Sitio que ocupa el hogar

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Sin que sea excluyente, son mayoría las localidades donde el hogar o fuego bajo está situado en una pared lateral de la cocina. Sin embargo hay pueblos en los que se guarda el recuerdo del hogar localizado en el centro de la cocina.

Hogar central

Se guarda memoria de fogón central en Abezia, Andagoia, Apellániz, Aprikano (Kuartango), Bajauri, Obécuri y Urturi, Valle de Zuia (A); Abadiño, Amorebieta-Etxano, Busturia, Kortezubi, Orozko, Zeanuri, Zeberio (B); Ataun, Beasain, zona rural de DebaMutriku, Elosua, Ezkio-Itsaso, Itziar, Oñati, Orexa, Telleriarte, Zerain (G); Aintzioa y Orondritz, Améscoa, Aoiz, Aranaz[1], Eugi, Goizueta, Izal, Mezkiritz, Romanzado y Urraúl Bajo, Valle de Urraúl Alto, y Valle de Roncal (N). En Itziar (G) se recuerda el caso de un hogar que ocupaba el centro de un hoyo circular lo que permitía sentarse alrededor del fuego sin necesidad de sillas, suondoa, el entorno del hogar. En el segundo decenio del siglo XX constató Barandiaran en Aurizberri (N) que aunque iban desapareciendo, todavía había tres hogares centrales. También en Aprikano (Kuartango) (A) por esa misma época se conservaban aún hogares centrales.

Hogar central. Zeanuri (B), 1978. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

El fogón central es anterior al lateral aunque convivieron temporalmente y en algunos lugares no se recuerda o no ha existido el fogón central.

En Abezia (A) hoy día existe una sola casa que conserva el antiguo hogar, también denominado fogar, situado en el centro de la cocina con una abertura en el tejado que permite que el humo escape libremente.

En Amorebieta-Etxano, Zeanuri y Zeberio (B), en los caseríos más antiguos, el hogar se encontraba en el centro de la cocina sin chimenea para la salida de humos por lo que éstos se colaban por entre la entablación; en Zeberio algunas casas disponían de chimenea con campana en el centro de la cocina. En Busturia (B) todavía existe un caserío con este tipo de hogar y carece de chimenea. En Beasain (G) antiguamente el fuego bajo solía estar en el centro de la estancia y no disponía de chimenea. También en Elosua (G) se ha constatado otro tanto y el humo salía por el desván al carecer de chimenea. En Orexa (G), algunas casas disponían de gran fuego bajo, situado en medio de la cocina, provisto de gran chimenea redonda. En Zerain (G) en otro tiempo, la cocina era central con una enorme campana suspendida del techo que recogía el humo y lo dirigía al desván puesto que no había chimenea exterior.

Erdiko beko sua, fogón central. Beasain (G). Fuente: José Zufiaurre, Grupos Etniker Euskalerria.

En Améscoa (N), a principios del siglo XX, sólo una casa que era propiedad del Concejo contaba con fogón central. Éste se encontraba a ras de suelo y sobre losas de piedra. El techo de la cocina en forma de embudo hacía de campana de recogida de humos que escapaban luego por la chimenea. En el Valle de Zuia (A), en los Castros de Oro, en la ermita de Jugatxi era famosa la cocina central de la Cofradía.

En Mezkiritz (N) el fuego estaba en medio de la cocina y la chimenea, etxamine, era redonda, luego pasó a ser cuadrada. En Romanzado y Urraúl Bajo (N) uno de los tipos de fogón que había en la localidad era el central, con chimenea cónica en su primera parte y cilíndrica al final, en lo que sobresalía del tejado. En Aintzioa y Orondritz (N), antaño el fogal se encontraba en el centro de la cocina y una casa del pueblo de Orondritz todavía lo conserva. En Eugi (N) recuerdan que el hogar ocupaba antaño el centro de la cocina aunque ellos no lo han llegado a conocer.

