Chimenea y salida de humos. Tximinia

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Los informantes a menudo mezclan los términos campana y chimenea porque ambos elementos forman parte del sistema de la salida de humos. La campana recoge el humo que produce el fuego bajo, que sale al exterior por la chimenea. A veces llaman chimenea a la campana, incluso en ocasiones utilizan el vocablo chimenea para referirse al propio fuego bajo.

Chimenea del fuego bajo

Fue común que los fogones centrales antiguos no tuvieran chimenea exterior y el humo que recogía la campana, si la había, salía libremente al piso superior, al desván y luego fuera.

En Kortezubi (B), antaño, el humo se extendía por toda la casa, sobre todo por la pieza situada sobre la cocina, llamada koltzia o también otia, que servía de secadero de cereales y leña cuando la casa no tenía desván. En la zona rural de Deba-Mutriku-G), según se recogió en el segundo decenio del siglo XX, desde que se introdujo el uso de chimeneas o tubos de humo en el fuego bajo, desaparecieron los koltzia o techos de varillas de avellana de que antiguamente se cubrían las cocinas.

En los fogones laterales los humos aspirados por la campana salían al exterior a través de la chimenea que unas veces sobresalía del tejado sin protección y otras, contaba con algún ingenio hecho de ladrillo, tejas o era metálico para evitar que entrara la lluvia y que el viento reintrodujera el humo en la cocina.

Las descripciones recogidas en las encuestas son similares, se incluyen algunos ejemplos representativos de los distintos territorios.

En Abezia (A), en las cocinas bajas una gran campana adosada a la pared era la encargada de recoger los humos. En la cocina, a medida que ascendía, solía ir estrechándose y en el resto de los pisos tenía forma rectangular mucho más pequeña. La chimenea sobresalía del tejado hasta alcanzar la altura del gallur, con objeto de que no se viera alterada la corriente de vientos. En la salida solían colocarse tres o cuatro tejas apoyadas para el tiro que evitaban además que entrara el agua de la lluvia. Iguales datos se han recabado en Berganzo y en el Valle de Zuia (A).

En Agurain y en Apodaca (A) dicen que la chimenea se construye empezando por la preparación del marco de madera sobre el que se asienta el tabique. Este marco se hace con arreglo a los servicios que se proyecte obtener en el mismo frente de la chimenea; cuando el espacio lo permite, sobre el marco, que se coloca a 1,40 m de altura aproximadamente del suelo, a los lados de la chimenea, se hacen armarios empotrados, con el frente tabicado verticalmente. En el cañón de la chimenea se coloca el llar y otro tabique con la inclinación conveniente para que conecte con el cañón que adosado a la pared sobresale en el tejado a la altura necesaria para que tenga tiro sobre el humo.

Chimenea de madera de un fuego bajo. Zeanuri (B), 1978. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Bernedo (A) a una altura de 1,70 m y paralela a la pared del fogón se empotraba una viga en sus dos extremos en las paredes de los lados. Encajados en esta viga salían perpendiculares dos largueros que se empotraban en la pared del fogón, sobre el que se construía con ladrillo la campana y la chimenea que salía por encima del tejado de la casa permitiendo la salida de los humos. Encima del fogón se abría la campana de la chimenea, montada sobre una viga con ladrillos para recoger los humos y sacarlos por la chimenea. En Bajauri, Obécuri y Urturi (A) los datos recogidos son similares y señalan que en algunas cocinas la luz entraba por la chimenea.

En Bermeo (B) sobre el hogar estaba la campana de la chimenea, kanpaie, hecha de ladrillos y sostenida sobre un arco, uztei, de metal o de madera, agie. En Amorebieta-Etxano, Andraka, Busturia y Trapagaran (B) los datos recogidos son similares. En el Valle de Carranza (B) la campana, fabricada en madera o ladrillo, ayuda a la recogida de los humos hacia la chimenea que está hecha de ladrillo y arranca del suelo del sobrao para sobresalir varios centímetros del tejado.

