Consideraciones generales del ajuar

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Es común el dato recogido de que a comienzos del siglo XX y hasta los años treinta, cuarenta e incluso cincuenta, cuando menos en zona rural, la vajilla era escasa y se comía de un plato común, que en Abezia (A) recuerdan como una fuente de barro, grande y honda; en Elosua y Zerain (G) se denomina arrisko fuentea, en Beasain (G) erratilua y en Zeanuri (B) olleru-platera.

En Berganzo (A) se ha recogido la expresión: “se escubilla [se echa] a la fuente y de allí comen todos”. En Allo (N) los informantes atestiguan que la vajilla no era muy necesaria porque “todos comíamos de la fuente o plato común” y en la encuesta de Goizueta (N) se señala: “etxekoek lurrezko kazuela batetik jaten zuten, guztiek batera”. El agua se bebía también de una única jarra, pitxarra, o del botijo, y el vino de la bota o del porrón sin que existieran vasos individuales hasta que se generalizaron los vasos de vidrio. La diferencia en la calidad y el número de piezas de la vajilla doméstica estaba en función de que se tratara de una familia pudiente o pobre[1].

Es también general, aunque no coincida en el tiempo, la constatación de que primero la vajilla fue de barro cocido y los cubiertos de madera, sobre todo la cuchara que era el cubierto más utilizado. Después vino la vajilla metálica con ribetes azules o rojos, luego las de loza y porcelana. En los años sesenta en muchas localidades se impuso la vajilla y la cristalería de vidrio templado de gran resistencia de la marca “Duralex”, que ha pervivido en muchas casas para fuentes, platos y vasos. Al mismo tiempo aparecieron los cubiertos individualizados de aluminio y los de alpaca plateada para los días señalados.

Ha sido común asimismo tener una vajilla para los días laborables, para los de casa, y otra de más calidad para las celebraciones familiares y fiestas señaladas. También a las visitas, dentro de las posibilidades de cada familia, se les obsequiaba sacando vasos, copas, tazas, etc., de más calidad que los corrientes. Así se ha constatado en Trapagaran (B) donde en la cocina solía haber un armario para guardar el ajuar que se componía de piezas de barro para diario y de loza para los días especiales; junto a las calderas y herradas para el agua.

En Kortezubi (B), según recogió Barandiaran en el segundo decenio del siglo XX, las cucharas, kollarak, eran por aquel entonces mayoritariamente de madera y se iban introduciendo las de hierro. Más antiguamente, en los años setenta del siglo XIX, comían el cocido tomándolo del plato con los dedos, ayudándose con un trozo de talo; sólo la leche y el caldo se tomaban con cuchara. Antes todavía se empleaban a tal fin chirlas en vez de cucharas. El uso del tenedor se introdujo a partir de los años sesenta del siglo XIX.

En Añana (A) utilizaban una fuente grande de la que comían todos, la cubertería era de metal y los cucharones de madera. En Orozko (B) procedían de igual forma, se sacaba la cazuela al medio y de allí comían todos, únicamente con cuchara de madera. Los hombres solían hacer uso de su propia navaja si habían de cortar pan o algún pedazo de carne.

En Ataun (G), en el segundo decenio del siglo XX era general el que toda la familia comiera de una misma fuente o plato común, pero se iba introduciendo el comer de un plato cada uno, sobre todo si había invitados. Mientras que a principios de dicho siglo era general el uso de cucharas de madera y sólo en casos solemnes se usaban las de hierro, ya en los años veinte apenas se veían las de madera. Anteriormente, en los banquetes de muchos comensales, éstos se dividían en grupos de a cinco, y los de cada grupo comían de un plato común. El uso del tenedor también era de difusión reciente pues en tiempos pasados la carne se comía tomándola directamente del plato con los dedos; del mismo modo se tomaba la berza, ayudando a los dedos con un pedazo de talo o de pan. En los años veinte se usaban ya cucharas y tenedores para estos menesteres.

Los pucheros a comienzos del siglo XX eran de hierro, luego pasaron a ser de metal esmaltados y de aluminio, los había de distinto tamaño con tapas y asas.


 
  1. Hay varias encuestas que aportan inventarios de ajuar de protocolos notariales de finales del siglo XIX (Moreda, Obanos, Sangüesa...).