Uso generalizado de la madera
Está generalizada la opinión de que los caseríos más antiguos son aquellos en los que el uso de la madera es preponderante y no sólo en su estructura interna sino como cerramiento. Así lo precisan varios autores, como Caro Baroja refiriéndose a Gipuzkoa, si bien es extensible al resto del territorio:
“Es posible encontrar allí, aún hoy en día habitadas, cantidad de mansiones viejas, en cuya construcción la madera juega un papel principal. Esto tiene gran interés histórico cultural, puesto que sabemos que, hasta el sigo XV por lo menos, la generalidad de las viviendas guipuzcoanas eran de madera y que las autoridades, en vista de los repetidos incendios que arruinaban a los pueblos por esta causa, comenzaron a agraciar con varios privilegios a las personas que levantaran sus nuevas casas con materia más resistente, con piedra sobre todo. No es raro hallar en el país edificiaciones que lleven nombres cuales los de “Ormaechea” (casa hecha de muros pétreos, “ormak” del latín “forma”), “Tellechea” (casa con tejas), etc., que aluden a algo que un momento se consideró como singular y raro en el pueblo o valle.
Hay varios textos antiguos que indican que no sólo eran de madera en su mayor parte las casas antiguas guipuzcoanas, sino que también ofrecían estructura análoga las de ciudades como Pamplona, y más modernamente, la misma Bilbao. Cuando en el año 1222 se dictó una sentencia para organizar relaciones amigables entre los barrios de Pamplona, una de las claúsulas de ésta fue que los habitantes de la población que hubiesen de levantar casas hacia el burgo de San Saturnino, no alzaran paredes de cal y canto de más de tres codos de altura y uno de anchura, y que sobre ellas todo lo demás fuera de tabla, y no más alto que una lanza militar. En cambio, siglos después, en las ordenanzas de edificación de San Sebastián de 1489, se conceden “preeminencias e libertades” a las casas de piedra sobre las de madera. Pero aún mucho después ésta y otras poblaciones eran en gran parte de la última sustancia. En efecto, al aludir Esteban de Garibay en sus “Memorias” al incendio de Bilbao, acaecido en 1571, indica que casi todas las casas de aquella villa eran de tablas antes de él y que luego se hicieron ya de “hermosa cantería”, o de ladrillo (...).
La contrucción de madera, en gran parte puede considerarse, por tanto, como muy vieja (acaso la más vieja)...”[1].
Como indican en Amezaga de Zuia (A) son varias las propiedades de la madera que la convierten en un buen material de construcción: su escaso peso, la resistencia, la porosidad, el aislamiento que confiere, y sobre todo, la más importante, la duración.
Todo ello la convierte en un componente fundamental en la construcción de las casas tradicionales tal y como se ha visto en el capítulo anterior y se recogerá en los siguientes.
Forma parte de numerosos elementos de la casa, sobre todo en la zona más septentrional del territorio estudiado, allí donde la disponibilidad de árboles ha sido mayor, desde ser el soporte de las tejas, el suelo de las plantas superiores, el componente principal y a menudo único de las escaleras, parte fundamental de puertas y ventanas, además de balcones en algunos casos. Ha sido también el material principal con el que se ha fabricado el mobiliario tradicional.
A continuación recogemos someramente algunas de estas funciones, que como queda dicho se explican detenidamente en los capítulos correspondientes.
– La estructura del tejado sobre la que se colocan las tejas ha sido de este material, incluyendo las grandes vigas de soporte, los cabrios y la tabla sobre la que se apoyan las tejas. Pero también nos han llegado testimonios e incluso tejados en construcciones complementarias en los que la tablilla de madera era el elemento cobertor.
– Ha sido general el uso de tabla como tarima de los suelos, lo que ha permitido la mejor transmisión del calor desprendido por los animales de la cuadra, contribuyendo así al mantenimiento de una temperatura más cálida en invierno.
– También los huecos de la casa han estado cubiertos con este material, tanto puertas exteriores como ventanas, que incluso antes de la generalización del cristal eran íntegramente de madera. Obviamente las puertas interiores también lo han sido.