Chimenea de madera de un fuego bajo. Zeanuri (B), 1978. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Beasain (G) la base de la campana es rectangular, va desde una altura aproximada de 1,5 m hasta el techo. Las paredes inclinadas de la campana están apoyadas en un bastidor de madera en forma de “U”, con sus dos puntas empotradas en la pared. La chimenea arranca de la parte posterior de la campana ascendiendo hasta el tejado de la casa y suele estar rematada con ladrillo macizo y dos o cuatro tejas colocadas de forma más o menos decorativa. Se forma por la sucesión de piedras cuadradas de cerámica de unos 25 cm de hueco y 50 cm de longitud. También hay conductos de humo fabricados in situ con ladrillos macizos de arcilla cocida. Al poco de iniciarse la chimenea suele estar atravesada horizontalmente por una barra de hierro de la que pende la cadena. En Itziar (G) al tubo de la chimenea se le denomina tximinian eztarria. En Berastegi, Elosua y Zerain los datos recogidos son similares. En Oñati (G) señalan que la campana recogía por la misma chimenea el humo del fogón y del horno del pan. En Agurain (A) se ha consignado que era bastante usual esta campana con marco en forma de “U”.

En Lezaun (N) la campana del fogón se conformaba con un “enyugado” (bastidor) en forma de “U”, generalmente de madera y más raramente de hierro, que se empotraba en la pared y que con dos tirantes del mismo material iba unida a una madera del techo. Sobre el enyugado se tabicaba con ladrillo macizo y se “lucía” (enlucía) de yeso absorbiendo en la tabiquería los tirantes. El conjunto tomaba forma tronco piramidal. La campana era de unos 2 m de anchura por 1 m de frente. En Aintzioa y Orondritz, Améscoa, Eugi y Ezkurra (N) los datos recogidos son similares.

En Allo (N) las campanas tienen generalmente planta rectangular y forma de semipirámide truncada. En la base podían tener 0,5 m de profundidad por 1,5 m de longitud; había otros hogares con campana troncocónica, sobre todo cuando el fogón estaba ubicado en un rincón del hogar. Las chimeneas estaban rematadas con unas tejas para evitar que entrara la lluvia pero que no obstaculizaran la salida del humo. Cuando las chimeneas eran circulares, estaban formadas por un tubo de uralita desnudo por completo o forrado con ladrillo lucido y se completaban con un gorro cónico de chapa. En Aoiz, Obanos, Sangüesa, Luzaide/Valcarlos y Aria (N) los datos recogidos son similares; en esta última localidad a la campana se le denomina etsamina.

En Mirafuentes (N) antiguamente no se conocía ningún mecanismo para el escape de humos, la chimenea comunicaba directamente con el exterior. Recuerdan los informantes que “si andaba aire contrario, te ahogabas con el humo que se metía dentro de la cocina”. Cuando llovía llegaba a entrar agua por la chimenea por lo que era obligatorio tener un puchero colgado del lar. También se colocaban unas tejas cruzadas en la salida exterior de la chimenea. Hay quien recuerda chimeneas que ocupaban casi toda la habitación pero comúnmente eran más sencillas y estaban situadas a 1,5 m de altura sobre el suelo. También en Lezaun (N) señalan que las chimeneas carecían de tapa y cuando llovía ponían una caldera colgando del lar para que recogiera las escorreduras de agua.

En el Valle de Roncal (N) la chimenea, txaranbil, txaramidra, ke-zilo, era grande, redonda, de campana cónica sobre un suelo de piedra. Sobresalía del tejado con forma esférica y ancha, a menudo enarbolando un espantabrujas sobre el tejadillo que la cubría. Según algunos informantes la campana estaba hecha con piedra de tosca así como la chimenea que salía por el tejado. La gran chimenea roncalesa que sobresale por el tejado es cilíndrica, gruesa y ancha. Está cubierta con un tejado circular de forma cónica y de teja corriente. El escape de humos va por una especie de almenado cubierto. Por el interior de la casa, es decir por el sabayau, se abre en cono hasta el techo de la cocina, desde donde cuelga en forma de campana. En Aurizberri (N) para designar la chimenea se recogieron las voces etxemina o tximindegia. Era de forma cónica y su ancha campana estaba atravesada por dos viguetas sobre la que se colocaban leñas a fin de que se secaran. Más arriba se hallaba la tercera, de la que se colgaba el llar.

En Sara (L) a 1,5 m de altura sobre el fogón empieza la chimenea, ximini, por una amplia boca de campana en forma de embudo piramidal, ximinipanta, la cual está montada sobre unas vigas de madera que, apoyadas en la pared, forman lo que se llama ximini-uztarri, yugo de la chimenea. El tubo de la chimenea sube hasta 1 m o poco menos sobre el tejado de la casa. En Donoztiri, Heleta, Iholdi y Uharte-Hiri (BN) la chimenea o escape de humos, ximinia, es obra de albañilería: campana o emboquillado de ladrillo que se prolonga hasta algo más arriba que el tejado en forma de tubo de sección cuadrangular.

