Muros con entramados de madera
Cuando en un apartado anterior se ha abordado el uso de la madera, ya se han visto unos cuantos ejemplos de muros en los que se recurrió a los entramados.
También se dijo allí que la presencia de madera en los mismos es un rasgo que delata la antigüedad del edificio ya que en la evolución desde las antiguas construcciones íntegramente de madera a las posteriores en que todo el cerramiento era de piedra, las casas con entramados suponen una etapa intermedia. A su vez, estos entramados que cerraban sólo la planta o plantas superiores, estando la baja siempre rodeada de muros de piedra, han experimentado una serie de cambios que se constatan en algunos de los ejemplos que se incluyen seguidamente. Básicamente han consistido en la sustitución de los tablones originales por materiales más consistentes que cierran los huecos entre los pies derechos.
Caro Baroja deja constancia de esta evolución. Precisa que de comienzos del siglo XVI es cuando datan los más viejos caseríos hechos en gran parte de madera. Se apoya en uno que puede datar de la primera mitad del siglo citado y se halla en el Goierri guipuzcoano.
“Sobre cuatro muros de piedra elevados hasta no gran altura, se alzan fuertes postes verticales que constituyen la parte principal de la construcción. Entre poste y poste se aparejan otras vigas menos gruesas, que vienen a formar una trama horizontal y, sobre esta trama, quedan colocadas las tablas que hacen de paredes exteriores y tabiques. Dos plantas tiene el caserío, dividida cada una por los machones interiores: la baja, en que se desarrolla la vida, ya que en ella están desde los establos de las vacas y cuadras de otros animales domésticos hasta los dormitorios de las personas y el hogar, y una planta superior que sirve, principalmente, de depósito para las cosechas (heno, granos, etc.).
La construcción de los caseríos, partiendo de este tipo, experimentó varias modificaciones del siglo XVII al XVIII. En los más viejos, el esqueleto lo formaban los machones, las vigas horizontales, colocadas unas de otras a distancia menor de un metro, y algunas oblicuas, muy largas. Corresponde este arte de construir, sin duda, a un periodo en que abundaban los troncos de tamaño considerable. Pero, en un momento, se comenzaron a construir entramados con menos vigas secundarias horizontales y más verticales, colocadas regularmente, amén de las oblicuas, cortas en general.
En una fase final, las oblicuas van ganando terreno: en ellas también la planta cambia de estructura y en vez de cubrir el entramado con madera se rellenaron los huecos que dejaba de ladrillos o de otras sustancias minerales”[1].
En el apartado antes citado ya se incluye algún dato de un amplio artículo de Arin Dorronsoro dedicado al maderamen en las construcciones antiguas de Ataun (G). Data de principios de los años treinta del siglo XX y en él el autor realiza un minucioso repaso de un buen número de caseríos incluyendo dibujos de la fachada principal de todos ellos resaltando la estructura de madera de los entramados.
Arin Dorronsoro constata también la evolución que experimentaron este tipo de construcciones:
“En las fachadas de las casas antiguas se ven gruesos postes de roble, que en algunas (...) arrancan de muy cerca del suelo y en otras (...) arrancan del primer piso y suben hasta el techo sosteniendo el peso del tejado. Fuertes vigas de roble cruzan los entrepostes en diversas direcciones y por el exterior tienen ordinariamente tablado de roble cubriendo todo o gran parte del entramado de vigas y postes (...).
Las fachadas exteriores de las casas han estado sometidas a frecuentes modificaciones. Los incendios, las reformas en la distribución interior y la necesidad de reparaciones son las causas que más han influido en ello. La época, el sitio de la edificación y otras muchas causas han contribuido a la existencia de variedad de tipos y estilos de entramados de madera”[2].