Hogar lateral

Ha sido más común el hogar situado en una pared lateral de la cocina, generalmente contra el muro exterior de la casa. Así se ha constatado en Andagoia, Apodaca, Bernedo, Bajauri, Obécuri y Urturi, Moreda, Pipaón, Ribera Alta, Valdegovía, Valle de Zuia (A); Abadiño, Amorebieta-Etxano, Bermeo, Busturia, Durango, Gorozika, Ereño, Valle de Carranza, Zeanuri (B); Berastegi, Elosua, Hondarribia, Oñati, Orexa, Zerain (G); Aintzioa y Orondritz, Améscoa, Aoiz, Goizueta, Izal, Izurdiaga, Mélida, Monreal, Obanos, Romanzado y Urraúl Bajo, Valle de Urraúl Bajo, Valle de Roncal, Sangüesa, Viana (N); Donoztiri, Heleta, Iholdi (BN); Sara (L) y Liginaga (Z).

Fuego bajo con campana. Carranza (B), 1980. Fuente: Miguel Sabino Díaz, Grupos Etniker Euskalerria.

En algunas localidades puntualizan que se ubicaba en la pared más ancha de la cocina (Astigarraga-G); centrado o ligeramente ladeado (Beasain-G), junto a un muro que no fuera el de la puerta de entrada (Ataun-G), en la pared situada frente a la puerta de entrada de la cocina (Eugi, Mélida, Viana-N, Garazi (Saint Michel)-BN). También se señala que solía estar junto a una pared maestra (Allo, Lezaun, Artajona, Luzaide/Valcarlos-N). En Luzaide/Valcarlos precisan que se apoyaba en una de las paredes maestras, bastante cerca del sector angular, de modo que permitiera la inclusión de un banco o asiento corrido en el rincón, su bazterra. Similar dato se ha recogido en Valtierra (N) donde el hogar con la chimenea abombada, en forma de campana, ocupaba gran parte de la cocina. El fuego bajo adosado a dos paredes de la cocina aprovechando un rincón se ha conocido asimismo en otras localidades (Moreda, Valdegovía-A; Amorebieta-Etxano-B; Monreal-N).

No faltan hogares en los que el fogón se situaba en la pared del fondo (Pipaón-A, Artajona, Sangüesa-N), ocupando además la mitad de la cocina y el hogar limitado a los lados por dos paredes bajas de ladrillo (Murchante-N). También los hay pegados a la pared, generalmente la que daba al exterior de forma que facilitara la construcción de la salida de humos (Hondarribia-G).

En la encuesta de Urraúl Alto (N) se recoge que el cambio de hogar central a lateral se debió a que además de disminuir el consumo de leña, al ocupar una superficie menor y facilitar un mejor escape de humos, mejoraba la ventilación y consevaba mejor el calor de la cocina, al no tener que abrir con frecuencia las ventanas.

Hogar de la casa Gortaria. Arraioz (Baztan-N), 1999. Fuente: Marisa Picabea, Grupos Etniker Euskalerria.

Descripción

En algunas localidades, la cocina, y por consiguiente el hogar, estaba en la planta baja. Así en Beasain (G), en todos los caseríos, la cocina se encuentra en la planta baja y es la pieza principal de la casa. Generalmente suele estar en uno de los dos ángulos de la fachada principal con una ventana abierta a la misma. También en Oñati (G) la cocina se halla en la planta baja cerca de la entrada, con una ventana hacia la fachada. En otras localidades la costumbre era que la cocina, sukalte en Roncal (N), se ubicara en el primer piso (Bernedo, Markinez-A; los caseríos de Trapagaran-B; Astigarraga-G; Mirafuentes, Romanzado y Urraúl Bajo en las casas de dos pisos, Valle de Roncal, Sangüesa-N). En San Martín de Unx (N) el hogaril estaba en la cocina de la casa, en la planta baja o en la primera planta. En los años ochenta eran ya pocas las casas que lo conservaban. También en Allo (N) el fuego bajo se encontraba en la planta baja o en el primer piso. Otro tanto ocurría en Bera[2] y en Lesaka[3] (N), donde generalmente se hallaba en el piso principal con suelo de madera de castaño o roble, aunque en algunas casas estaba en la planta baja, en cuyo caso el suelo solía ser de tierra apisonada.

Hay testimonios que recogen el paso de la cocina de la planta baja al primer piso y viceversa. En Lezaun (N) durante el siglo XX la cocina se ha conocido en la primera planta, pero anteriormente fue común su ubicación en la planta baja. Así se desprende del hecho de que en algunas casas haya una dependencia a la que llaman “la cocina vieja” y que al realizar reformas aparezca hollín en algunas paredes. En Bernedo (A) se procuraba que la ventana de la cocina diera a la calle. Se encontraba en el primer piso de la casa junto con el resto de las habitaciones. Hoy día, en muchos casos, las cocinas están trasladadas a la planta baja por comodidad y porque en las cuadras ya no hay ganado como en otro tiempo. En numerosas casas la cocina tradicional se sigue conservando para secar las carnes tras la matanza del cerdo y cocer la comida del ganado.

