Relajación de la fachada con el tejado

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El tejado, teilatua (Ataun, Itziar-G; Aurizberri, Ezkurra-N; Ainhoa-L; Zeanuri-B); teilati (Urepel-BN); talletua (Astigarribia, Galdua, Mijoa, Sasiola-G; Olaz-N); etxeina (Aria-N); etxegaina (Aria, Aurizberri-N); egatza (Liginaga-Z), suele presentar una estructura a dos aguas. Dentro de este modelo, que está ampliamente generalizado, se distinguen dos variantes: la que presenta el caballete perpendicular a la fachada y la que lo tiene paralelo a la misma. La cubierta con caballete perpendicular es una clara respuesta a las exigencias del clima. Este tipo de vivienda, orientado casi siempre en el sentido de la máxima insolación tiene la ventaja de ofrecer al sol la mayor extensión de la fachada. A esto se debe el encontrarse con mayor frecuencia los balcones secaderos en la fachada anterior o posterior. Así se observa que en las zonas donde la insolación aumenta, el caballete perpendicular va haciéndose más raro hasta desaparecer por completo en la región soleada de la Ribera. En cambio, en las comarcas lluviosas, donde la necesidad de sol es tan grande, se mantiene la fachada en uno de los hastiales para utilizarlos como secaderos de las materias contenidas en el desván.

Otra prueba de la influencia del clima en la distribución de este tipo de viviendas la encontramos cuando varias casas de la zona donde se da este tipo se reúnen formando calle. Es evidente que entonces la solución más económica sería el caballete paralelo a la fachada. Pero en este caso ésta no presentaría al sol tanta superficie como con el caballete perpendicular y a despecho de un mayor coste la vivienda adopta éste. Es lo que sucede en Almandoz, Bera, Doneztebe, Elizondo, Goizueta, Lesaka, Maya, Narvarte (N) y en general en todos los pueblos de la zona donde el caballete es perpendicular a la fachada. En La Burunda y La Barranca se da la transición entre el caballete perpendicular y el paralelo en las calles. En cambio, en la Ribera no se ven mas que caballetes paralelos a las fachadas[1].

Casa con caballete perpendicular a la fachada (Ereño-B, 2010). Fuente: Archivo particular Íñigo Rementeria.
Casa con caballete paralelo (Moreda-A, 1999). Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.

A pesar de estas consideraciones de Urabayen sobre la relación del clima con la disposición de la cumbre del tejado, puede que la realidad sea más compleja. Así, en la vecina Cantabria, donde las condiciones climáticas apenas se diferencian de la vertiente septentrional del área estudiada, es común que la fachada discurra paralela al eje del tejado, si bien es cierto que allí se aprovecha el calor solar mediante el recurso de las solanas.

Como se ha señalado, en la parte más septentrional del territorio, los caballetes han sido perpendiculares a las fachadas, pero conviene tener en cuenta que incluso en estas poblaciones se encuentran tejados que no siguen esta pauta.

En Andraka (B) la fachada está situada perpendicularmente al caballete del tejado. En Hondarribia (G) la fachada suele estar perpendicular a la viga maestra o gallur. En Oñati (G) la caída de las aguas del tejado seguía una dirección lateral sin afectar a la fachada.

En Berastegi (G) hay dos tipos de casas de labranza, las menos son cuadrilongas con el tejado a cuatro vertientes y las más frecuentes presentan la cubierta a dos aguas y con el caballete de la cubierta apoyado sobre la fachada principal. En Aria, Eugi, Izurdiaga (N) y Donoztiri (BN) la fachada de las casas es perpendicular al caballete.

En Amorebieta-Etxano (B) cuando el tejado es a tres aguas, la tercera caída está orientada hacia la parte de atrás. Únicamente tienen caída hacia la parte delantera los tejados de las casas con cuatro vertientes.

En el Valle de Carranza (B) predominan los caseríos con la cubierta perpendicular a la fachada frente a los que la tienen paralela.

Las viviendas de pescadores presentan la particularidad de que se levantan en terreno accidentado y de escasa superficie, lo que obliga a su disposición en hileras con una o dos calles paralelas a la orilla de la mar siguiendo las curvas de nivel de las laderas de los acantilados.

En el segundo decenio del s. XX, Joaquín de Yrizar señalaba que las casas vascas de pescadores eran inconfundibles. Podían ser bajas, para una sola familia, o de varios pisos, siempre con grandes balcones que ocupaban toda la anchura de la fachada y de los que colgaban sus inmensas redes. El tejado a dos aguas, prolongando a veces uno de los faldones para cubrir los pintorescos agregados[2]. Esta sucinta descripción sigue siendo válida porque las casas son las mismas si bien ya no cuelgan las redes de los balcones y las viviendas han sido reformadas internamente.

El tipo de vivienda más frecuente lo constituyen casas altas y estrechas, el tejado a dos aguas y, generalmente, con el caballete paralelo a la fachada. Así, por ejemplo, en Lekeitio (B) el tejado suele ser a dos vertientes en situación anteroposterior.

Sin embargo se pueden encontrar excepciones, como en Hondarribia (G), donde la cubierta es igualmente a dos aguas pero la viga central se halla dispuesta perpendicularmente a la fachada, vertiendo a unos callizos que hay entre las casas.

