La casa popular o de arrabal (Viana)

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En esta localidad las casas populares o de arrabal fueron construidas en los arrabales para las clases humildes y tienen características propias.

Son ante todo utilitarias, adaptadas al modo de vivir de la gente campesina y jornalera, y a la geografía, clima y materiales del lugar. Son espontáneas y sencillas y cada una tiene su propia personalidad. En el último medio siglo la mayor parte de ellas han sido completamente rehechas.

En general son viviendas pequeñas, de poca amplitud de fachada, en forma de paralelepípedo alargado a causa de que formaron calles. No existen casas de una sola planta y lo normal es que tengan un piso, raramente dos.

Sus fachadas son algo irregulares, sobre todo cuando el solar está en pendiente. Los materiales son diversos, abunda la piedra de todos los tamaños colocada de manera irregular (mampostería enripiada) y llaman la atención las grandes piezas labradas de los dinteles enterizos y las jambas de las puertas y ventanas que, sin duda, han sido reaprovechadas. Cerca estaba la muralla y a veces se enjabelgan, quedando el resto de materiales en su color natural. El adobe, con mampuesto de madera y revocado de colores pardos, no se ha empleado demasiado porque se deteriora pronto con las lluvias. Algo más se ha usado el ladrillo.

Fueron construidas por humildes albañiles e incluso por los propios dueños, sin preocupaciones decorativas y responden a las necesidades humanas primarias del mundo rural.

Casa del Arrabal de San Felices. Viana, 2006. Fuente: Juan Cruz Labeaga, Grupos Etniker Euskalerria.

Los tejados son a una y a dos aguas y de muy poca inclinación, cubiertos de teja árabe y aleros de madera, a veces con bovedilla de yeso entre los canes.

El acceso de entrada, de grandes proporciones para que entre la luz, se suele colocar a un lado y a veces, delante de la puerta, hay otra rústica sobrepuerta, “la verja”, hecha de red metálica y listones de madera, para que permita el paso de la luz impidiendo el de los animales. En el verano colocaban una cortina de tela basta o de saco.

Los huecos de luz son pobres ventanas sin adornos, estrechas y colocadas de forma anárquica. Jamás usaron balcones volados, por lo elevado de su coste y porque la vida se hacía en la calle. La mayor parte de la superficie de las ventanas la ocupaba la madera, por lo que había poca opción para el cristal.

Es muy raro que posean bodega subterránea. En la planta baja, casi siempre de tierra pisada, apenas hay divisiones y, a veces, una cortina o tablas formando una valla, separaban la cuadra del borriquillo del espacio frente a la puerta, en donde en los días lluviosos se reunían las vecinas a hablar, a remendar sacos o a jugar a la brisca. Otro espacio obligado era para el cerdo, las gallinas y la cabra.

A través de una estrecha escalera se alcanzaba el primer piso en donde estaba la cocina en la parte posterior mientras que delante iban los dormitorios. Los pavimentos de los pisos eran de ladrillo, pintados con almazarrón, y el techo con la viguería al descubierto y bovedillas realizadas con yeso.