XIII. LIMPIEZA DE LA CASA, ROPA Y VAJILLA
Con carácter general se ha recogido que de las labores de limpieza de la casa y del cuidado de la ropa personal y de las prendas domésticas se ocupaban la mujer o las mujeres de la casa, y ha tenido un carácter primordialmente higiénico. La limpieza de la casa incluía la de sus distintas dependencias, la cocina y sus ajuares respectivos. En tiempos pasados, mientras las casas no dispusieron de agua corriente, las labores de limpiar la ropa y la vajilla resultaban más penosas porque había que acercarse al río o acarrear el agua para poder llevarlas a cabo. La existencia de pozos y patines propios o compartidos mitigaba en parte la realización de estas tareas.
Para lavar la ropa se han utilizado la pastilla de jabón, las bolas de sosa para la ropa muy sucia, como los buzos de los hombres, y lejía envasada en botellas de cristal. El ajuar de la cocina, el fregadero y la encimera de la cocina se limpiaban con pastilla de jabón y estropajo. Con cepillos de cerdas naturales y arena fina comercializada en cajas de cartón se arenaban los suelos y las mesas de madera; también se recurría a la propia ceniza del hogar. Los dorados como el grifo del fregadero y la tapa del calderín de agua de la cocina económica se limpiaban con sal y vinagre. Para la limpieza de los cristales se servían de vinagre y papel de periódico.
En el mundo urbano ha sido frecuente que la mujer permaneciese en casa para atender a la familia y ocuparse de las tareas domésticas, en tanto que en las áreas rurales además ayudaba en las labores agrícolas y ganaderas.