A medida que nos desplazamos hacia el sur comienzan a apreciarse las dos tipologías.

En el Valle de Zuia (A) el tejado de dos aguas suele llevar el caballete perpendicular a la fachada aunque en el Barrio Antiguo de Murgia hay tres casas que lo tienen paralelo.

Otro tipo de los más abundantes en el Valle de Zuia es el correspondiente a las tres vertientes, estando el tercer faldón en la parte posterior del edificio.

En Améscoa (N) son las vertientes del tejado las que conforman la fachada de la casa. Si una de las vertientes cae sobre el frontis, la fachada adquiere forma rectangular y entonces el tejado sobresale de la pared, formando alero, que sirve para protegerla de las aguas de lluvia. Si las dos vertientes caen sobre las paredes laterales, entonces la fachada adopta la forma de un rectángulo que se prolonga en un triángulo sobre cuyo vértice se asienta el caballete.

En Izal (N) las casas más sencillas son de forma rectangular y pequeña dimensión con cubierta a dos aguas y fachada perpendicular al caballete. Otras la tienen paralela. Sin embargo lo más frecuente es la cubierta a cuatro aguas sobre planta rectangular o cuadrada.

En Barañain (N) hay tanto cubiertas a dos aguas con el caballete perpendicular a la fachada como con él paralelo a la misma. Las casas de Ibarrola y de Oiz son del tipo de caballete paralelo a la fachada y la casa de Gorráiz lo tiene perpendicular.

En el sur del territorio predominan los tejados con la cumbre paralela a la fachada.

Así ocurre en Moreda (A), donde las casas suelen tener sus tejados a dos aguas y el caballete es paralelo a la fachada principal. En Lagrán (A) los tejados vierten también las aguas en dirección a la fachada.

En Allo (N) ocurre lo mismo, de suerte que las calles están formadas por casas que se unen unas a otras por el costado.

En Artajona (N) el tejado siempre vierte sus aguas en dirección a la fachada. No hay una sola casa con el caballete perpendicular a ella de forma que las vertientes caigan a los costados laterales. Tal realidad parece tener su explicación en la yuxtaposición de las casas, unidas por los costados a sus vecinas. La fuerza de la costumbre ha hecho que se siga esta norma incluso cuando se han construido casas aisladas.

En Mélida y Monreal (N) la fachada es siempre paralela al eje del tejado. En Obanos (N) predomina la planta rectangular con la fachada en uno de los lados más largos del rectángulo y el caballete paralelo a la misma.

En el caso de que los tejados no sean a dos aguas, la relación del caballete con la fachada viene determinada por el número de vertientes y la forma de la planta de la casa.

En Valdegovía (A) en los tejados a dos aguas lo normal es que se cumpla la regla precedente y la fachada sea perpendicular al mismo pero cuando se trata de tejados de tres aguas, la fachada suele ser paralela y lo mismo ocurre en el caso de los que cuentan con cuatro.

En Astigarraga (G) la mayor parte de las casas son rectangulares y el tejado, normalmente a dos aguas, corre transversal a la fachada pero en unos pocos casos es longitudinal, como también ocurre cuando las cubiertas son a cuatro aguas.

Cuando los tejados son de una única vertiente siguen la pauta de que las aguas caigan sobre la fachada. Este tipo de construcciones se dan mayoritariamente en el sur de Vasconia. En Navarra las viviendas con cubierta a un agua tienen casi siempre su fachada en el lado de la menor inclinación. Como las precipitaciones no son intensas no importa que viertan a la misma[3].

Cuando la población está concentrada en forma de villa o de núcleo urbano, a pesar de estar en la zona septentrional en ocasiones siguen la disposición de cumbres paralelas a la fachada debido a que los edificios se hallan contiguos y de este modo se facilita el desagüe hacia la calle.

En el casco antiguo de Portugalete (B) la situación de las fachadas de los edificios con relación al tejado es mayoritariamente paralela al gailur o caballete del mismo, esto se debe fundamentalmente a la organización de los edificios situados entre medianeras, dando los aleros a las fachadas principal y posterior.

En Bernedo (A) en las casas unidas formando una calle la vertiente del tejado cae hacia la fachada, mientras que las que se encuentran separadas tienen el tejado de modo que vierte a los costados dejando libre la fachada y el acceso a la vivienda.

En Monreal (N) el prototipo de vivienda responde a una casa de tres plantas con tejado a dos aguas, no muy inclinado, y unidas unas a otras por paredes medianiles. El resultado es una vivienda más ancha que larga, cuya fachada se presenta paralela al caballete del tejado, ya que la organización interna del pueblo así lo exige. Aunque existen algunas casas con belenas particulares, no es lo frecuente.


 
  1. Leoncio URABAYEN. La casa navarra. De arquitectura popular. Madrid: 1929, pp. 57, 58 y 60.
  2. Joaquín de YRIZAR. Las casas vascas. San Sebastián: 1929, p.69.
  3. Leoncio URABAYEN. La casa navarra. De arquitectura popular. Madrid: 1929, p. 61.