Las cuevas

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Las cuevas o viviendas subterráneas son simples excavaciones en la tierra divididas en compartimentos que forman las distintas habitaciones. Las que se encuentran en el sur de Navarra se diferencian de muchas aragonesas por estar excavadas en un acantilado mientras que las segundas lo están bajo el suelo. Representan el grado mínimo de transformación de los materiales de construcción. Inferior a éste se sitúa la simple utilización de las cavidades naturales como habitación humana. De esto último no hay ejemplos en Navarra pero sí, y abundantes cuando Urabayen recogió esto, de cuevas artificiales.

Las cuevas vienen a ser desde el punto de vista de la técnica constructiva lo contrario de la casa que se erige sobre el suelo.

La zona ocupada por las mismas era bastante extensa en Navarra y se encontraba situada en el área de dominio del ladrillo y del adobe. A finales del segundo decenio del siglo XX existían viviendas subterráneas en Milagro (35% de las habitaciones), Valtierra (27%), Arguedas (30%), Andosilla (10%), Azagra (20%), Mendavia, Caparroso (20%), Peralta (20%), Buñuel (algunas), Cintruénigo, Corella, Cascante (algunas), San Adrián (algunas), Lodosa, Lerín, Los Arcos, Murillo el Fruto (algunas), Funes, Falces, Cárcar y Sesma.

En Navarra las cuevas no llegaban a la perfección de algunas que se veían en Aragón. Las de Lerín, por ejemplo, eran de un solo piso, pequeñas y con una sola fachada. No estaban bien ventiladas ni blanqueadas y en ellas vivían las personas más pobres del pueblo, pues las que entonces habitaban en casas, por modestas que éstas fuesen, decían con orgullo que ellas no vivían en cuevas sino en casas[1].

Viviendas en cuevas. Valtierra (N), 2001. Fuente: Daniel Miranda, Grupos Etniker Euskalerria.

Siguiendo a Juaristi: “Para construir las cuevas (se refiere más particularmente a las de Arguedas y Caparroso) se adquiere el permiso del Municipio por simple solicitud. Casi siempre es con motivo de una boda próxima. Se heredan. No pagan impuestos. Se escoge un terreno yesoso, bien igual y compacto: un montículo que tenga un corte al E. o al S. Se comienza con un pico la galería por lo más alto. Si ha de tener dos pisos se hace primero el superior. Casi siempre tienen una fachada. Algunas tienen dos caras: una, más extensa, la del corte del monte al S. o al Este; otra, pequeña, opuesta, aprovechando una pendiente. Rara vez hay dos caras en ángulo. Los pisos únicos abundan más. Las cuevas de dos pisos pertenecen, o bien a una misma vivienda, por lo que tienen escalera interior labrada en el mismo yeso, o bien a dos viviendas distintas, en cuyo caso la más alta necesita una escalera exterior, labrada también en el terreno. Esto ocurre cuando no hay más fachada disponible bien orientada. Cuando el montículo es elevado se prefiere hacer las galerías más cerca de la cumbre que del suelo, para que no pese sobre los techos mucha masa; esto obliga a labrar escaleras exteriores. Las casas de una planta tienen en ella un portal pequeño, cocina, dormitorios y cuadras, además de una despensa o bodega. La cuadra suele recibir luz y aire por el portal. La despensa o bodega no tiene ventana al exterior. Las casas de dos plantas tienen en la más alta la cocina, cuya chimenea se labra en el yeso hasta la cumbre del montecillo. No hay retretes. Los menesteres se hacen lejos y fuera”.

Urabayen considera que a juzgar por lo anterior las cuevas podían ser viviendas mucho más confortables que un gran número de las que se elevaban sobre el suelo. Pero de esos mismos datos se deduce que estaban consideradas como alojamiento de gente pobre: su emplazamiento era gratuito y no pagaban impuestos. La tendencia por tanto a erigir la casa sobre el suelo era en este caso manifiestamente un prejuicio[2].


 
  1. Leoncio URABAYEN. La casa navarra. De arquitectura popular. Madrid: 1929, pp. 110-112.
  2. Leoncio URABAYEN. La casa navarra. De arquitectura popular. Madrid: 1929, pp. 112-114. Urabayen encabeza el anterior párrafo literal diciendo que procede de unas notas cedidas por el doctor Juaristi. Se trata del doctor Victoriano Juaristi Sagarzazu (San Sebastián, 1880 – Pamplona, 1949).