Este autor recogió además los nombres de los distintos componentes del maderamen de la casa: teilatu gailorra, kapirioa, goiagea, kontragoiagea, abea, ligazaga, erresumea, astazalde, besoa, frontala. Asimismo realizó una clasificación de los distintos tipos de entramado a partir de las estructuras que encontró en Ataun:
Primer grupo. Entramados constituidos por series de postes que arrancando de muy cerca del suelo suben hasta el techo del edificio. En los entrepostes existen otras series de vigas horizontales, ligazagak, colocadas a determinada distancia entre sí, ordinariamente a algo menos de un metro, y varias vigas, erresumak, que arrancando de los postes van en dirección oblicua cruzándose con las horizontales, dando al conjunto mucha solidez. Denomina a este grupo Lauztiturrieta, por ser éste un caserío representativo.
Segundo grupo. Entramados que tienen las vigas de los entrepostes en dirección vertical. Lo denomina Matxintxu berri.
Tercer grupo. Los entramados tienen las vigas de los entrepostes unas en dirección vertical y otras en dirección oblicua. Es el tipo Urezandi.
Por último denominó Praiskonea a un tipo especial.
De las fechas de construcción de los edificios se deduce que el tipo Lauztiturrieta es el más viejo y el que más se generalizó en Ataun. Los entramados tipo Matxintxu y Urezandi se introdujeron en la primera mitad del siglo XVIII y el tipo Praiskonea se extendió en la segunda mitad del mencionado siglo. En este último el maderamen está reducido a una limitada faja del remate superior de la fachada y son las últimas edificaciones hechas con maderamen.
Las siguientes son descripciones de entramados de madera cuyos huecos son cerrados con materiales más sólidos como el ladrillo y la piedra. Al final se recogen algunas de las razones por las que se ha recurrido a esta forma de levantar los cerramientos de la casa.
En los barrios de Sasiola, Astigarribia, Olaz, Mijoa y Galdua (Deba-Mutriku-G), en algunas casas, a finales de la segunda década del siglo XX, las paredes superiores, desde el primer piso, eran más delgadas que abajo y se hallaban reforzadas con entramado de madera, generalmente de roble.
En Lesaka (N) la fachada, desde el primer piso, solía estar formada muchas veces por un entramado de madera, vigas talladas, etc., y el resto por escoria, piedra menuda, o ya en el segundo decenio del siglo XX ladrillos, arri loia; pudiéndose decir que no es más que un tabique delgado.
En Sara (L) la fachada principal, etxe-aintzina, era de muro menos grueso que las paredes maestras, sobre todo desde el primer piso, donde el tabique de cal y canto o simplemente de ladrillos servía de relleno al armazón o entramado de madera llamado zurak.
En Andagoia (A) se veían algunas paredes de ladrillo y de adobe con entramado de madera.
En Amorebieta-Etxano (B) cuando los caseríos son relativamente modernos, los muros de la planta primera son de piedra y carecen de vigas de madera en las paredes de la fachada o en las laterales. En cambio hay otros que tienen más madera en la construcción y que por ello se consideran más antiguos. Presentan la pared hasta la primera planta de piedras y mortero y a diferencia de los anteriores, que cuentan con piedras labradas en las puertas, ventanas y portales, carecen de ellas. Al final de esa planta baja tienen una gruesa viga de madera, roble por lo general, y un balcón. De dicha viga parten perpendicularmente otras verticales de tal modo que el espacio entre las mismas va relleno con piedras pequeñas y mortero preparado a base de cal, barro y arena. A la altura del techo de la planta primera se sitúa otra viga gruesa y horizontal y sobre ella nuevas verticales, más delgadas. Los espacios entre ellas también rellenos con piedras y con el mismo mortero citado antes.
En Abadiño (B) en algunas casas la parte inferior de la fachada se construye a base de piedra y la superior combinando ladrillo, madera y piedra.
En el Valle de Carranza (B), donde lo habitual es que los muros sean de piedra mampuesta con las esquinas de sillares, existen casos aislados que se corresponden con las viviendas más antiguas, que fueron construidos con piedra y madera. Este tipo, denominado de imprenta, ocupa por lo general la parte del primer piso correspondiente a la fachada principal y va apoyado sobre el muro de la planta baja. Es de entramado de madera con postes verticales y piedra de mampostería cerrando los huecos entre ellos, revestido en muchos casos con mortero de cal y arena. Hay algún caso en que todos los muros son de mampostería menos la fachada principal correspondiente al sobrao, que aparece cerrada con tablas verticales.