Las chabolas pastoriles, con carácter general, no solían tener abertura para el humo en el techo por lo que se esparcía por todo el recinto y servía para ahumar los quesos (Valle de Zuia-A).

Respecto a la dirección que toma el humo en algunos lugares se dice que va hacia las personas más guapas o más hermosas. En Apellániz (A) se recogió el dicho: A los guapos les va el humo / y a los feos más a menudo.

Chimenea de la cocina económica

Cuando el fuego bajo fue sustituido por la cocina económica, en algunas localidades se aprovechó la misma chimenea de aquél como conducto de salida de humos al exterior para la cocina. Se aportan algunos ejemplos.

Así se ha constatado en Aintzioa y Orondritz (N) donde señalan que cuando se introdujeron las cocinas económicas se aprovecharon las antiguas chimeneas, colocándose aquéllas en el lugar donde antes estaba el fogón en la cocina.

En Apodaca (A), en las cocinas económicas la chimenea era más estrecha que en el fuego bajo, el tubo era de cerámica y en el tejado solía tener una tapa encima de cuatro ladrillos, otras terminaban en un triángulo.

En Aoiz (N), en la primera mitad del siglo XX se utilizaban cocinas y estufas de leña o serrín que sustituyeron a los hogares. Eran de metal, generalmente de hierro, y disponían de grandes tubos por donde salía el humo. El tubo pasaba por la habitación en la que se situaba la estufa y después, salía al exterior atravesando uno de los cristales de alguna ventana de la estancia, a veces, se reemplazaba el cristal por una chapa de hoja de lata, para lo que se realizaba un orificio circular.

En Mélida (N), a raíz de la generalización de la cocina económica la campana se sustituyó por un tiro que iba por el interior de la pared. Así se ha recogido también en Izurdiaga y en Mirafuentes (N) donde la chimenea está empotrada en la pared y dispone de un registro para que se pueda limpiar de hollín y una plancha metálica que la atraviesa perpendicularmente y que permite regular el tiro.

Chimenea. San Martín de Unx (N), 1979. Fuente: Archivo particular Dionisio Lesaca.

Limpieza de la chimenea

Para evitar sobre todo el riesgo de incendio era conveniente limpiar de vez en cuando la chimenea. Así las ordenanzas municipales de Améscoa (N) establecían que los vecinos debían limpiar las chimeneas todos los años para el día de San Miguel, 29 de septiembre, a fin de evitar incendios. En la encuesta de Aintzioa y Orondritz (N) también se ha recogido la conveniencia de limpiar la chimenea anualmente pues de lo contrario se corría peligro de incendio. En Añana (A) dicen que había que tener cuidado con los terrillones, que era el hollín que se caía sobre el fuego, porque podía arder toda la chimenea.

En Allo (N) señalan que si no se limpiaba periódicamente, se corría el riesgo de que ardiera el hollín, produciéndose un recalentamiento de las paredes de la chimenea, cuyos componentes –uralita o ladrillo–, saltaban por efecto del calor. Las consecuencias podían ser más dramáticas si, además, el fuego alcanzaba las maderas de la estructura del tejado, cosa que, según recuerdan los informantes, ha ocurrido a lo largo de los años. También en Lezaun (N) guardan memoria de que, con frecuencia, ardía el hollín de las chimeneas. En estos casos, se subía al tejado con una manta humedecida, se taponaba la boca de la chimenea y así se apagaba. En Abezia y en Apodaca (A) en caso de que la chimenea prendiera, cosa que no era normal, se echaba agua por el tejado y se cubría con un saco mojado, con objeto de que el hollín no pudiera respirar.

En cuanto a los procedimientos de limpiar la chimenea las encuestas han aportado los siguientes datos.

En Sangüesa (N) la expresión “esfollinar las paredes” se aplica a la operación de quitar el hollín de la chimenea del fogaril. Se realizaba con una tranca, o una cadena con un fajo de sarmientos en un extremo para rascar bien las paredes. En Moreda (A) descolgaban desde el tejado una pequeña gavilla de sarmientos o de oliveñas atadas a una cuerda; en Artajona (N) se ataba una gavilla de aliagas, hilagas, con dos sogas, echándose desde el tejado por el interior de la chimenea y tirando dos personas, una de arriba y otra de abajo; en Apodaca (A) se hacía lo propio con holagas y en Lagrán (A) con una gavilla de hojarasca.

