida, Obanos, San Martín de Unx-N). Era un lugar que servía para que las mujeres confraternizaran y ocasionalmente se organizaban reyertas (Agurain-A; Lezama-B; Elgoibar-G; San Martín de Unx-N). En Mélida (N) recuerdan que cuando había mucha ropa que lavar se llevaba el almuerzo y, en un momento dado, paraban a descansar y a comer.
En Zerain (G), en los años cincuenta se recogió el siguiente canto que entonaban algunas mujeres mientras lavaban la ropa:
- Oraingo neska zarrak
- zer dute merezi,
- errekan beratuta
- lisiban egosi,
- lisiban egosita
- arrian golpe bi,
- ta sasian ixigi.
- (Las chicas viejas de ahora / qué se merecen, / ponerlas a remojo en el río y / cocerlas en la colada, / una vez cocidas en la colada / darles un par de golpes en la piedra de lavar, / y tenderlas en el zarzal).