– A veces la separación entre estancias, es decir, los tabiques interiores, han sido de tabla. Cuando los de la planta habitada de la casa se han sustituido por materiales más consistentes, han quedado testimonios de los mismos en cuadras y camarotes.
– Las escaleras han sido íntegramente de este material, excepto en la zona más meridional del territorio. Como mucho, el primer o primeros escalones del tramo que arranca de la planta baja eran de piedra.
– En algunas zonas los balcones han sido también de este material, lo que ha supuesto la necesidad de prolongar el tejado o crear pequeños tejadillos que los protejan dado el carácter endeble de este material cuando es expuesto a las inclemencias climáticas.
– En este mismo capítulo hemos comprobado que la madera ha sido parte importante de las paredes exteriores. En algunos casos ha quedado constancia de que los cierres externos se realizaban con un entramado de madera que se cubría con tablones. Con el paso del tiempo los huecos entre los postes, tanto verticales como inclinados, se cerraron con materiales más resistentes, bien ladrillo o piedra, permaneciendo dicho entramado de madera. Los cierres exteriores de madera se conservan todavía en algunas construcciones complementarias.
– En un capítulo posterior se verá cómo la madera es uno de los elementos de la casa que pueden ser sometidos a ornamentación más fácilmente, como es el caso de los aleros de los tejados.
Pero además de estas funciones ha cumplido también un papel fundamental como soporte del edificio siendo componente principal de la estructura interna de la construcción. Postes y vigas de diferentes grosores forman esta estructura que arrancando desde la base de la casa se levanta hasta sustentar el tejado. En este apartado se trata sobre todo esta última función.
Son varios los trabajos que han abordado el uso de la madera en la estructura de la casa. El más temprano corresponde a Arin Dorronsoro que ya en la segunda década del Anuario de Eusko Folklore dedicó un artículo al maderamen en las construcciones antiguas de Ataun (G) en el que se centra en el uso de entramados de madera en las fachadas[2].
Más recientemente y en lo que atañe a Vasconia continental Michel Duvert se ha ocupado in extenso del trabajo de los carpinteros[3].
Con un carácter arqueológico se ha abordado el estudio de la madera en los caseríos en otras publicaciones. Así se pueden constatar nuevos valores de la misma como el estudio dendrocronológico, lo que permite proporcionar fechas relativamente precisas de cuándo se efectuó la tala de los árboles con los que se levantó la estructura lígnea de los edificios estudiados[4].
En torno a este material se tienen conocimientos no sólo de cuáles son las maderas más apropiadas para cada función sino también acerca de qué precauciones y labores eran necesarias para asegurar su correcta conservación.
Se indica que las maderas más duraderas son el roble, la encina, el castaño y las procedentes de coníferas ricas en resina; de duración media es el fresno y poco duraderas el haya y el chopo (Amezaga de Zuia-A).
Por lo general se puede decir que con bastante antelación al inicio de la construcción de la casa se cortaban, labraban y aserraban las piezas necesarias, de tal modo que contasen con el tiempo suficiente para su correcto secado, ya que de ningún modo se podía emplear madera verde dado que tiende a deformarse.
En el Valle de Carranza (B) dicen que la madera destinada a la construcción debía ser talada en invierno considerando algunos el mejor mes el de enero y siempre con luna menguante. A veces eran los mismos dueños de la casa que se iba a construir los que se ocupaban de labrarla y de serrar las tablas necesarias, para lo cual acondicionaban un serradero en el propio monte. Las maderas más utilizadas eran el roble y el castaño, y se procuraba aprovechar principalmente el corazón o duramen de las mismas, despreciando la albura, ya que se sabía que el primero se conservaba en óptimas condiciones mientras que la segunda tendía a apolillarse. Esta madera debía secarse con tiempo suficiente antes de su utilización.