En Zerain (G) para limpiar la chimenea se hacía una escoba con brezo, arkasatsa, se colocaba en medio de una cuerda larga con un peso en uno de los extremos, que se dejaba caer desde la boca de la chimenea hasta la cocina. Una persona en el tejado y otra en la cocina suben y bajan la escoba, raspando las paredes para que se desprenda el hollín acumulado. En Telleriarte (G) se raspaba el orificio de la chimenea con una escoba hecha de brusco o brezo. En Berastegi (G) desde el tejado introducían en la chimenea una bola confeccionada con paja por dentro y arpillera de saco por fuera, amarrada a una soga y restregaban hasta dejar la chimenea limpia.

En Orozko (B) se limpiaban las chimeneas al menos una vez al año. Se consideraba importante el hacerlo porque la acumulación de hollín podía provocar que prendiera y se propagara el fuego a la casa. Se introducía desde el tejado una soga atada a una cadena de hierro que fuera tan larga como el recorrido de la chimenea, a la que se envolvía en su extremo unos sacos que rasparan los laterales de la chimenea. La cadena se subía y bajaba varias veces hasta que dejara de desprender hollín.

En Zeanuri (B) una persona subía al tejado con una escoba hecha a propósito de inarrea a la que se colocaba un peso. Enganchándola a una cuerda larga se deslizaba por el hueco de la chimenea. Otra persona dispuesta abajo junto con la de arriba tiraban reiteradamente del artilugio para que se desprendiera el hollín.

En Abezia (A) se ataba un espino fuerte a una soga larga mediante el mismo sistema, tirando hacia arriba y hacia abajo, para raspar bien las paredes de la chimenea y conseguir que soltara el hollín. En Berganzo y en el Valle de Zuia (A), a la soga de acarrear la mies se le ataba una gavilla de espino albar o de endrino y se pasaba de arriba abajo raspando las paredes interiores de la chimenea. La limpieza se realizaba en vísperas de las fiestas patronales de San Miguel Arcángel.

En Apellániz (A) la limpieza se hacía con gavillas, deshojadas, de ramas de chopo, con ramaje de moras, o con un largo palo de avellano en cuyo extremo tenía una bola, también de madera, con clavos en toda su superficie para que al rozar las paredes de la chimenea desprendiera el hollín almacenado.

En Allo (N), con frecuencia eran los hombres de la casa los encargados de esta labor pero, a veces, también lo hacía alguno de los especialistas que al grito de “¡A limpiar chimeneas!”, recorrían el pueblo periódicamente. Eran gente que venía de Castilla y su única herramienta era una cadena larga a la que ataban una gavilla de olivastros.

En Durango (B) todos los años se limpiaban las chimeneas, que eran tubos de cerámica por donde salía el humo al exterior por la cubierta de la casa para prevenir los incendios. Había en el pueblo deshollinadores profesionales que se encargaban de este trabajo.

En Moreda (A), más recientemente, para limpiar tanto las cocinas de fogón bajo como las económicas, desde el tejado se arrojan por la chimenea unas cadenas que cuelgan de una soga y se van moviendo de abajo arriba para que se desprenda la porquería de la pared de la chimenea. Las cascarillas o porquería caen a la cocina y se extraen a través del cajetín con una pequeña pala. Las cenizas se utilizan como abono de los campos para acabar con los parásitos de los productos hortícolas, especialmente las pulguillas de las berzas. Las orrañas y la suciedad de la cocina se limpiaban dando una mano de cal, cosa que se hacía sobre todo con motivo de las fiestas patronales de la localidad.

En Portugalete (B) para la limpieza de la chimenea se utilizaba una pesa atada a una cuerda que se tiraba desde arriba. La pesa podía tener forma de pera (de hierro fundido), pero también se utilizaban pesas de medida, de báscula. Si se trataba de un edificio de varias plantas, la labor la realizaba el deshollinador, conocido como limpia-chimeneas, que avisaba a los vecinos para que taparan los agujeros de sus cocinas económicas a fin de evitar la salida del hollín hacia la cocina.