Se comprueba la importancia que dan los informantes a que en la estancia se evitaran las corrientes de aire, a que se mantuviera el calor en el recinto, y a que el fuego tirara bien para evitar las humaredas.

En Abezia, Agurain y Apodaca (A) el hogar se situaba siempre en el extremo contrario a la puerta de entrada a la cocina para facilitar la salida de humos, evitando las corrientes y que la dependencia se llenara de humo. La puerta de entrada a la cocina solía ser de dos hojas, una superior y otra inferior. No cerraba la de arriba para permitir la salida del humo y sí la de abajo para conservar el calor.

En Allo (N) el fuego bajo se encontraba adosado a una de las paredes maestras de la vivienda en la planta baja o en el primer piso. Al construirlo se procuraba evitar las corrientes de aire y favorecer la no acumulación de humos. En Lezaun (N) señalan que el altillo facilitaba el tiro del fogón y que, en algunas cocinas, encima de la puerta había un hueco en el tabique que facilitaba el aire suficiente para ayudar en la eliminación de humo. El aporte de aire que facilitaba la combustión y el buen tiro del fogón provenía muchas veces de las rendijas que había en puertas y ventanas pues éstas no estaban ajustadas como hoy día. Los informantes coinciden en señalar que las cocinas estaban negras por el humo.

En Améscoa (N) señalan que la puerta tenía que permanecer siempre abierta. Paralela a la puerta o perpendicular a ella, según la posición del fogón, se levantaba un tabique que cortaba la corriente de aire que se establecía entre la puerta de la cocina y la chimenea. Este tabique encuadraba el rincón de la cocina que era el lugar más apacible de la casa. La cocina solía tener el suelo enladrillado y el techo de vigas y yeso, estaba provista de una ventana pequeña y con barrotes de hierro.

Supazterra. Zuberoa, 2000. Fuente: Michel Duvert, Grupos Etniker Euskalerria.

En Monreal (N) han consignado que la mayor parte de las veces permanecía abierta la puerta de la cocina para evitar la excesiva concentración de humo y en Obanos (N) dicen que el hogar estaba siempre situado de forma que se evitaran las corrientes de aire. En Viana (N) dicen que para favorecer la ventilación y la salida de los humos, la puerta de la cocina siempre debía estar abierta y así “te calentabas por delante y te enfriabas por detrás”.

En Berganzo, Pipaón (A) y Valtierra (N) señalan que cuando la chimenea no tiraba había que provocar una corriente de aire para poder encender el fuego y extraer el humo provocado. Se conseguía abriendo y cerrando a la vez de forma ininterrumpida las puertas y ventanas de la cocina. En Bernedo, Ribera Alta y Valdegovía (A) el dispositivo para el escape de humos consistía en tener la puerta de la cocina abierta para establecer una corriente de aire que arrastrase los humos por la chimenea abierta en campana sobre el fuego. En Bermeo (B), abrir la ventana.

En Aintzioa y Orondritz (N) algunas casas encima del cenicero de la ventana (que era el lugar donde guardaban las cenizas para realizar la colada) tenían uno o dos pequeños huecos con sendas rejillas de metal donde se colocaban brasas para poner sobre ellas los pucheros y conservar así los alimentos calientes hasta la hora de la comida. Cuidar los pucheros y vigilar que no se apague el fuego es una de las tareas encomendadas a las personas mayores de la familia. Son también los encargados de subir los troncos que se apilan en la entrada de la casa o en la xela para alimentar el fuego del fogón o de la cocina económica.


 
  1. Luis-Pedro PEÑA. “Apuntes etnográficos de Aranaz” in AEF, XIX (1962) p. 127.
  2. Julio CARO BAROJA. La vida rural en Vera de Bidasoa (Navarra). Madrid: 1944, p. 87. En lo sucesivo los datos que hacen referencia a Bera están tomados de esta obra.
  3. Julio CARO BAROJA, “Algunas notas sobre la casa en la villa de Lesaka…” in AEF, IX (1929) p. 88. En lo sucesivo los datos que hacen referencia a esta localidad están tomados de este artículo.