En Beasain (G) para finales de los años ochenta, en la mayoría de los caseríos las cuatro paredes exteriores eran de piedra hasta el tejado, siendo contados los que habían utilizado materiales como el ladrillo colocado a cara vista o conservaban las tablas de madera para hacer el cierre a partir de la primera planta. Sin embargo algunos caseríos presentan en la fachada principal vigas y postes de madera encastrados a partir de la primera planta, quedando éstos a la vista y formando un bello conjunto decorativo.
En Améscoa (N) también hay algunas casas humildes cuyas paredes están formadas con un entramado de madera formado con travesaños verticales y horizontales.
En Berganzo (A) se pueden ver en algunas de las fachadas entramados que actúan como refuerzos de las paredes.
En Bernedo (A) se empleaban maderos para formar el entramado o esqueleto que luego se cubría con piedras unidas con masa hecha de tierra arenosa y cal, formando tabiques de un grosor superior al medio metro. En algunos casos, poco frecuentes, los muros exteriores son de ladrillo y por ello más delgados y entonces aparece al aire el entramado.
Como ya ha quedado registrado en las anteriores descripciones (Agurain, Andagoia, Bernedo-A, Abadiño-B, Beasain, Zerain-G, Goizueta-N, Sara-L) es relativamente frecuente que madera y ladrillo se combinen, de este modo los muros ganan en ligereza.
En Bermeo (B) en los caseríos la fachada norte, los laterales y el primer piso de la fachada principal se construían con piedra y mortero al igual que en el pueblo los muros de separación con los edificios vecinos, la fachada norte y la planta baja; sin embargo el resto se levantaba con maderas y ladrillos macizos.
En Artajona (N) las paredes laterales y posteriores se terminaban algunas veces con ladrillo, empleando pies derechos de madera para darles consistencia.
Un ejemplo de cómo los entramados han constituido una solución más económica al cierre del perímetro de la casa, lo encontramos en la siguiente descripción.
En Agurain (A) las casas de los barrios suelen tener el mismo estilo y sus paredes son de piedra hasta el tejado, mientras que en algunas las piedras sólo están presentes hasta el piso para continuar con un entramado de madera de roble rellenado con ladrillo macizo a media asta, unas veces terminado con las juntas revocadas y blanqueadas, otras totalmente cubierto con mortero y raseado. De este modo se cierra el piso y el desván hasta el tejado. En cambio, las casas que forman el núcleo, situado dentro del recinto amurallado, son diferentes; cuentan con fachadas de fina sillería hasta el remate final con una artística y saliente moldura de la misma piedra caliza, que soporta la zapata de asiento de los adornados canes de roble de los tejados a dos aguas.
Urabayen estudió detenidamente este sistema en Navarra. Según él el armazón que forman está constituido por travesaños verticales y horizontales y rara vez oblicuos. Se evitan así complicaciones ya que se prefiere la sobriedad y la sencillez. Ordinariamente los entramados ocupan los pisos superiores y unas veces se combinan con los pisos en saledizo, siendoéste el caso más corriente, y otras sin saledizo.
Los pisos en saledizo de Navarra ofrecen poco saliente y se apoyan en las cabezas de los solivos del piso, que apenas sobresalen. Son excepción los que se prolongan más y en estos casos las cartelas que soportan el avance del piso aparecen reforzadas con tornapuntas. Otra característica es la ausencia de decoración. La pared está formada por un entramado aparente con los entrepaños blanqueados. Muchas veces el entramado se oculta en el revestimiento general. Otro carácter distintivo es el estar situados de un modo casi absoluto en la fachada principal.