En cuanto a su preparación en Hondarribia (G) cuentan que la especie de roble conocida como ametza había que talarla durante la menguante, ilbera, del mes de octubre, ya que se decía que si esta operación se efectuaba en otra época no valía. En general lo mejor era cortarla y tenerla bajo cubierta, allí donde le diese el aire y no se mojase, durante el máximo tiempo posible, si eran cinco años mejor. Aunque por otro lado se estimaba que lo más apropiado era mantenerla sumergida en agua, como hacían en los astilleros, para que “tirase el tinte”.
En Artajona (N) la operación de colocar los maderos para los pisos y techumbre era llamada maderear.
Las piezas de madera que forman parte de la estructura de la casa y de otros componentes del edificio reciben a menudo nombres locales que se recogen a lo largo de los distintos capítulos. Citamos aquí algunos ejemplos aunque no sean exhaustivos[5].
A medida que las técnicas constructivas tradicionales se han ido abandonando se ha producido una paulatina pérdida de tales denominaciones. Con el paso de las generaciones el número de términos recordados es cada vez menor.
En Itziar (G) poste-arrixa, el poyal; postia, el poste; prontala, la viga que descansa sobre los postes; kuartoia, el cuartón; ola, la tabla; errezumak, los jabalcones; jimelgia, el capitel; gallurra, el caballete; kapirixua, el cabrio; goiaga, la viga que va del caballete al alero y que sirve de apoyo a los cabrios; zapatak, las vigas que se asientan a lo largo de los muros sirviendo de apoyo inferior a las goiagak; batiak, las tablillas que están sobre los cabrios y sobre las cuales van las tejas de la cubierta de la casa; bolaua, el alero[6].
En Hondarribia (G) a la viga cimera o gallur le llaman bizkarrezurra, a la tabla que soporta la teja tella-azpikoa, a las vigas laterales frontala, a la tablazón solidokua-olak o también simplemente olak, a la zapata txinela, a las columnas verticales zutikoa y a las vigas transversales solibak.
En Heleta (BN) los pisos altos son de madera, tronadura; ernaia es viga, gapirina, solivo, pilarra, poste, kolona, marco de la puerta, sasixa, maderamen de la ventana, estalia el techo formado con entablado.
En Moreda (A) las maderas que sirven para sujetar los pisos o plantas de una casa se llaman cuartones y las que sujetan los tejados, cabrios. Llaman almohadillas a los tacos de madera en donde descansan las vigas de madera que no apoyan en la pared.
En Artajona (N) las piezas de madera recibían distintos nombres según su longitud: docenes (4,30 m), catorcenes (4,80 m), secenes (6,60 m).
- ↑ Julio CARO BAROJA. Los vascos. Madrid: 1971, pp. 112-113.
- ↑ Juan de ARIN DORRONSORO. “Ataun. El maderamen en las construcciones antiguas” in AEF, XII (1932), pp. 77-97.
- ↑ Michel DUVERT, Xemartin BACHOC. “Charpentiers basques et maisons vasconnes” in Bulletin du Musée Basque. Hors série. Bayonne: 2001. Michel DUVERT. “Contribution à l’étude de la charpenterie basque traditionnelle en Iparralde: paroles de charpentiers” in AEF, XLIV (2003-2004) pp. 197-228.
- ↑ Alex IBÁÑEZ ETXEBERRIA, Juantxo AGIRRE-MAULEON. “Arquitectura rural en madera en el siglo XVI en el área de Tolosaldea. Los “caseríos-lagar” de Etxeberri (Gaztelu) y Etxenagusia (Eldua)” in Zainak. Cuadernos de Antropología-Etnografía, núm. 17. Donostia: 1998, pp. 67-83.
- ↑ Se puede consultar al respecto la obra de Alberto SANTANA, Juan Ángel LARRAÑAGA, José Luis LOINAZ y Alberto ZULUETA. La arquitectura del caserío de Euskal Herria. Historia y tipología. Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 2002, en concreto las páginas 99 a 104 donde se recogen los elementos de carpintería del caserío acompañados de una explicación.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Etnografía de Itziar. Parte inicial del cuestionario de 1934” in AEF, XXX (1985-1986), p. 18.