La línea meridional límite de los entramados cruza Navarra de oeste a este pasando al sur de la Burunda y La Barranca, y un poco al norte de Pamplona inflexiona decididamente hacia el norte. La densidad de los entramados en la zona ocupada por ellos no es homogénea, donde aparecen con mayor abundancia es al oeste, es decir, en las cuencas de los ríos Bidasoa, Urumea, Leitzaran, Araxes y Arakil. Abundan también al oeste y al este, cerca de Pamplona. Ya en el resto de la zona se rarifican llegando a faltar en las cuencas superiores de los ríos Irati, Urrobi, Salazar y Ezca. De ahí deduce que los entramados sólo se dan plenamente en las comarcas de régimen climático moderado.
En cuanto al motivo de esta forma constructiva, las razones son dos: la ligereza y la economía. El entramado es una pared liviana que se construye fácilmente y con poco gasto, por eso no resulta apta para climas fríos o cálidos o en edificaciones sólidas. Ya en los años que Urabayen escribió esto estaba desapareciendo en Navarra. Porque a medida que la vivienda se hacía más confortable se convertía en más sólida por lo que el entramado no cumplía tan bien sus fines como la piedra o el ladrillo.
La ligereza de la pared del piso en saledizo le permite avanzar sobre la línea de la fachada, haciendo ganar al piso en extensión sin necesidad de adelantar proporcionalmente desde el suelo las paredes laterales y la de la fachada. Eso supone un ahorro de materiales. Por otra parte, la facilidad con que se construye una pared de entramado supone un ahorro de trabajo comparado con el que necesita una pared de piedra o de ladrillo. Éstas serían razones que abonasen la hipótesis de ser el piso en saledizo una forma extraña en Navarra, en primer lugar porque al ser tan poco saliente se pierde una de las principales ventajas de este tipo de construcción, el aumento del espacio disponible. En segundo lugar el navarro prefiere los materiales sólidos, aunque sean pesados, a los ligeros. Puede por tanto más el deseo de solidez que la ley del menor esfuerzo. Por lo que a pesar de las ventajas constructivas del entramado, a finales de los años veinte se prefería ya la pared de piedra o la de ladrillo[3].
Originalmente las construcciones de este tipo tenían los huecos entre los entramados cubiertos por tablones y sólo más tardíamente se sustituyeron por ladrillo.
Según Urabayen las viviendas construidas con tablas, aunque no faltaban en Navarra eran raras. Según este autor eran contadísimos los casos en que la tabla se empleó para cerrar la vivienda y sólo por alguna imposición extraordinaria se pueden explicar los mismos. Así sucedía con algunas construcciones de los alrededores de Pamplona, que se erigieron en tiempos en que esta ciudad era una plaza fuerte y las necesidades defensivas obligaban a impedir que se levantasen edificaciones sólidas cerca de las fortificaciones y sólo se concedían permisos para construcciones ligeras. Pero también había alguna vivienda de tablas que no debía su origen a esa causa. Más corrientes eran las construcciones parciales de tabla. Así en la región del Bidasoa hay algunas viviendas cuyo cuerpo superior es de este material[4].
En Ataun (G) se constató en los años treinta del siglo XX una razón de por qué los entramados se fueron sustituyendo por estructuras más sólidas tal y como se ha recogido en ejemplos anteriores. En las construcciones con entramado más antiguas el entresuelo se destinaba en parte para habitación humana y en parte para estancia del ganado, y el piso, ganbarea, servía para guardar la cosecha del campo. La fachada de estas casas se solía cerrar con pared en la parte correspondiente al entresuelo y en lo restante con tabla. Como se introdujo entre los moradores de estas casas la costumbre de construir nuevos dormitorios en el piso, el tablado del lienzo exterior de la fachada fue sustituido por pared de piedra en la extensión que ocupaban los nuevos dormitorios.
- ↑ Julio CARO BAROJA. Los vascos. Madrid: 1971, p. 116.
- ↑ Juan ARIN DORRONSORO. “Ataun. El maderamen en las construcciones antiguas” in AEF, XII (1932) p. 79.
- ↑ Leoncio URABAYEN. La casa navarra. De arquitectura popular. Madrid: 1929, pp. 80-93.
- ↑ Leoncio URABAYEN. La casa navarra. De arquitectura popular. Madrid: 1929, pp. 95-96.